Necesitamos más líderes conciliadores que construyan en medio de las diferencias y que nos ayuden a ser una sociedad más cohesionada, justa y en paz.
En la avenida Las Palmas en Medellín, a la altura del centro comercial San Diego, había, hasta hace unos años, una valla que decía “No es tu aptitud sino tu actitud lo que te lleva a la altitud” una frase que me parece reveladora, inspiradora y potente, no sólo denota que los seres humanos somos capaces de lograr todo lo que nos propongamos, que los límites se los pone cada uno y que cada quien elige hasta donde quiere llegar; sino que también muestra que todas las personas tienen la capacidad de aprender y mejorar, que es importante tener conocimientos, que se pueden adquirir con el tiempo, pero que es mucho más importante ser persona. Y eso comienza con la actitud.
Ser gente implica vivir con los pies en la tierra a pesar de cosechar éxitos; implica nunca olvidar de donde se viene, ni a las personas que en algún momento de la vida fueron determinantes para disfrutar de lo que hoy se cosecha; al exgobernador de California y famoso actor Arnold Schwarzenegger, frecuentemente le preguntan cuál fue su secreto para ser exitoso y hacerse a pulso, él siempre responde que nunca fue “un hombre hecho a sí mismo” que tuvo mucha ayuda, y agrega que: “si aceptara esa etiqueta estaría despreciando a todas las personas y todos los consejos que me trajeron hasta aquí. Y crearía la falsa impresión de que puedes conseguirlo solo”. (Ferris, 2016).
Los líderes son inspiradores, y por su ejemplo, ganan seguidores espontáneamente; hace un par de años, me explicaban la diferencia entre ser jefe y líder, el detalle radica en que el “jefe” se nombra, se impone, es una posición formal que muchas veces no es aceptada por los subordinados y que puede generar conflictos al interior de las organizaciones; los empleados pueden terminar haciendo tareas porque cumplen órdenes mas no porque crean en lo que hacen. El líder, por su parte, no necesariamente requiere de una posición formal, nace porque sus ideales y creencias son validadas en un grupo; genera identidad. Se puede ser jefe y líder, pero también ser jefe y no líder, así como no ser jefe y ser líder. En las organizaciones con liderazgos fuertes, la gente contribuye activamente a la consecución de objetivos comunes, ven en su líder, un modelo a seguir, un referente.
Mario Hernández, uno de los empresarios más destacados del país, ha sido tendencia por estos días porque desde que comenzó la pandemia siempre ha hecho lo posible por garantizarle el empleo a sus empleados, que como él mismo menciona, son su familia; en una entrevista que le hicieron el año pasado en la Revista Semana, comentó: “todos somos iguales, por eso yo trato a todos igual. En mi empresa todo el mundo tiene mi celular, almuerzo con los obreros y mi sueño es que todos tengan vivienda propia. Uno no puede dárselas por el hecho de que tenga un poquito más que otro”. Esta frase refleja su carisma y su deseo genuino de querer ayudarle al otro y aportar desde lo que pueda y donde esté, para que más personas estén mejor. Ese es el tipo de liderazgos que construyen país y fortalecen sociedades.
Como contraste, hay liderazgos que se nutren de la violencia y el odio; Hitler, Trump y Bolsonaro son un reflejo de ello, en lugar de buscar consensos, polarizan. En Colombia, Petro y Uribe, dos de los exponentes políticos más representativos, se vienen lanzando fuertes acusaciones que caldean el ambiente y eso no le hace bien al país; por eso, teniendo muchas diferencias con el exgobernador Fajardo, me identifico con su planteamiento de esta semana, que ojalá lo pueda aplicar en todos los niveles, en el sentido de que debemos “permitirnos ser diferentes sin ser enemigos, y poder así tramitar las discrepancias en el marco del respeto”, con la polarización “no vamos a poder pasar la página de la violencia y la destrucción”.
Necesitamos más líderes conciliadores que construyan en medio de las diferencias y que nos ayuden a ser una sociedad más cohesionada, justa y en paz. Esa nuestra responsabilidad.