Mientras otros se apoderan de las ideas del otrora glorioso Partido Liberal y de las tesis de sus mártires, la colectividad permanece en una modorra que acongoja, en una vergonzante presencia en el escenario nacional
Quiero, en aras de la transparencia, expresarles a mis amables lectores que he sido, soy y seguiré siendo liberal y que mientras tenga fuerzas y medios donde mi pluma se pueda expresar con entera libertad, seguiré defendiendo las tesis y propuestas librepensadoras dentro del mismo partido liberal, así sea una especie rara en sus filas.
Leía esta semana, en varios medios de comunicación, lo que considero una proclama escrita por alguno de los líderes de la izquierda democrática invitando a una gran coalición de matices de centro y de centro izquierda, de cara a las próximas elecciones presidenciales. Era un documento serio, denso, con ideas y propuestas e invocando referentes históricos que han dejado huella. Leí y releí ese documento de cara a la ideología liberal-socialdemócrata y vi en cada una de sus frases, de sus propuestas, el pensamiento claro del liberalismo, de ese liberalismo que han enarbolado personas de la talla de Rafael Uribe Uribe, Jorge Eliécer Gaitán y Luis Carlos Galán, referentes históricos de los cuales también se apropió el autor de esa proclama y que ya parece que no tuvieran nada que ver con el partido rojo.
Pero mientras otros se apoderan de las ideas del otrora glorioso Partido Liberal y de las tesis de sus mártires, la colectividad permanece en una modorra que acongoja, en una vergonzante presencia en el escenario nacional. Estamos más preocupados por la “coloca” de cuarta categoría, porque ya ni a puestos de relevancia parece que clasificáramos, que a las propuestas en favor del país y de sus gentes. Un partido que terminó buscando contraticos y de vagón de cola del Uribismo, esperando las migajas que les puedan dejar. Se perdió la grandeza, envolatamos la dignidad, caminamos sin brújula. Hoy somos simplemente una fábrica de avales.
Que conste que no quiero personalizar responsabilidades porque creo que todos, en mayor o menor grado, hemos contribuido a esta deplorable situación en que se encuentra una colectividad que ayudó a construir la nacionalidad.
Hoy somos un partido macilento, desdibujado. La ideología la dejamos en la historia y nos enquistamos en un pragmatismo que borra nuestra razón de ser y de existir. Ya no somos la voz de los desvalidos, ya no representamos a la clase trabajadora, ya no somos los voceros de los inconformes, ya no reviramos (sí, es castiza) en defensa de las minorías atropelladas, ya no marchamos al frente de la juventud impetuosa que reclama, somos simplemente el comité de aplausos del partido de Gobierno, cualquiera sea.
Ya no tenemos hombres brillantes que reluzcan en el Congreso; no existen los opositores documentados, sólidos, que esgriman nuestras propuestas para ser verdadera opción de poder y que obliguen al Gobierno a enmendar el camino. Carecemos de los líderes que recojan las huestes escuálidas que aún subsisten y que engrosen los ejércitos de un partido que ha sido histórico.
No tenemos mensaje y de tenerlo, carecemos de voces que lo esgriman por todas partes. ¡Ah! Pero al terminar de escribir esta columna me entero de que el Partido Liberal ha presentado un proyecto de acto legislativo que revolucionará a Colombia y ayudará enormemente a los más pobres. ¡Salvaron la patria! Propusieron suprimir la vicepresidencia de la República. ¡Oh gloria inmarcesible! El perdido busca el monte.