La mujer es el soporte de la historia, quien podría interrogar si está fuera de los cánones del buen comportamiento, el uso de los cosméticos, y anotar que la cosmética, término que es derivado de la palabra cosmos indica orden y organización.
Bandoneón, en la frondosa creación del Siglo de Oro español, se asoman los hermanos Bartolomé y Lupercio Leonardo de Argensola, quienes compartieron intereses literarios, fueron formados en el estudio de la lógica, lecturas de Horacio, de los Dísticos de Catón, y algo de Cicerón. Lope de Vega alabó su producción. Y saber que en la exuberante lista de letristas brilla Homero Expósito, ilustrado en filosofía y literatura, el más original de los poetas del tango.
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Pues bien, esta página quiere presentar un soneto escrito por uno de los dos Argensola, nadie ha podido saber el verdadero autor, lo importante será leerlo, claro que antes de abordarlo hay que poner unas cuantas anotaciones, que también son impresiones, referidas a una confesión que puede ser infidencia, y hacer una intertextualidad con el tango Maquillaje.
No va a ser extraño que estemos parados, no ante un espejo, sino frente a la ilusión o al desengaño mirado como insatisfacción, un duelo también entre la verdad y la belleza, y enfrentar la belleza como la bondad. Estos adjetivos contrapuestos pueden instalarnos en una perspectiva para ver las cosas desde un ángulo que mira el movimiento aparente y lo que puede corresponder a la realidad.
Veamos el soneto invitado: A una mujer que se afeitaba [maquillaba] y estaba hermosa:
“Yo os quiero confesar, don Juan, primero,
que aquel blanco y color de doña Elvira
no tiene de ella más, si bien se mira,
que el haberle costado su dinero.
Pero tras eso confesaros quiero
que es tanta la beldad* de su mentira,
que en vano a competir con ella aspira
belleza igual de rostro verdadero. (…)”
En la primera impresión de la lectura, son los cosméticos comprados por la mujer los protagonistas, porque son los que embellecen su rostro, sin embargo, esto obedece a una intención y a una acción. Doña Elvira, igual que los gimnastas que tonifican los músculos, recrea sus facciones y su color, y así como los primeros se postulan a competencias olímpicas, ella se prepara para la aparición en público, porque la belleza es un bien preciado en la sociedad y más en una mujer que ha de competir con otras bellas, porque su maquillaje es belleza de verdad, aunque parezca quimera la belleza.
Ese mundo exterior que se da a valorar todo lo que está en el entorno, es el que tasa la hermosura, lo sublime o lo maravilloso, y si la agraciada está adornada con cosméticos, obra de su propia mano, es ella la artífice de su aspecto, aunque sea apariencia.
Hago un corte con los versos citados, y continúo con el tono, porque voy a hablar de Maquillaje, un tango de Homero Expósito que precisamente lo escribió bajo la influencia de los Argensola. Veamos:
“No...
ni es cielo ni es azul,
ni es cierto tu candor,
ni al fin tu juventud.
Tú compras el carmín
y el pote de rubor
que tiembla en tus mejillas,
y ojeras con verdín
para llenar de amor
tu máscara de arcilla.(…)”
Comentar entonces el vínculo de los versos del tango con el soneto inicial, aunque Expósito sorprende cuando enrostra la belleza y la virtud, no sólo con el maquillaje, sino con el tiempo encargado del deterioro corporal que han encubierto los afeites.
“Mentiras...
son mentiras tu virtud,
tu amor y tu bondad
y al fin tu juventud.
Mentiras...
¡te maquillaste el corazón!
¡Mentiras sin piedad!
¡Qué lástima de amor!(…)”
Quizá sea este tango un microrrelato moralizante, como puede ser el soneto, no en vano estos personajes del Siglo de Oro fueron estudiosos de Horacio. Declarar esta fantasía y percepción de la belleza ilusoria, y cuando se descubre el efecto, se pierde la belleza y tambalea la bondad.
La mujer es el soporte de la historia, quien podría interrogar si está fuera de los cánones del buen comportamiento, el uso de los cosméticos, y anotar que la cosmética, término que es derivado de la palabra cosmos indica orden y organización. En el tema de hoy sería pensar que a través del rito la mujer empezaba a tener dominio de su propio cuerpo.
Recordar que eran las clases pudientes las que utilizaban cosméticos, lo dice este pasaje de La Celestina: “Las riquezas las hacen a estas hermosas y ser alabadas. Melibea, a pesar de lo que creía Calisto, usa afeites, como demuestra no sólo la envidiosa acusación de Areúsa, sino también el pasaje en que la joven, engañando a su madre para que no descubra el verdadero motivo de la visita de Celestina, le dice que ésta le ha llevado un poco de solimán, por lo que seguramente era de uso habitual en ella. Estas prácticas no eran comunes para la criada de Melibea, Lucrecia, a quien Celestina, como premio a sus servicios, le ofrece teñirle los cabellos, (…)”.
A modo de conclusión quiero mostrar que el poema de los Argensola igualmente alude al engaño de la naturaleza, porque los colores son también efecto de la luz.
Mas ¿qué mucho que yo perdido ande
por un engaño tal, pues que sabemos
que nos engaña así Naturaleza?
Porque ese cielo azul que todos vemos,
ni es cielo ni es azul. ¡Lástima grande
que no sea verdad tanta belleza!
*Léase como verdad