La verdad es que la Comisión de la Verdad está blindada contra todas las infamias que se quieran tejer en torno a ella, por la elemental razón de que la protege la verdad
No se requiere hacer una reflexión muy larga para responder este interrogante.
La Comisión para el esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No repetición, incomoda a la mentira. Los cultores de la mentira, los que han hecho de la mentira su mejor instrumento para eternizarse en el poder, para enriquecerse con los recursos del estado, para entronizar la violencia más salvaje, para mantener sus privilegios fiscales, hacer los más turbios negociados, entregar el país al capital financiero internacional, convertirlo en una narco-democracia; esos mentirosos le tienen horror a la verdad, esta Comisión representa para ellos una amenaza.
Y, como es apenas obvio, su herramienta de lucha, su mecanismo para la controversia, es precisamente la mentira. No saben hacer nada diferente.
La verdad es que la Comisión de la Verdad no ha sido concebida para exculpar a nadie. Su Misión es nítida: “busca el esclarecimiento de los patrones y causas explicativas del conflicto armado interno que satisfaga el derecho de las víctimas y de la sociedad a la verdad, promueva el reconocimiento de lo sucedido, la convivencia en los territorios y contribuya a sentar las bases para la no repetición, mediante un proceso de participación amplio y plural…”.
Es de público conocimiento que la primera gran mentira de los mentirosos ha sido la de sostener que en Colombia no hubo ningún conflicto interno. Es decir, que en los cincuenta años transcurridos entre 1968 y el 2018, aquí no pasó nada. No hubo 260.000 muertos, no existieron los siete millones de desplazados. Y lo afirman sin ruborizarse, ¡mirándonos a los ojos!
El padre de Roux ha dicho en todos los escenarios que esta Comisión no está concebida para encontrar al culpable o para asignarle a alguien la responsabilidad del conflicto. Está concebida para que todos entendamos lo que nos ocurrió, las razones que nos llevaron a vivir esta tragedia que el mundo entero ve como tal, como una desgarradora tragedia, menos los mentirosos.
La Comisión se ha dedicado a escuchar a todo el mundo, a recoger todas las versiones, las de todos los actores, las de todos los bandos, las víctimas de todos los bandos; pero los mentirosos quieren que la única verdad que sea reconocida en Colombia sea la “verdad” de sus mentiras.
Ahí están. Son los mismos que confesaron, ebrios de felicidad, que los votos conseguidos a favor del NO en el plebiscito por la paz, fueron logrados mediante el uso turbio y deshonesto de los más sofisticados mecanismos de manipulación. Lo hicieron publicamente, a través de los medios masivos, pero los mentirosos se apresuraron a decir que no, que esa confesión (que es la única verdad que han dicho en su larga historia de mentiras), no es verdad, sino una mentira (¿!?)
Les atrapan a sus hackers con las manos en la masa; los negociados, trapisondas, excesos, manipulaciones, se les vuelven inocultables y ellos, arrogantes en sus mentiras compulsivas, dicen que todo eso es mentira porque los protagonistas de sus escándalos diarios son “hombres probos”, “mujeres intachables”, “funcionarios honestos”.
No, no lo van a lograr, porque cuando la mentira está acompañada del miedo, se hace tanto más vulnerable.
La verdad es que la Comisión de la Verdad está blindada contra todas las infamias que se quieran tejer en torno a ella, por la elemental razón de que la protege la verdad, una verdad que están esclareciendo sin estridencias, con reposada sabiduría, con un respeto que es incontrovertible, con una dignidad a toda prueba.