La reactivación de la economía y la vida es necesaria pero no sólo se logra con permitir la libre circulación; la pujanza, la solidaridad y el autocontrol son ingredientes básicos para reconstruir un futuro de oportunidades.
Transcurridos 107 días de la declaratoria del primer contagio de covid-19 en Colombia y 92 del inicio de la cuarentena por la vida en Antioquia, que empató con el confinamiento nacional, hay valiosos aprendizajes del sistema de salud y buena parte de la sociedad para atender el contagio y respetar las normas de autocuidado. Estos tres meses de quietud personal, social, económica e institucional han provocado un brusco frenazo de la economía, cuyas consecuencias en la dignidad de la vida de millones de personas, la supervivencia de miles de empresas y las expectativas de consumo deben ser contenidas con firmeza.
La cuarentena para preparar el sistema de salud ante la pandemia covid-19, aunque necesaria, golpeó especialmente a los más vulnerables, millones de personas que vivían del día a día y que se quedaron sin ingresos, situación compensada parcialmente con los programas asistenciales que palían sus apremios, pero no les permiten forjar su mañana y el de los suyos. También propinaron un durísimo golpe a pequeñas y medianas empresas en las que estaban invertidos grandes esfuerzos de empresarios y trabajadores. Sobre ellos pesan la angustia del daño económico y el sentimiento de fracaso, junto a la incertidumbre por el muy lento despegar de la actividad económica, que según analistas de Bancolombia registra una caída anual de 16,4%, aliviada por la reactivación parcial, pero afectada por la caída del consumo, que al 14 de junio fue estimada en 55%.
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Aunque la crisis económica, que es de vida para millones de personas, corre minuto a minuto, el Dane, guía de la situación y las decisiones en el país, sigue ofreciendo sus datos con un mes y más de retraso. Es así como apenas a mediados de la semana que termina se conocieron los resultados económicos y sociales del mes de abril, en el que el país vivió la etapa más fuerte de confinamiento. En materia de empleo, son dramáticos, pues el desempleo se disparó a 19,3%, mientras que la población inactiva, que son personas en edad de trabajar que decide no buscar trabajo y generar sus propios ingresos, llegó a 48,2%. ¿Qué esperanzas pueden tener e irradiar a su entorno quienes consideran que perdieron su lugar en la economía?
La otra cara de la desesperanza la representa el activismo no planificado en que han incurrido centenares de miles de personas, muchas de ellas jóvenes, que ante la falta de perspectivas de empleabilidad determinaron incursionar en emprendimientos, repetidos hasta el cansancio, para responder a las necesidades de la pandemia. Su carácter coyuntural, su perspectiva incierta y su gestión artesanal hace de ellos frágiles aventuras con escasas perspectivas de aporte a la economía y muchos riesgos de ser fuente de frustración para sus gestores.
La dispersión de la epidemia y la incertidumbre sobre la posibilidad de que la ciencia encuentre, con el rigor que requiere, fabrique y distribuya equitativamente una vacuna, así como las preguntas sin respuesta sobre las estrategias de reactivación, han causado ya fuertes impactos en inversionistas que tienen el espíritu y la capacidad para impulsar la actividad económica, el empleo y el consumo, que se retroalimentan y son, como ha reiterado el gobernador Aníbal Gaviria, la mejor política social. La falta de señales sobre el camino para la apertura de la economía y las resistencias feroces a ese necesario paso han desincentivado a inversionistas que serían el verdadero motor para una activación de la vida productiva y personal digna, sin asistencialismo y con esperanzas al futuro.
En el ámbito institucional, es notable la prontitud y disposición del sistema educativo para adaptarse a la pandemia y ofrecer soluciones a la medida de sus capacidades; el amodorramiento del Congreso, que concluyó esta legislatura con más pena que gloria, mientras el poder ejecutivo da pasos desiguales y los despachos judiciales han entrado en cuasi parálisis, con peculiares excepciones, que acarrea serios impactos humanos, económicos y sociales.
La economía, los ciudadanos que miran al futuro, esperan justicia o necesitan activar su vida, no pueden seguir postergando sus decisiones como si el tiempo, que es frío e inexorable, se hubiera detenido. Tampoco les son convenientes disrupciones que pudieran fracturar la estrategia cuida-vidas que ha sido protectora. La reactivación de la economía, de la vida, de la educación y hasta de la actividad social, son necesarias para que como sociedad podamos empezar a planificar y construir el futuro posible de oportunidades para todos. Pero más que permisos de salida, la reactivación y el reencuentro tienen que estar regidos por los conceptos de pujanza, solidaridad y autocontrol que como sociedad tenemos que recuperar y aprender.