Casi quince millones de colombianos trabajan en la informalidad, un fenómeno que golpea a todos, pero con más dureza al trabajador rural y a los jóvenes.
A las 3 de la mañana inicia los recorridos. La ruta a seguir es la del carro recolector de basuras, al que debe anticiparse para poder encontrar en las canecas algo que le sea útil.
Calle a calle camina atenta a todas esas bolsas de desechos que muy temprano suelen sacar de las unidades residenciales y aún de muchas casas. En ellas ha encontrado el sustento durante 17 años, pues no tuvo otra opción que enfrentarse a esa difícil tarea del reciclaje.
Desplazada, con tres hijos, sin dinero y con una muy escasa escolaridad en su liviano equipaje, Ángela María (nombre ficticio a petición de la protagonista de esta historia) tuvo que regresar a casa, a su Medellín del alma, donde sólo la esperaba un puente como techo y la calle para el rebusque.
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La violencia la hizo huir de Barranquilla, donde había construido su familia, pero lejos de sepultarse, decidió enfrentar la tarea que tenía por delante. Se instaló debajo del puente de la 65, en La Iguaná, donde diariamente tenía que dejar a sus hijos para salir a luchar en busca de unos pesos que le permitieran brindarles la alimentación, que nunca fue de lujo, pero tampoco faltó, porque sus manos nunca se cansaron de hurgar entre la basura para sacar de allí lo mejor para vender en las chatarrerías y depósitos de reciclaje, preferiblemente papel, cartón y aluminio.
“Con eso levanté a mis hijos, que hoy tienen 27, 24 y 19 años. No es fácil, pero doy gracias a Dios y a la vida porque así esto sea muy mal visto, mal pagado o lo que sea, es el trabajo que me ha permitido sostener a mi familia”, describe Ángela María con más serenidad que temor.
Tarea que cada día se complica más, “porque ahora somos muchos los que buscamos vida en la basura y porque los trabajadores de oficios varios de las unidades se quedan con lo mejor del reciclaje y nos dejan lo que prácticamente no vale nada. Pero ahí vamos”.
No obstante, Ángela María ya hizo la tarea. A sus 44 años, el reciclaje y la ayuda de sus hijos-que trabajan en otras actividades- le ayudan a librar una humilde vivienda que le adjudicaron hace cinco años en Aranjuez Anillo. “Ya casi es mía”, dice.
Ángela es solo una de los casi quince millones de personas que trabajan en Colombia en la informalidad, es decir que no tienen la posibilidad de estar afiliadas al sistema de seguridad social básico, que cobija salud, pensión y riesgo.
Sin derecho a nada
Pero la informalidad, que además priva a los trabajadores de todas las prestaciones sociales, es apenas un renglón de los que definen el trabajo precario en nuestro país.
Los bajos ingresos que no alcanzan siquiera para cubrir las necesidades básicas, la inestabilidad, los horarios extendidos sin ninguna paga, el no derecho a unas vacaciones remuneradas y a la libre asociación, es decir el derecho al diálogo social, a una negociación colectiva, a la movilización y el derecho a la huelga, la contratación temporal u ocasional, son factores que determinan la fragilidad del trabajo en Colombia, que se hace más visible en labores como el reciclaje, pero que también afecta muchos otros sectores, como la construcción, las confecciones, los vendedores ambulantes, taxistas no vinculados, talleres, y especialmente comercio, turismo, trabajo rural y empleos domésticos.
“La realidad es preocupante”, dice Carmen Lucía Tangarife López, investigadora de la Escuela Nacional Sindical: “Hoy en Colombia 14’750.000 personas trabajan en la informalidad, con las graves consecuencias que eso implica, sin poder acceder a salud, pensión y riesgos labores”.
Y en la zona rural es más dramático, advierte, “porque allí de cada 100 ocupados 87 están en la informalidad. Eso quiere decir que si el tema pensional es complejo para el país por el número de personas que acceden a este derecho, en este caso si no cotizan no van a tener derecho a una vejez digna, que es mucho peor”.
Otro aspecto que preocupa es la nueva modalidad de ocupación que se viene aumentando en el país, y es lo que hoy se conoce como los cuenta propia, que también se definen como trabajadores vulnerables o empleo vulnerable, y “son aquellas personas que deciden trabajar de manera independiente y terminan siendo informales, porque no gozan de ningún derecho, y se encuentran desde abogados que abren un consultorio hasta el señor de la tienda en un barrio cualquiera”.
En total, la informalidad concentra hoy el 66% de los 22’383.000 que según el Dane estuvieron ocupados en 2017. De ese total, sólo el 48,5%, es decir menos de la mitad, son trabajadores asalariados, aunque no todos gozan de la totalidad de los derechos. Los no asalariados son 51,5% y eso dimensiona la problemática laboral que enfrenta el país.
Y en esa misma línea también preocupan otras formas de contratación que día a día aumentan, como son “el contrato sindical, modalidad que precariza la mano de obra porque son sindicatos fachada, creados por las mismas empresas y que se convierten en los proveedores de la mano de obra, pero en realidad lo único que hacen es tercerizar dicha contratación, mediante lo cual la empresa oculta la relación y no tiene ninguna responsabilidad frente a esos trabajadores”, precisa Carmen Lucía.
“En 2010 se firmaron en Colombia alrededor de 50 contratos sindicales, en 2014 la cifra fue de 2.066 y en 2015 se quedó en 1.975, es decir, es una práctica en aumento que se usa para ocultar vínculos laborales y así evitar responsabilidades”, explica la investigadora.
Y a ese se suman otros datos que evidencian la precaria situación laboral que enfrenta más de la mitad de los trabajadores del país: sólo el 45,7% de los trabajadores están afiliados al sistema de riesgos laborales; el 70% de todos los ocupados ganan menos 1,5 salarios mínimos legales vigentes; los dos principales sectores de la economía que jalonan la generación de empleo, como son comercio, hoteles y restaurantes, servicios comunales sociales y personales, son los que menos garantías ofrecen a sus empleados; y para completar, en la población joven -entre los 18 y los 28 años- la informalidad presenta una tasa del 61,4%, lo que quiere decir que, a futuro, la gran mayoría de los adultos mayores en Colombia estarán desprotegidos, sin salud y sin pensión.
Panorama laboral 2017
22’383.000 se registraron como personas ocupadas
9’365.000 del total de ocupados fueron mujeres y 13’018.000 hombres
12,3% fue la tasa de desempleo para mujeres y 7,2% para hombres
14’750.000 de las personas ocupadas (66%) se ubicaron en la informalidad
87 de cada 100 trabajadores rurales (87%) están en la informalidad
9’644.000 personas ocupadas son cuenta propia o trabajadores independientes
70% de los ocupados en el país gana menos de 1,5 del salario mínimo legal vigente
965.000 ocupados trabajan sin remuneración
660.110 accidentes de trabajo se presentaron en 2017, es decir 1.834 diarios
568 muertes se presentaron en desarrollo del trabajo, en promedio 2 diarias
45,7% de los trabajadores están afiliados al sistema de riesgos laborales
5% de los trabajadores en todo el país están sindicalizados, un derecho amparado por la OIT
En Medellín y valle de Aburrá - Primer semestre de 2018
1.801.000 se registraron como personas ocupadas
776.231 de las personas ocupadas (43.1%) se ubican en la informalidad
14,5% es la tasa de desempleo para mujeres y 11,1 para hombres, en aumento
261.000 es la cifra de desocupados, una tasa del 12,7%, mayor que el promedio del país
18,5% es la tasa de desempleo en la población Nini -ni estudia ni trabaja-, ubicados entre 14-28 años, también en aumento