El homenaje que algún día prometí a este poeta del tango, Horacio Ferrer lo voy a hacer con su misma inspiración
Cuando se asoma a la época de oro de los cabarets en Buenos Aires, como el Chantecler, el Tibidabo o el Marabú, viene a la mente un ensayo de Ezequiel Martínez Estrada (1) en el que se lee:
“El cabaret es un café de mayor fuste. Es un salón donde las personas tienen el temor de que se las conozca. Parecen estar cohibidas porque todo el mundo pudiera saber que están allí.
Se bebe y se baila, como se podría hacer otra cosa; porque al cabaret se va a bailar y a beber. Las mujeres cumplen una tarea que no las divierte; se ganan el pan bailando y bebiendo. (…). No tienen por qué estar alegres. Los hombres tampoco se divierten; simplemente van a divertirse. Y como se va a eso, todo tiene un aspecto de indiferencia, de cosas compradas y vendidas.”
Es de esas mujeres que trabajan en los cabarets de las que voy a hablar hoy, recogiendo los versos de Horacio Ferrer: “La noche les puso nombre con seducción de insulto/Paicas, locas, milongas, percantas o grelas” y para la sintonía con el título están invitadas las grelas.
Las páginas del tango destilan repetidamente historias de estas mujeres, y La última Grela de Horacio Ferrer es un canto lleno de humanidad que contrasta con las letras que les enrostran la humildad de sus orígenes y la imposibilidad de ascenso social por su perfil sin categoría, de la misma manera las letras van dando cuenta de un inicio en la adolescencia y por eso Jacinto Font escribió estos versos:
“Todo el mundo te conoce de alocada y jaranera,
todo el mundo dudaría lo que yo puedo jurar:
que te he visto la otra noche parada ante una vidriera
contemplando a una muñeca con deseos de llorar.(…)”(2)
Por otro lado, como estamos recorriendo la noche y el cabaret, este último remite a la mujer que está fuera de la casa disfrutando la fiesta, y también en contraste están aquellas que se guardan en sus residencias, que no van a la velada.
Se acomoda aquí un dicho de Demóstenes, cuando hace una clasificación de mujeres con un papel diferente: heteras para el placer de los hombres, “concubinas para servirles y esposas para que se ocupen de su descendencia”.
Es el momento de hablar de algunos de los cabarets famosos y opto por Chantecler, sitio concurrido, llegaban especialmente hombres solos o en grupo, allí encontraban parejas de baile llamadas alternadoras, milongas o coperas, con vestidos brillantes y largos, que trabajaban en el cabaret puesto que la fiesta se alegraba con orquestas de tango y de jazz. Su oficio era lograr que los clientes las invitaran a tomar un trago y así conseguir que se quedaran para que consumieran al máximo hasta las 3 ó 4 de la mañana que cerraba el sitio.
El homenaje que algún día prometí a este poeta del tango, Horacio Ferrer lo voy a hacer con su misma inspiración, y transcribo parte de su tango que fue musicalizado por Astor Piazzolla.
Pues bien, la pieza tiene un recitativo inicial:
“Fueron hace mucho las románticas proletarias del amor,
la noche les puso nombre con seducción de insulto
Paicas, locas, milongas, percantas o grelas.
Era común verlas al alba, desayunando un chocolate con churros
en la confitería Vesubio de la calle Corrientes,
terminaban a esa hora de trabajar en el Chantecler, en el Marabú y en el Tibidabo,
con un arranque loco de Madame Bobary de Barracas al sur
se jugaron la vida a los tangos.
Alguna se enamoró de aquel bandoneonista y por amor, ganó;
para otras la derrota fue mucha
terminaron atendiendo el guardarropas de damas
en esos mismos cabarets,
acaso se marcharon todas juntas un día
como si fueran una pequeña y extinguida raza con ojeras.(…)”
Por eso el cabaret es triste porque el jazz y el tango son tristes, porque esa diversión es un oropel, por el alquiler de la risa y de la compañía y porque cuando llega la aurora se esfuma la magia, es como un aviso del paso del tiempo que derrota a la juventud y a la mujer del cabaret, que ya no se exhibe, trabaja en el guardarropas y lo repite el poeta cuando dice: “traerá el olvido puesto”..
Cicerón dice en el libro De Senectute, Sobre la vejez: “La naturaleza tiene, como todas las cosas, un límite de existencia. La vejez es el final de una representación teatral de cuya fatiga debemos huir, sobre todo y especialmente una vez asumido el cansancio. Estos son los comentarios que os tenía que exponer sobre la vejez: Quieran los dioses que lleguéis a ella, y que la podáis experimentar y comprobar por vosotros mismos, teniendo en cuenta lo que os he comentado”.
Esta columna también finaliza y con La última Grela:
Despedirán su hastío, su tos, su melodrama,
las pálidas rubionas de un cuento de Tuñón,
y atrás de los portales sin sueño, las madamas
de trágicas melenas dirán su extremaunción.(…)”
Qué sola irá la grela, tan última y tan rara,
sus grandes ojos tristes trampeados por la suerte,
serán sobre el tapete raído de su cara,
los dos fúnebres ases cargados de la muerte.