No se puede caer en la trampa de creer que estamos en medio de un gran campo de batalla, en el que por un lado están los agentes infecciosos microscópicos que deben ser derrotados y por otro los seres humanos que deben protegerse a toda costa.
Por PABLO J. PATIÑO*
Según el diccionario de Cambridge “guerra se refiere a un conflicto armado entre estados, gobiernos, sociedades o grupos paramilitares”. Pero también se puede aplicar a “cualquier situación en la que haya una fuerte competencia entre bandos opuestos o un esfuerzo conjunto contra algo dañino”. La aplicación de tal definición a la pandemia covid-19 tiene una gran dificultad, pues implica atribuirle una intencionalidad al SARS-Cov2, un ente biológico, que incluso la mayoría de los expertos no consideran un ser vivo sino una estructura macromolecular conformada por un ácido nucleico (ARN en el caso de este coronavirus) que está encapsulado dentro una esfera de proteínas y lípidos.
La mayor parte de virus, bacterias, hongos y parásitos tienen efectos benéficos en los ecosistemas y los seres vivos. Aunque hoy se tiene mayor conocimiento acerca del papel esencial de bacterias y hongos, se calcula que hay muchos más virus que bacterias, así que solo una ínfima parte de estos tiene capacidad de producir enfermedad en los humanos. Por ejemplo, Simon Anthony y colaboradores en la Universidad de Columbia, describieron que el número de virus nuevos en todas las especies de mamíferos podría ser de unos 320.000, con los murciélagos como los portadores más frecuentes. Pero adicionalmente, se conoce el papel clave que han jugado virus o secuencias similares a estos para la evolución de los seres vivos. Por ejemplo, en el genoma humano existen secuencias de retrovirus endógenos, como los proto oncogenes, que cumplen funciones esenciales para el control del ciclo celular.
Es preciso tener claro que los ecosistemas en los que se ha desarrollado la vida son sistemas altamente complejos, cuya estabilidad y función adecuada depende de una infinidad de interacciones entre todos los organismos, micro y macro, que coexisten desde el inicio de la vida en nuestro planeta. Así que no se puede caer en la trampa de creer que estamos en medio de un gran campo de batalla, en el que por un lado están los agentes infecciosos microscópicos que deben ser derrotados y por otro los seres humanos que deben protegerse a toda costa. El crecimiento demográfico, el cambio climático, ciudades sobrepobladas, pobreza y hacinamiento y un comercio global alteran los ecosistemas cada vez más precarios y las condiciones de estabilidad que han construido estos sistemas complejos, así que hay mayor posibilidad de que agentes virales o incluso organismos más complejos afecten a los seres humanos. Un ejemplo claro de esto ha sido la aparición de infecciones asociadas al proceso de domesticación de los animales a lo largo de los últimos 15.000 años. Pero hoy también se supone que existe un gran riesgo de aparición de virus o bacterias con capacidad infecciosa como consecuencia del descongelamiento del permafrost debido al calentamiento global.
Por tanto, es imperioso evitar el concepto de guerra contra tales agentes porque, una eliminación de estos finalmente terminaría por afectar el adecuado funcionamiento de todo el ecosistema incluyendo el mismo ser humano. La lucha se debería ver como el desarrollo de alternativas para prevenir o tratar las enfermedades infecciosas y no como una confrontación contra los agentes infecciosos que las pueden producir. Esto se puede evidenciar en las distintas estrategias para combatir las infecciones. Cuando se han desarrollado estrategias inteligentes y basadas en conocimiento ha sido posible realizar prevenir o incluso erradicar enfermedades que producen enfermedades de gran morbimortalidad. La vacunación permitió la erradicación de la viruela y reducir infecciones como la poliomielitis, el sarampión, la rubéola, las paperas, la hepatitis, la difteria, el tétanos, la tosferina, entre otras. Por su parte, la implementación de medidas generales de potabilización del agua y disposición de excretas ha sido fundamental para el control del cólera y otras infecciones gastrointestinales. Sin embargo, cuando se han utilizado medidas no delimitadas o con grandes acciones sobre el entorno, por ejemplo, el uso de plaguicidas para controlar los vectores de infecciones transmitidas por insectos o administración sin restricciones de antibióticos de amplio espectro, se producen efectos sobre distintos seres vivos, como el aumento de cáncer o malformaciones congénitas en humanos o la selección de especies resistentes a la acción de los supuestos agente terapéuticos.
Referencia
Anthony SJ, Epstein JH, Murray KA, Navarrete-Macias I, Zambrana-Torrelio CM, Solovyov A, Ojeda-Flores R, Arrigo NC, Islam A, Ali Khan S, Hosseini P, Bogich TL, Olival KJ, Sanchez-Leon MD, Karesh WB, Goldstein T, Luby SP, Morse SS, Mazet JAK, Daszak P, Lipkin WI. 2013. A strategy to estimate unknown viral diversity in mammals. mBio 4(5): e00598-13. doi:10.1128/mBio.00598-13.
* Profesor, Facultad de Medicina, Universidad de Antioquia