El artista antioqueño Carlos Alberto Palacio, escritor y cantautor colombiano, alcanzó el honor del Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández, tras superar con sus versos a otros 383 poemarios postulados de todo el mundo.Abajo había nubes es el nuevo título del autor local que alcanzó el premio, que está dotado con 8.000 euros e incluye la respectiva publicación de la obra inédita, por la editorial madrileña Devenir.Carlos Palacio, o simplemente Pala, como letrista se ha destacado en el ámbito de la canción latinoamericana, hace dos décadas, y como poeta, aunque su camino no ha sido tan largo, se consolida ahora como un autor con el valor de la esperanza, muy pertinente en tiempos de la pandemia de la covid-19 que azota al mundo.Tanto el presidente del jurado del premio, Francisco Javier Díez de Revenga, como el director de la Fundación Cultural Miguel Hernández, Aitor Larrabide, destacaron del nuevo libro de poemas de Pala la esperanza que deja, a su vez que lo definen como el autor enamorado del poeta oriolano.Su valor poético dela canciónAl igual que Bob Dylan, de canciones como Like a Rolling Stone, Knockin’ On Heaven’s Door y Blowin’ in the Wind, fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 2016, según la Academia Sueca por “haber creado nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción estadounidense”. Ahora, en este 2020 el premio otorgado por la Fundación Cultural Miguel Hernández al artista autor y cantante antioqueño Pala, reivindica el valor poético de la canción. Es de precisar, en el fondo el valor de este premio en esta ocasión está en que fue otorgado a un cantante.De Pala se destaca la excelencia de sus letras, que se mezcla con su ingenio en las mezclas musicales, con gran creatividad melódica, y no se puede dejar de mencionar el sentido de los mensajes de sus letras.Es válido afirmar que a Pala la literatura le fluye por la sangre. El periodista mexicano Héctor González afirmó que es un “diestro para la métrica y la lírica”.Su propio amigo y colega Jorge Drexler, quien es también actor uruguayo, afirmó: “Es uno de mis escritores favoritos contemporáneos del verso fijo y un impresionante sonetista”.En entrevista con EL MUNDO, Pala narró cómo recibió el premio por su lado poético y cuál ha sido su camino en ese arte, entre otras confesiones más.¿Cuál ha sido su camino en el arte de la poética?Yo llevo una carrera mucho más larga en la música, de hace más de veinte años, pero llevo escribiendo poesía más o menos cinco años, con dos libros editados, uno hace dos años y otro hace tres, Pasacintas y Así se besa un cactus.¿Cómo describe al libro ganador (Abajo había nubes)?Es un libro que escribí cuando cumplí 50 años de edad. Este es un poemario que reúne mi visión del mundo al llegar a ese lugar, a ese momento de mi vida, al balcón de los cincuenta años.Es un grupo de poemas que yo escribo situándome en mi pueblo natal, Yarumal (Antioquia). En ese pueblo pasé mi infancia y lo que la vida me ha ido mostrando es que finalmente uno regresa al lugar del que es.¿Cuál es el trasfondo del título de su nuevo poemario?Definitivamente, el titulo se refiere a eso que es para mí mi pueblo. Yarumal es un territorio colgadito en la montaña, es un pueblo muy frío. En muchos días del año uno se levanta y ve que, efectivamente, las nubes están debajo de las montañas.Entonces, el título de este poemario se refiero a eso, además todo el libro es una alusión a ese tema.En ese transitar por la música y la poética, ¿qué le ha dado cada una de esas artes?Cada una me ha otorgado alegrías diferentes.La música tiene una particularidad que es la de poder hacer que te relaciones con tus seguidores de una manera más directa, existen los conciertos y esa conexión directa con el público.Por su parte, la escritura del texto poético coloca al lector o seguidor, en una posición que vos ni siquiera conoces. Pero, eso hace que se otorgue otra posibilidad, para que uno diga exacta y milimétricamente lo que cada uno quiere.La poesía genera unas cuotas de libertada que la canción no te da. En síntesis, creo que cada uno de los géneros ofrece unas reflexiones y placeres distintos.¿Cómo recibe este premio?A mí me hace muy feliz, porque es un premio que lo dan más que a un poeta a un cantautor. Para mí es muy significativo, porque es un premio que vuelve a ubicar a la cultura en el centro de la discusión sobre si la canción tiene un valor poético.Yo estoy seguro de que la canción puede tener perfectamente un valor poético, y eso es algo que la sociedad no puede dejar perder de vista.Finalmente, ¿en qué está ahora con su música?Estoy presentado ahora mi noveno disco, El siglo del Loro. Es una recopilación de sonetos musicalizados, que canto con algunos colegas.Canto con Jorge Drexler, con Juanes, con Santiago Cruz, con Pedro Guerra y otros colegas más que invité.A continuación, el video de la canciónExiste Una Mujer, canción deEl siglo del Loro, en compañía deRozalén.
Incentivar la búsqueda de la excelencia, la innovación y la coherencia ética en el periodismo, con inspiración en los ideales y la obra de Gabriel García Márquez, y en la dinámica de innovación, creatividad y liderazgo que caracterizan a Medellín sigue siendo el objetivo principal del Premio Gabo, que convoca la Fundación que lleva el mismo nombre.En un momento en el que se habla de una crisis en el periodismo y que se ha agudizado con el cierre definitivo de algunos medios y la reducción de personal en otros, el reto es a mantenerse y a rediseñar las estrategias de comunicación, que incentiven y motiven más a las personas a seguir manteniendo vigentes los medios, sobre todo en un momento como este en el que con un simple celular cualquier persona puede transmitir información, el reto es aún más grande.Sobre esto, EL MUNDO habló con Jaime Abello Banfi, director general de la Fundación Gabo, quien respondió la pregunta de qué tan cierto es que el periodismo pasa por una crisis actualmente: “El periodismo sí pasa por una crisis, pero las crisis no son para terminar sino para reinventarse y por eso creo que nosotros lo resaltamos diciendo que más allá de las crisis las historias continúan, que es el lema de este Festival. El periodismo está teniendo mutaciones y la comunicación es algo que ya no es privilegio de los periodistas sino que mucha gente la tiene a su alcance, incluso a través de los teléfonos, que tienen capacidad de hacer difusión de muchos temas para audiencias muy amplias”.Para el Director, la pregunta que debemos hacernos es la de “¿cuál es el periodismo indispensable?, ¿qué es lo que nos distingue?, ¿qué es lo que nos hace únicos? y esa es una de las preguntas fundamentales que tratamos y que nos planteamos en este Festival Gabo 2019”.Al ser cuestionado sobre cuáles son los retos que tiene el periodismo, para dónde va, Jaime Abello afirmó que “el periodismo tiene el reto de convertirse en algo imprescindible para la sociedad, para eso debe ir redefiniendo los elementos centrales, la independencia, el buen juicio, el cuidado investigativo y analítico, la intención de explicar el mundo, de ayudar a que la gente entienda, eso me parece muy importante”.Lo que le satisface, destacó, es “darme cuenta que el periodismo de Latinoamérica goza de esa vitalidad y apunta a esos objetivos, prueba de eso son los trabajos finalistas del Premio Gabo que convergen al Festival de Medellín. Hubo 1.730 trabajos concursantes este año, que fueron estudiados por tres rondas de jurados, compuestos por 53 personas en muchos países, y han llegado doce finalistas, cuyo periodismo nos muestra que podemos tener una esperanza”.¿Cómo aporta este Festival Gabo a lograr ese periodismo que se quiere?, Abello Banfi expresó que “este Festival no es un congreso profesional, es un Festival ciudadano, es para poner a dialogar a los periodistas con la ciudadanía en los temas álgidos, no solo del oficio y de la industria sino también de las preocupaciones ciudadanas. En ese sentido creo que es un aporte y espero que ayude no solo a proponer nuevos modelos referentes y respuestas a los interrogantes sobre la crisis del periodismo, sino también a construir confianza en la ciudadanía hacia los periodistas”.Lea también:Homenaje a Gabo y Mutis entre danza, teatro y letrasGanadores Premio Gabo 2019Categoría TextoLa sangre nunca fue amarillaAutora: Mónica Baró Sánchez (Cuba).Medio: Periodismo de Barrio.La sangre nunca fue amarilla es un reportaje que reconstruye un caso de envenenamiento por plomo en un barrio de La Habana, Cuba, a partir de una exploración de las memorias y miedos de sus protagonistas y que según su autora “obedece a que estamos rodeados de venenos que no percibimos, permanecemos como personas aparentemente saludables y no sabemos que hay tóxicos en el ambiente que nos pueden hacer daño”.El jurado aseguró que este reportaje, uno de los 766 que fueron postulados, se convirtió en una propuesta “con pulso narrativo que recupera y reivindica el derecho del periodista a invertir tiempo en su historia, en épocas en los que hemos perdido esta cualidad, sometidos a métricas y a productividad examinadas con lupa”.Categoría Imagen America First: El legado de una redada migratoriaAutores: Almudena Toral (España), Andrea Patiño Contreras (Colombia), Mauricio Rodríguez Pons (Venezuela), Gerardo del Valle (Guatemala), Ronny Rojas (Costa Rica), Juanje Gomez (España), Ricardo Weibezahn (Venezuela), Anna Clare Spelman (Estados Unidos) Nacho Corbella (Argentina), José F. López (Colombia) y Selymar Colón (Puerto Rico).Medio: Univisión Noticias Digital (Estados Unidos).Un especial multimedia bilingüe y un documental de 42 minutos buscan dar contexto al incremento de arrestos de indocumentados y redadas migratorias por parte del gobierno de Donald Trump en EE. UU., a través de las poderosas lecciones de un pueblo en Iowa donde sucedió una de las redadas más grandes de la historia del país hace 10 años.“Aunque esta historia haya pasado hace 10 años, esperamos que sirva para entender los efectos tan devastadores que tienen las redadas masivas y los desafíos que enfrenta la comunidad migrante tanto en Estados Unidos como en América Latina”, expresó Andrea Patiño, una de las autoras.El Premio Gabo fue otorgado, según el jurado que revisó 307 trabajos postulados en esta categoría, porque “el magnífico resultado justifica claramente aquella opción inicial, al demostrar la ineficiencia de la lucha contra una inmigración justificada por necesidades sociales y económicas”.Categoría CoberturaEl país de las dos mil fosasAutores: Alejandra Guillén, Mago Torres, Marcela Turati, David Eads, Erika Lozano, Paloma Robles, Aranzazú Ayala, Alejandra Xanic, Queso y Mónica González Islas, Gilberto Lastra, Mayra Torres, Juan Carlos Solís (?), Ana Ivonne Cedillo, Gabriela De la Rosa, Sandra Ley, Pedro Pardo, Félix Márquez, Queso, Rafael del Río (México).Medio: A dónde van los desaparecidos, Quinto Elemento Lab.El país de las dos mil fosas mostró, por primera vez, la expansión del hallazgo de fosas clandestinas en México entre los años 2006 y 2016 durante el periodo de la estrategia de seguridad llamada “Guerra contra las drogas”.“Este trabajo es la forma que encontramos nosotras de hacer visible la catástrofe que estamos viviendo, nuestra propia excavación en esas fosas y es difícil festejar este trabajo que le duele a tanta gente”, manifestó una de las autoras.Esta investigación es el resultado del trabajo de campo y documentos públicos obtenidos por un grupo de periodistas independientes a lo largo de año y medio y entre 404 postulaciones ganaron el Premio porque para el jurado este proyecto “identifica y localiza las fosas clandestinas en México, adonde fueron a parar los desaparecidos y destapan así para el mundo una realidad que estaba escondida bajo tierra, disuelta en ácido, carbonizada, arrojada a los ríos y que remite a los peores momentos que ha vivido la humanidad”.Categoría InnovaciónMujeres en la vitrina, migración en manos de la trata – zonadivas.infoAutores: Jaled Abdelrahim Aranda (España); Tatiana Cañón (Colombia), Fernando Santillán, Mónica González Islas, Jacobo Nájera, Lydiette Carrión, Gloria Betsabe Piña, Marco Antonio Gutiérrez, Landybel Pérez, Alfredo Domínguez, Amit Dorenbaum, Mario Báez, Diego Aguilar, Héctor Cárdenas, Marco Jasso, Hugo Muñoz, Edgar Villeda, Aida Quintanar, Beatriz Vernon, Alejandro Elizondo, Alejandro Meléndez y Javier García (México); Liz Gascón, Sheyla Urdaneta, Nadeska Noriega, César Batiz, Lorena Bornacelly, Alma Ariza, Elsy Torres, Andrea Tosta, Gabriel Batiz, Christian Mijares, Claudia Lizardo, Christopher Colmenares, Marian Piñango y Alexis Navarro (Venezuela).Medios: Pie de Página, Fusión, Enjambre Digital (México) y El Pitazo, TalCual, Runrunes (Venezuela).Mujeres en la vitrina es una investigación sobre la trata de mujeres en México y Venezuela. El portal, que tomó como referencia el sitio original de zonadivas.com, muestra la investigación de un equipo de periodistas de seis medios y dos países tras el asesinato de mujeres venezolanas, argentinas y mexicanas que estaban involucradas con el portal.“Fue un trabajo doloroso y peligroso, pero el periodismo es de resistencia, siempre estuvimos volviendo a la historia y con esto le estamos diciendo a la gente que el periodismo en Venezuela no se rinde”, afirmó una de las autoras.252 trabajos fueron postulados y este se llevó el premio porque para el jurado hace “un contraste con las historias trágicas que revela este trabajo de investigación, perturbando y llamando la atención de la audiencia y poniendo en evidencia que la experimentación fue una de las apuestas del equipo. Además, visibiliza como la industria sexual alberga espacios de prostitución desde internet y las redes sociales; y con ello, páginas como Zona Divas se han beneficiado de la vulnerabilidad de las mujeres migrantes para cooptarlas en redes de trata”.ReconocimientosDurante la premiación también se entregaron dos reconocimientos, uno fue a la Excelencia Periodística, que fue otorgado al periodista antioqueño Jesús Abad Colorado, quien por más de 25 años ha registrado las diversas caras del conflicto armado en el país.El Consejo Rector de la Fundación Gabo reconoció la trayectoria de Jesús Abad Colorado y resaltó en ella valores como la ética, el respeto por los derechos humanos, la integridad y el compromiso con los ideales de servicio público del periodismo.El otro reconocimiento fue el Clemente Manuel Zabala entregado a un editor colombiano ejemplar, que en este caso fue Luis Enrique Rodríguez, director del servicio alterno de Caracol Radio.
¿Qué es esta cuadra? Si la comparo con aquellas de un remoto pasado, ahora durmientes en una inestable memoria con la propiedad —o quizá defecto— de poner bonito lo que era feo, de pintar de colores lo que ni siquiera tenía pintura, es apenas una soledad sin esquinas. Porque las esquinas, digo las de antes, las forjaban los muchachos sentados, o contra la pared, o de pies con una pierna en la acera y la otra en el pavimento, y tenían algún bar en el que jamás faltaron tangos. Y no había soledades. Al menos en uno. Porque, ya se sabe, la soledad es una manera de estar cuando los años te han enseñado a contemplar la vida y a aprender, con un poeta del Siglo de oro, que “a mis soledades voy, de mis soledades vengo”. Y entonces ¿qué es esta cuadra?Ahora, como vivo más hacia el adentro, la cuadra no está en el coto de mis jerarquías. ¿Cómo decían antes? Ah, sí, o de mis prioridades. No es como, por ejemplo, aquella de la carrera cincuenta, un camino hacia el infinito morro Quitasol, delimitada por una esquina en la que, en una casa de plancha, habitaba la muchacha más pretenciosa (así decía papá) que ni siquiera alzaba a mirar a nadie, menos a nosotros, a los que habían afamado (o difamado) las señoras, en particular doña Marta la de la tienda, como patanes, perniciosos, vagos y nada temerosos de Dios ni del diablo. Y en la otra casa, con tejado español, una familia que, según las apariencias, había venido del campo.En la otra esquina (así decían en boxeo) estaba, de un lado, el bar Florida, y, del otro, en el primer piso, una tienda de un tipo al que llamábamos El llanero y, en el segundo, el habitáculo de una doña a la que no sé por qué le teníamos el sobrenombre de La perra, habitante de una casa sin repellar y con tejas de asbesto. Y dentro de esos límites, había obreros de fábrica, muchachas bonitas, un señor que andaba con suavidad, la otra tienda, un solar tapado con una paredilla de ladrillos, en fin, que también habitó por allí una dama de trajes negros, muy nocturna ella, y sus hijos cuyo padre era el dueño de un circo.Lea también:El extranjero, una metáfora del absurdoEra una cuadra de fútbol, aunque este más que en el espacio sin asfalto, con calle que se embadurnaba de pantano tras las lluvias, lo practicábamos en la plazuela, ahí no más, en la cuadra siguiente. Entonces, para mayor precisión, era de futbolistas que tenían que jugar en la otra esquina. El listado es largo y no hace falta publicar la alineación.Árboles, ladrillo, asfalto. Una cuadra es más que estos elementos. Foto SpitalettaPero, esta cuadra de ahora, en la que habito hace nueve años, es un modo de la soledad. O de las ausencias. Al frente, y lo veo por el ventanal de la sala, hay un parqueadero, que alguna vez quiso ser un pequeño parque con bancas y jardín, rodeado de mallas. A veces, bueno, o casi todos los días, (la veo desde la ventana) llega una señora rubia con carro oscuro, abre las puertas batientes y va al edificio de enseguida, donde, supongo, en el segundo piso, habita su mamá. Ahí, por la acera que está al frente, se yergue un guayacán amarillo, al que arriman pájaros diversos, algunos estrambóticos y de otros mapas, con picos curvos, garras y muy bien emplumados. Hay meses en que sus hojas tapizan no solo el parqueadero de piso de cemento burdo y las aceras, sino la calle. Sucede igual, en otros momentos, con sus flores amarillas.Después del edificio de ladrillo a la vista, hay una casa en la que ya no vive nadie en ella, aunque de día hay una fotocopiadora y cuelgan de una pared coloridos pendones con precios y servicios. Y hacia abajo, con antejardines en los que también hay laureles y crotos, una casa de dos pisos con una barbería en el primero; luego en casa grande y vetusta, una arepería, a la que se le pega otro caserón en el que hay una fábrica de pulpas de frutas. Y en la esquina, sí, en esa casa blanca con rejas, que fue inspección de permanencia, ya no vive nadie.De este lado, o sea, en la misma acera de mi casa, que afuera, en el antejardín tiene un jazmín de noche (reemplazó a un viejo carbonero que murió de pie), una estrella de oriente y un limonero, hay una casa de dos pisos con balcón al que casi no se asoma nadie. En sus afueras crece una araucaria. Luego, en lo que hace años fue un enorme caserón, hay una institución de salud, sólo de consulta externa y laboratorio, que, a continuación, en otro gigantesco lote (nunca vi qué casa hubo allí, pero por lo menos mide ochocientos metros cuadrados) tiene el parqueadero privado. Y sigue un edificio de tres pisos, más bien anodino y sin ninguna distinción. Después, una torre de veinte pisos, que puede ser una de las más feas de la ciudad, se eleva sin dignidad arquitectónica alguna, con apartaestudios y en los bajos una tienda de autoservicio. Termina esta parte de la cuadra con abundante casona en la que funciona un centro de rehabilitación de drogadictos.Le puede interesar:La metamorfosis o el fracaso de vivirEsta cuadra ancha, con aceras y antejardines, con árboles y arbustos, con uno que otro geranio y matas que llaman de la felicidad, está en el día atiborrada de autos y otros vehículos estacionados, aparte de los que discurren siempre hacia arriba, rumbo a los barrios altos. Es, hasta más o menos las siete de la noche, una cuadra con movimiento y traqueteo de motores. Por la mañana, si uno atisba por el ventanal, verá siempre, sin falta, excepto los domingos, peregrinos a granel que van buscando el centro de la ciudad, a pasos raudos, como si fueran a llegar tarde al trabajo o al estudio.Por la noche, hay una transformación. La cuadra se aquieta en una soledad silenciosa. Una noche, como a las diez, escuché unos gritos. Eran los de un muchacho de a pie al que querían asaltar los de una motocicleta. “¡Me van a atracar!”. Me asomé a la ventana y prorrumpí en un “¡hey!, ¡qué pasa! ¡Ladrones!”. El muchacho forcejeaba. No se dejó asaltar. Los rateros, como sorprendidos, emprendieron la fuga a los gritos de “¡gonorrea!”. El parrillero intentó tapar la placa con su mano. En los últimos tiempos, pasan mujeres y hombres rubios y muy blancos, sin duda extranjeros, y de vez en cuando monjas de hábito claro y un tipo moreno, barbado, con túnica a lo apóstol, roja y azul celeste, andando en sandalias.En la esquina de arriba, diagonal al guayacán, y en la acera de mi casa, que voltea en su prolongación por la otra calle, hay un poste con una cámara de seguridad y el respectivo aviso: “Zona vigilada 24 horas”. Por las mañanas, se escuchan, cómo no, cánticos de diversos pájaros. Al atardecer suena la gritería de loros. Los martes y los viernes, por las noches, desfilan indigentes que abren las bolsas de basuras, las riegan en muchas oportunidades, se llevan el reciclaje y se encuentran sin saludarse. Hay un hombre, con dulceabrigo rojo, que en el día cuida y organiza los carros y motocicletas que llegan al servicio de salud. En un tiempo, olía en las mañanas a papas, buñuelos y empanadas de una cafetería que ya cerraron.Guayacán y silueta de edificio. Foto SpitalettaSi no fuera por los guayacanes (hay tres), los laureles y el frondoso arbusto galán de la noche (así también le dicen, aunque todavía no perfuma), sería una cuadra sin gracia alguna. Si quieren saber cuáles son los sonidos del silencio, pueden pasar un domingo después de las ocho de la noche. Es una cuadra para los que ya vivimos más hacia adentro que hacia el exterior. No hay niños y hace poco murió el vecino del primer piso, un ingeniero geólogo de pocas palabras y con apariencia de no querer seguir viviendo. No hubo aviso funerario y no sé dónde fueron las honras fúnebres.Además, lea:La filósofa de la pierna de paloTodavía por esta cuadra se escucha el pregón del mazamorrero y los alborotos de un carrito de helados con altoparlante. Pasa, antes del mediodía, de lunes a sábado, la señora que anuncia tamales a tres mil. Y dos veces a la semana, a mi puerta toca Aurora, una viejecita de bastón que vende inciensos y confites.A diferencia de aquella antigua cuadra de estropicios, con muchachas de minifalda y obreros de factorías textiles, gritos de fútbol callejero y señoras de chisme a flor de piel, por acá no hay saludos de puerta a puerta ni de ventana a ventana. Y, en rigor, no sé cómo se llama la señora rubia del carro oscuro, ni su mamá, ni los que habitan en el primer piso en diagonal (una señora amonada y su marido), ni los de enseguida, ni la señora de las fotocopias. Solo sé el del caballero del dulceabrigo rojo, el de uno o dos taxistas y los de la viuda y los dos hijos del señor que dejó de vivir para siempre en esta cuadra.
Fútbol, vida, trampa y milagros es una visión romántica que recopila las reflexiones sobre el Deporte rey que tiene el escritor, periodista y colaborador del periódico EL MUNDO, Reinaldo Spitaletta Hoyos.El libro, publicado por el Sello Editorial de la UPB, no es más que su propia dicotomía de este deporte, el cual describe en sus líneas que puede llegar a ser un divertimento y un negocio descarnado al mismo tiempo.Las tres dualidades del fútbolSe trata de un texto que el escritor decidió hacerlo en tres apartados, uno es ese fútbol regocijante, el que se juega simplemente por alegrías, en el que no importa si se gana o no un partido, es decir, ese juego del barrio, que remite a la infancia, que tiene historias en un potrero, en un arenal, en un lote lleno de piedras, en el que no importa el nivel futbolístico que se tenga.El otro apartado se refiere al fútbol profesional, que busca la ganancia, la plusvalía, los negocios. El cual está lleno, también, de trampas y de otro tipo de intereses distintos a los de la simple capacidad del hombre de diversión.Para el tercer aspecto del libro, Spitaletta Hoyos describió los intríngulis que conectan al fútbol con la política, con los poderes; pero, además, con el urbanismo, con las ciudades y con aquellas personas que se denominan los hinchas de este juego. Igualmente, tiene la semblanza de los seguidores del fútbol, sus cualidades, pasiones y desvelos.De este último, hacen parte algunas conferencias dictadas en 1998, en el desarrollo del Mundial de Franciaentre otros textos suyos que ha escrito a lo largo de su carrera.“La narración salió de mí, son vivencias que llevaba adentro. Como también jugué fútbol, se me dio natural el contar algunas historias que tuvieran que ver con ese deporte, que nació como de élite pero después se volvió el más popular del mundo”, expresó el autor.El libro Fútbol, vida, trampa y milagros está en español en la parte delantera y en inglés en la parte posterior, ello porque hace parte de la colección bilingüe Fútbol y letras del Sello Editorial de la UPB.Así también, aparecen en su relato historias con Oswaldo Soriano, Mario Benedetti, Garrincha, Camilo José Cela e incluso el anti-fútbol Jorge Luis Borges. Algunos por jugadores y otros porque han escrito sobre fútbol o el autor tuvo alguna experiencia con ellos enese deporte.Sus lecciones en el fútbolPrecisamente, considerando las tres dualidades del fútbol que desarrolla la publicación, el afamado cronista local convirtió sus propias lecciones deportivas en este juego en el entramado narrativo de Fútbol, vida, trampa y milagros.Él consideró que a quien le gusta el fútbol es porque en su niñez tuvo acercamientos con una pelota o con un balón. El mayor beneficio que encontró en este deporte se refiere a la sociabilidad y a la relación con los demás, en esa etapa de la vida en específico, en tiempos cuando era hasta difícil conseguir un balón, y había que hacer ‘vaca’ y cuando no se tenía ni para eso se jugaba con pelotas de plástico.Y es que el fútbol crea unos criterios de amistad y de solidaridad particulares, que lo digan los niños y las niñas que vibran con este juego. La solidaridad tiene aquí un nuevo criterio de vida. “En nuestro caso, en Bello (Ant.), donde nací y me crié, el fútbol se vivía en los potreros, en las mangas, esos eran los mejores lugares para jugar con los del barrio o con los del otro barrio, en los populares desafíos, escenarios en los cuales se defendía la dignidad del barrio mismo”, narró Spitaletta Hoyos.Se debe contar que el escritor ha jugado fútbol desde niño, ahora no con la misma intensidad y vigorosidad que en su infancia; sin embargo, lo que se narra en el libro son también sus historias de esa época de cotejos en Manchester, en Santa Ana, en La Cumbre, o en El Carmelo de Bello, al Norte del valle de Aburrá.No obstante, se añaden los relatos del fútbol que vivió en una forma más profesional, más competitiva, ya cuando jugó en equipos que represaban a empresas, como Calzado Extra y otras que él ya casi no recuerda bien.¿Cuál era su posición? Reinaldo jugó desde niño como puntero, acechando el ataque a ambos costados de la formación, aprendió a manejar las dos piernas aunque le iba mejor en el lado derecho.Confesó que en fútbol competitivo no se sintió bien, como sí se sintióen el de la infancia y la adolescencia.Esas y muchas más, son las lecciones de fútbol en la vida de Reinaldo Spitaletta Hoyos.El texto Fútbol, vida, trampa y milagros se puede encontrar en la Librería de la UPB, ubicada en el bloque 13 del Campus Laureles. También se puede realizar la compra en la línea 3544565 ext.14810.
Una librería es un símbolo de civilización, un negocio cultural que marca para siempre a quien lo visita y le deja impresiones gratas. Hay pueblos grandes que no tienen ninguna. Hace años, cuando con Memo Ánjel recorríamos el suroeste de Antioquia para la escritura de un libro (salió Café del Sur), encontramos en una tienda-librería (me parece que fue en Ciudad Bolívar), casi todas las obras de William Faulkner, que escaseaban en grandes librerías de Medellín.El recuerdo más viejo que tengo de una librería puede ser aquel cuando entré con mamá a la Librería Católica, en inmediaciones de la iglesia de La Veracruz, muy cerca entonces del “cuadradero” de los buses de Bello. No sé con exactitud qué iba ella a averiguar, en todo caso no era ningún catecismo ni libro religioso. Me parece que ella andaba buscando una obra que yo jamás he visto en ninguna parte: El coche número 13.Después, sin ser muy asiduas las visitas, pasaba por la Librería Aguirre, al frente del teatro Ópera, en Maracaibo entre Palacé y Junín. Sin embargo, a fines de los setentas, la más atractiva librería, o al menos así me lo parecía, era la Continental, cuando ya estaba en la esquina de Palacé con la avenida Primero de Mayo. Rafael Vega, su dueño, formador de libreros, era un tipo de exquisiteces tanto musicales como literarias. Y los fines de semana uno se iba a ver estanterías, a escuchar música clásica (y a Gardel, porque era el único cantor popular que allí se vendía), a rebujar en lo que daba la idea de una inmensidad infinita de libros.Tenía la Continental la facultad de que uno podía quedarse allí, leer apartes de libros, permanecer varias horas en una suerte de paraíso e irse al final de cuentas sin haber comprado nada.Tal vez para muchos estudiantes de los setentas, que empezábamos a formar bibliotecas familiares, la que más nos representó en facilidades para la adquisición de libros fue La Anticuaria, de Amadeo Pérez, en Ayacucho con Sucre (después tuvo sucursal en Niquitao, en la zona de la plazuela San Ignacio). Allí uno podía escoger sus preferencias y los dependientes le hacían un paquete para irlo pagando por cuotas. Lo guardaban y al cancelar, después de varias semanas, pues uno se iba feliz a casa con su “pocotón” de libros.En los setentas y ochentas, además del cine, del café-bar, de los paseos por Junín o de sentarse con un tinto en Versalles por horas a arreglar el mundo, las librerías eran una atracción de juventud. En Junín, al frente del edificio Coltejer, estuvo durante muchos años la Librería Nueva, con su vitrina hipnotizante en la que, como en un tango, a veces uno pegaba la ñata contra el vidrio. La Nueva entonces era ya vieja (la fundó el pedagogo Luis Eduardo Marín, en 1926) y, en medio de muchachas bonitas y olores a pan fresco, era un referente de aquella calle inevitable.¿Quién que quiso tener libros prohibidos no fue a averiguarlos y conseguirlos en la librería de Óscar Vega, en Colombia con Caldas? De aquellas “conquistas” (Fanny Hill, por ejemplo) solo conservo a Cora Pearl, Confidencias de una cortesana. El señor Vega era un cómplice cultural de muchachos que estaban más allá de homilías y pulpitazos.A veces, el programa era irse de recorrido por las librerías del centro. Y en el periplo no faltaban ni La América (fundada en 1943 por Jaime Navarro) ni la Científica, de Humberto Donado. Ambas, consecutivas. Sí, ahí en el Perdón de La Candelaria, en Boyacá entre Junín y Palacé. En la primera, con su enamoradora vitrina y su caja registradora color gris plomo, que cerró a principios de 2018, había libreros como Luis Fernando Solórzano, de Heliconia, que contaba historias de fantasmas y otros espantos.En una librería, que en rigor era más papelería, la Bolívar, conseguí casi toda la colección Obras Inmortales, de tapas rojas, de la editorial Bruguera, en la que había desde historias siniestras hasta la Anábasis o Expedición de los diez mil, de Jenofonte. Víctor González, un muchacho de Bello, que allí laboraba, nos las vendía a mitad de precio. Por puro paisanaje y camaradería.Cuando quedaba en Palacé, entre Maracaibo y Caracas, la Dante era una atracción tremenda. La había fundado Antonio Cuartas Pérez en 1927 y su último local cuando ya su creador había muerto años atrás, estuvo en Colombia con la Oriental. No era ni sombra de lo que fue. Detrás del Hotel Nutibara, en una esquina de Maracaibo, funcionó una sucursal de la Científica. Tengo el vago recuerdo de que por allí también quedó una librería que vendía las obras de la Editorial Progreso, de Moscú.Tal vez una de las últimas librerías que hubo por La Playa (bueno, ahora hay algunas como la Legis, de libros jurídicos) fue Mundo Libro, cerca de Bellas Artes. La administraba Pacho García, de permanente amabilidad. Y después de haber tenido el centro un número interesante de librerías, de pronto todas (o casi todas) se murieron. Sobreviven algunas, como el Acontista, en Maracaibo con el Palo; Librópolis, en el pasaje Orquídea Real, y la del Paraninfo de la Universidad de Antioquia. Ah, y las del Centro Popular del Libro, en el Pasaje La Bastilla.Aquellas librerías extintas, en las que hubo tertulias y encuentros, son parte de un mundo que ya no es. Seguro los más veteranos recordarán la Don Quijote, la Pluma de Oro, la Atenas, la Horizontes, la Ilustración y otras. El centro se quedó huérfano de estos lugares imprescindibles y, por lo visto, de nada valen las nostalgias.
La Unidad Deportiva María Luisa Calle se llenó de colores el pasado fin de semana. Allí se congregaron más de 30.000 visitantes en torno a las letras y las historias en la décima Parada Juvenil de la Lectura. Desde las 2:00 p.m. del sábado, escritores, docentes, gestores y curiosos se encontraron en ocho debates programados y otros espontáneos con temas actuales. Fue, además, una jornada en la que se escucharon sonidos de pop, rock, fusión, hip hop, jazz, entre otros.Acostados en la zona de picnic, sentados en algún escalón, recostados en un muro, muchos leyeron una de las obras que eligieron en Libros Libres, espacio en el que tuvieron más de 4.000 opciones de lectura.Otros observaron documentales y películas que se proyectaron en el ciclo de cine colombo-mexicano, con títulos como Las vueltas del Citrillo y Enamorada, por México; Matar a Jesús y Rodrigo D- No Futuro (remasterizada), por Colombia.Un total de 150 talleres de lectura, escritura y oralidad congregaron a 4.770 personas en el Jardín Lectura Viva. Por su parte, en el Salón de Nuevas Lecturas se dictaron 17 talleres, con 642 asistentes.Lea también:Jóvenes se citan con actividades diversas entorno a lecturaEn la Parada Juvenil se entendió que la vida se puede leer de diversas maneras, más allá de las formas tradicionales. Así lo explicó Ever Giraldo Kuiru, hablante de la lengua m?n?ka de la cultura amazónica y guía del laboratorio Voces que cuentan otros paisajes, otras formas de mirar.“En las culturas ancestrales y, en especial en la cultura murui muina, hay diversas maneras de hacer una lectura: en un tejido, una danza, un canto, una pintura..., que enriquecen, porque no solo es importante la visibilidad, sino el sabor, el olor, el color, el tacto”, dijo.El Cuentico Amarillo Frankenstein en Medellín también se paseó por la Unidad Deportiva María Luisa Calle. La historia escrita por Reinaldo Spitaletta ya empezó a conocerse y fue el abrebocas para lo que viene con este personaje en la décima segunda Fiesta del Libro y la Cultura, en septiembre.Para Lina Botero, secretaria de Cultura Ciudadana, el balance que deja este segundo Evento del Libro es muy positivo: “Encontrarnos en el espacio público, celebrar alrededor de los libros, las artes y la cultura, observar cómo en Medellín nos movilizamos para construir confianza y cultura ciudadana desde la palabra, es muy gratificante e inspirador”.Por su parte, para Diego Aristizábal, director de los Eventos del Libro, “nos estamos dando cuenta de que Medellín lee, de que la gente quiere acercarse a los libros. La Parada Juvenil de la Lectura es una muestra de que cuando nos reunimos en el espacio público alrededor de los libros, las cosas funcionan”.Después de esta décima Parada Juvenil de la Lectura, muchos momentos e historias quedaron en la memoria, que, precisamente, es el tema de los Eventos del Libro 2018, un proyecto de la Alcaldía de Medellín en asocio con la Biblioteca Pública Piloto y que llevan a la acción el Plan Ciudadano de Lectura, Escritura y Oralidad En Medellín tenemos la palabra.
Luego de iniciar un año en medio de la incertidumbre de sí se realizaría o no, el Festival de Poesía de Medellín llegó a su edición número 28. “Este festival cuenta con una fuerza propia otorgada por la ciudad misma y por lo poetas del mundo entero”, indicó Gabriel Jaime Franco, coordinador general y cofundador del Festival.Resaltó, además, que los inconvenientes que se presentaron con el Ministerio de Cultura se resolvieron gracias a la presión internacional, que contó con las solicitudes de 152 países enviadas a la ministra.La decisión de dedicar el Festival al chamanismo y los cantos originarios se debió, según explicó Franco, a que estos pueblos tienen una visión de la naturaleza opuesta a la que se tiene actualmente y que ha generado el deterioro del medio ambiente.“Insistir en el actual momento del planeta y de la historia, el que re-miremos nuestra relación con la naturaleza es esencial, de lo contrario vamos al abismo y posiblemente parte de la respuesta la tengan estos pueblo originarios”, narró.Asimismo, mirar estas culturas y sus rituales pueden hacer que la humanidad vuelva a sus raíces, a sus mitos y seguramente al recuperar esa historia propia mejore la situación actual de la conciencia humana.Pueblos originarios como epicentroPor su parte, Víctor López Rache, poeta colombiano, manifestó que es la primera vez que asiste a un Festival en donde el chamanismo y las expresiones de los pueblos originarios son el epicentro, lo que le genera mucha curiosidad.Después de estar en 30 o 40 años trabajando con la poesía, él ha aprendido que hay cosas misteriosas y que puede descubrir con estas personas, quienes enfocan su poesía a la naturaleza y a las culturas nativas.Otro de los invitados a este Festival es Juan Gregorio Regino, poeta mazateco de México, sus poesías están enfocadas a los temas rituales, a la conexión del hombre con la naturaleza, con los dioses, del lenguaje y el conocimiento que tienen estas comunidades y que al cultivarlo pueden alcanzar una visión más holística del mundo.“Mi mayor recurso son las formas literarias que no existen en la poesía Occidental, recursos estilísticos que en mi lengua existen y que eso a mi me permite emerger como un poeta contemporáneo, pero que se nutre de una poesía ancestral que está vigente y que hoy en día es más contemporánea que nunca”, resaltó el poeta.Para Regino es muy valioso que la poesía comunitaria, como él la llama, esté vigente en un mundo en el que hay ausencia de valores, de educación espiritual, ambiental, ya que esta puede ofrecer ese vinculo con la naturaleza, con los hombres y con las deidades, “creo que todo esto debería ser un aliento, una inspiración hoy en día ante tanta crisis que estamos viviendo en todos los aspectos de la vida”, expresó.Hacer poesía qué es para los indígenasPara los grupos indígenas hacer poesía va más allá de la palabra escrita, es un proceso que tiene que ver con la espiritualidad, la pureza, el ayuno y no puede estar aislada de la danza, de los cantos, de la representación teatral, de la relación con la tierra y una infinidad de elementos de composición que muchas veces no pueden trasladarse a los escrito.Una diferencia entre la poesía Occidental y la poesía de los grupos indígenas, explicó el poeta mazateco, es que la de estos es una poesía más colectiva, más espiritual que cumple funciones rituales y de equilibrio interno y del hombre con su medio ambiente.López Rache, por su parte, destacó que el tema de los poetas nacidos a partir de 1950 en Colombia fue la violencia del estado y que esto se debe a que la poesía es lo único que da un testimonio cierto de una realidad por atroz que sea y por bella que se exprese.Esta es su tercera vez en el Festival, la última fue en el 2000 y aseguró que todas las veces es como un renacer, porque a través del tiempo va acumulando muchas cosas pero también va olvidando otras, así que este tipo de festivales sirven para renovar la visión del mundo, renovar la palabra, los pensamientos y conocer otros poetas de nuevas generaciones.
Este sábado, a partir de las 2:00 p.m. y con programación hasta las 6:00 a.m. del domingo 15 de julio, se cumplirá la Décima parada juvenil de la lectura.Se trata de un evento realizado especialmente para los jóvenes de la ciudad, quienes podrán disfrutar de conversaciones, literatura, cine y música.La jornada tendrá lugar en la Unidad Deportiva María Luisa Calle.Para este año la novedad será el Salón de nuevas lecturas, un espacio que busca invitar a los asistentes a explorar otras formas de leer y crear narraciones.Lea también:Relatos y cantos chamánicos, protagonistas en elFestival de PoesíaUn ring de boxeo para ganar a través de argumentos, literatura bajo las estrellas, venta de libros, ocho presentaciones musicales y más de 4000 libros libres para que los asistentes tomen uno y lo pasen a otras manos luego de leerlos, hacen parte de las actividades que se proponen en esta cita literaria para los jóvenes.La Décima parada juvenil de la lectura es ouno de los Eventos del libro organizado por la Alcaldía de Medellín y sirve como antesala a lo que será la Fiesta del libro y la cultura 2018.Toda la programación de esta Parada se puede consultar en la página www.fiestadellibroylacultura.com.
La nueva edición del Festival Internacional de Poesía de Medellín tiene programadas 152 actividades desplegadas por poetas, artistas y chamanes de casi 40 países, entre ellos representantes de 19 naciones originarias de todos los continentes.Los invitados compartirán lecturas de poemas y relatos, harán rituales y cantos chamánicos ancestrales, entonarán antiguas canciones asiáticas y australianas, darán conciertos y hablarán sobre plantas sagradas y medicinales de los pueblos indígenas.También el Festival tiene programados cursos, conferencias y talleres para niños y jóvenes.Lea también:Medellín, la ciudad que se alimenta de historiasY es que para esta ediciónel Festival de Poesía propone el ejercicio poético en amplia escala en Medellín y la reflexión detenida sobre la poesía, el chamanismo y los cantos originarios de la Tierra.Los chamanes encarnan con gran energía las tradiciones vivas de sus pueblos, entrelazadas con las luchas por la defensa de su unidad, sus territorios, sus culturas antiquísimas y la autonomía material y espiritual de sus naciones.Entre otros invitados estarán los chamanes Querubín Queta (Nación Cofán, Colombia), Berito Kuwaruwa (Nación U´wa, Colombia), taita Víctor Jacanamijoy (Nación Kamsa, Colombia), mamo Miguel Izquierdo (Nación Iku), Argemiro Askue (Nación Nasa, Colombia), Eutiquio Jerónimo Sánchez (Nación Náhuatl, México), Warren Warbrick (Nación Maori, Nueva Zelanda), Manibinigdiginya (Nación Kuna, Panamá), Nikolái Oorzhak (República de Tuva, Rusia), Fredrik Prost (Nación Sami, Suecia).