Algunos podrán decretar el tradicional y triste minuto de silencio, pero el eco atronador de lo que fue y significó EL MUNDO en el periodismo colombiano, jamás podrá ser apagado.
Con bastante orgullo pero también con algo de timidez, escribo esta última columna con la convicción de ser, entre quienes formamos esta variopinta plantilla de columnistas y colaboradores habituales de EL MUNDO, el único que puede dar fe de haber estado vinculado a él desde el principio y hasta el final, a sus 41 años de fecunda existencia.
Fui testigo y partícipe en 1979 de su gestación, como todas dolorosa a veces pero esperanzadora siempre; de su nacimiento, su crecimiento y muerte, más dolorosa esta por lo que significó para el periodismo colombiano, ahora para infortunio, cada vez comprometido en mayor grado con intereses que no son los que le corresponde divulgar y defender hasta el cansancio.
En esa época veía de desempeñar la corresponsalía de El Espectador en esta ciudad, orgullosa tarea que por 17 años había compartido con mi padre, Luis Pareja Ruiz.
Quizá por esa experiencia me asignaron el cubrimiento – contra mi íntima aversión por tal tema – de la parte política, lo que hice en los primeros meses hasta que gracias a Dios fui relevado por el colega Jorge Carvalho.
Después, haciendo de todo, pude ser testigo excepcional de ese crecimiento sin pausa que iba recorriendo día a día el nuevo exponente del mejor periodismo que por entonces se hacía en Colombia.
Todo lo anterior puede parecer vacío y vanidoso en este triste momento, pero quise aprovecharlo para dejar constancia de mi agradecimiento con la vida, por haber podido ser parte de algo maravilloso e irrepetible en mi recorrido periodístico.
Después de este introito para muchos intrascendente, resulta imprescindible aprovechar la prodigiosa memoria de Víctor León Zuluaga, el primer periodista que fue enganchado para el ambicioso proyecto, y quien tiene – como si fuera ayer – fresco el recuerdo de aquellos que lo acompañaron en el zarpe hacia su soñado destino.
Con mi empirismo a cuestas era el más veterano pero no el más atrevido, ni el más emprendedor, ni el más decidido a triunfar, como esos jóvenes hombres y mujeres que llegaron con toda su carga vital, su atrevimiento y su inteligencia, a hacer de EL MUNDO un ejemplo de periodismo dinámico y moderno, no solo en Colombia sino en el continente.
Resultaría imposible e injusto por las naturales omisiones, mencionar a los cientos de hombres y mujeres que con su granito de arena construyeron este ejemplo de periodismo, pero tampoco sería del caso omitir a aquellos que al lado de Víctor León Zuluaga, dieron esos primeros pasos al mando de Darío Arizmendi: Piedad Correa, Héctor Rincón, Marta Botero de Leyva, Rafael Cervantes, Jairo León García, José Roberto Jaramillo, Arturo Giraldo Sánchez, Adriana Mejía y Ana María Cano, entre otros muchos.
Algunos podrán decretar el tradicional y triste minuto de silencio, pero el eco atronador de lo que fue y significó EL MUNDO en el periodismo colombiano, jamás podrá ser apagado.