El llamado a la reflexión y a la autocrítica del docente y periodista García Posada -cuya trayectoria es ejemplo de buen desempeño profesional y de responsabilidad con la vocación del comunicador- trasciende los momentos y las anécdotas.
Protagonismo, ausencia de respeto, sensacionalismo, comercialización, superficialidad, vulgaridad… son algunas de las tentaciones que afectan a la vida periodística. Con un vistazo a los titulares y temas de la actualidad bastaría para corroborar la cuotidiana presencia de algunas de aquellas patologías de los medios masivos. Las cosas llegan al extremo de que es la noticia el aspecto más lamentable de la conducta del comunicador lo que se repite y se convierte en foco masivo de interés, llegando a opacar lo que es realmente hecho importante del acontecer. El bosque no se puede ver debido a las ramas que lo ocultan. Como si la baja calidad de la tarea periodística fuera la norma, el consumidor de medios permanece desorientado.
Ante este panorama, voces serias como la de Juan Gossaín llaman la atención, tratando de corregir rumbos. Otro buen periodista, docente de muchas generaciones, ha hecho una magnífica y breve recopilación, que merece, precisamente ahora, ser puesta de nuevo en el escenario. El profesor Juan José García Posada reflexiona sobre las Siete responsabilidades del periodista en su obra Ética de principio a fin (Nueva colección Rojo y Negro, editorial UPB, No. 12 Medellín, 2012). Por su evidente importancia y actualidad, se destacan estos siete puntos: 1. Respeto a la dignidad de las personas. 2. Criterio racional y responsable en los contenidos. 3. Orientación al lector en la búsqueda de sentido. 4. Veracidad, compromiso con la realidad de los hechos y cosas 5. Respeto por el buen decir. 6. Lectura analítica del mundo real. 7. Ejercer el arte de vivir en armonía interior.
El llamado a la reflexión y a la autocrítica del docente y periodista García Posada -cuya trayectoria es ejemplo de buen desempeño profesional y de responsabilidad con la vocación del comunicador- trasciende los momentos y las anécdotas. Se refiere a la necesidad de una visión de hondura acerca del deber ser del proceder del periodista.
La verdad es la realidad, lo que las cosas son. La tendencia a la confusión y desorientación que algunos medios ejercen, con el correspondiente oscurecimiento de la verdad, se debe quizás a la habilidosa manipulación de aspectos emocionales de personajes del momento. La insistencia y obstinación en dirigir el contenido de los mensajes hacia la adulación o descalificación sistemática de determinados sujetos de interés desvía la posibilidad de reflexión de quien pasivamente es sometido a la influencia de los citados medios masivos. La parcialidad hacia temas y personas, hacia los aspectos negativos que subyacen a las historias biográficas de quienes ocupan portadas, moldean las respuestas de simpatía o antipatía por parte del lector o del oyente. Asombrosamente –bien se conoce esto por efectos recientes en procesos electorales en el mundo- la orientación del voto de millones de personas se logra modificar con habilidosos y repetitivos procesos propagandísticos que en ocasiones van cuidadosamente unidos a la tarea del informador, degradado a operario al servicio de intereses ideológicos o políticos. En aquellas circunstancias objetividad, veracidad, afán genuinamente informativo, se han puesto entre paréntesis.
Viene bien el llamado a la autocrítica proveniente del profesor García Posada: en realidad, está haciendo una defensa de la responsabilidad y de un valor que parece opacarse pero que también es imperecedero y atemporal: la necesidad de la decencia en el quehacer, en la tarea de vivir en armonía. Tarea en la que todos debiéramos estar empeñados, con independencia de la profesión, oficio y vocación que nos inspire.