Este sector debería ser prioritario en muchos planes de desarrollo regionales y municipales, para el ministro de Agricultura cuando se posesione, y para Procolombia, si aún existe.
Muchas décadas atrás alguien dijo que nuestro himno nacional era, después de la Marsellesa, el más hermoso del mundo, y así lo creímos y se lo hicimos creer a nuestros hijos, y quizás ellos también ahora a los suyos; la realidad, para frustración nacional, y según el periódico inglés The Telegraph, es que es el sexto peor himno de este planeta. De otra parte, hace tres años, titulares de prensa anunciaron que el Ron Medellín 12 años y el aguardiente caucano habían sido escogidos en Bruselas como los mejores del mundo, en sus respectivas categorías (no hay que creer en esos reconocimientos). Y también, cuando hablamos del café de Colombia, lo confirmamos como el mejor de todos, pero también lo son los de Etiopía, Indonesia, Guatemala, o Tarrazú, en Costa Rica. Pues bien, algo parecido viene ocurriendo con el cacao y chocolates colombianos, reiteradamente publicitados entre nosotros como los mejores del mundo, siendo sin duda excelentes productos -reconocido el grano como “fino y de aroma” por la Organización Internacional del Cacao-, como lo son tantos otros de muy diversas procedencias en el mundo. Solo para formarnos una idea muy general, veamos esto: en la entrega de los últimos “Oscar” de la academia del cacao, The International Chocolate Awards, ganamos, al igual que Ecuador y Perú, una estatuilla de oro entre 43 categorías consideradas, y varios trofeos de plata y de bronce; Italia, con “Oscar” en 12 categorías y Taiwán con 7, fueron los grandes ganadores del evento. Digo todo lo anterior como un realista punto de partida para mi siguiente análisis de las oportunidades comerciales del sector cacaotero, a fin de evitar sobrevalorarlo, como muchas veces se ha hecho con otros renglones de nuestra producción que nunca lograron crecer comercialmente. El cacao colombiano es excelente, pero sus exportaciones son muy pobres, pues participan con solo 0,2% del mercado global, tanto las del producto en grano como las de chocolates. Cacao Hunters, con un gran trabajo de posicionamiento por diferenciación y de apoyo a pequeños productores, Luker, Lok y Tibitó, se encuentran entre las empresas más destacadas del sector, y no pierdo la esperanza de ver exportando a mi favorita, una pequeña compañía llamada Late Chocó; reconocimiento especial hago de la Granja Villa Mónica, de San Vicente de Chucurí, la cual produce 7.000 toneladas de uno de los cacaos más exquisitos del mundo -según el Salón del Chocolate en París-, para beneficio de 4.000 familias.
El mercado del cacao en grano no presenta mayores sobresaltos y se ha mantenido en los últimos años en un nivel de 9.000 millones de dólares en exportaciones, 60% de ellas realizadas por Costa de Marfil y Ghana, y un honroso tercer lugar ecuatoriano gracias a ventas por 665 millones de dólares; cierran el Top Ten dos países latinoamericanos, República Dominicana y Perú, con 205 y 155 millones de dólares, respectivamente, mientras Venezuela, muy distanciada, registra 28 millones, 11 millones de dólares más que Colombia; nuestro país está lejos de su récord de 42 millones de dólares del 2015, año curiosamente récord en importaciones de cacao por valor de 17 millones de dólares. Pero el buen negocio no es vender cacao en grano, sino chocoloate, y así lo insinúa el valor de las exportaciones globales de este rubro, 20.000 millones de dólares por encima de las ventas del grano, siendo Alemania el mayor proveedor con 5.000 millones de dólares, seguida por otras tres naciones europeas, Bélgica, Italia y Holanda, que, conjuntamente, exportaron 7.000 millones de dólares; todos esos países hacen lo que haría un comerciante de Santuario, Antioquia: comprar barato para vender caro, comprar cacao a USD 2.500/tonelada para venderlo como chocolate a USD 5.630/tonelada. Entre los latinoamericanos, México es líder con 612 millones de dólares, no obstante ser su producción la mitad de la colombiana -también importa materia prima para procesarla, como lo hacen los europeos-, seguido por Brasil y Argentina con 160 y 90 millones de dólares, respectivamente; Colombia apenas logró despachos el año anterior por valor de 61 millones de dólares, 33% menos que en 2014, su mejor año.
Varias opciones tienen nuestros productores para exportar: venderle a moliendas o grandes procesadores (Cargill, Barry Callebaut, Mars, Hershey´s, o Nestlé), comercializar directamente dirigiéndose a clientes especiales como los chocolatier -artistas en la preparación de chocolates gourmet-, o invirtiendo en negocios “Bean to Bar”, de la Semilla a la Barra, venta directa al consumidor. Venderles a los grandes es una opción, pero menos rentable, y la venta directa es un sueño. Quizás la mejor estrategia sería hacerlo a través de compañías como Cacao Hunters, preferiblemente mediante coinversiones, alianzas estratégicas o Joint Venture, para que se dé un mejor beneficio para los productores. Termino diciendo que este sector debería ser prioritario en muchos planes de desarrollo regionales y municipales, para el ministro de Agricultura cuando se posesione, y para Procolombia, si aún existe. ¿Queremos cacao?