Ahh, los meros machos… el miedo los obnubila.
Por estos días, que son todos los días, las noticias sobre los excesos contra las mujeres están a la orden del día: La dirigencia del futbol se azora cuando las futbolistas de nuestra selección hacen públicos sus acosos y maltratos; los feminicidas no bajan la guardia y acrecientan las cifras de sus actos execrables; los abusivos y maltratadores se multiplican y los meros machos se encabritan cuando alguien – alguna - se atreve a poner en tela de juicio la supremacía masculina del régimen patriarcal.
¡Feminazi! -le gritan-, ¡marimacha! -la señalan-, y entonces convocan a los micrófonos y agitan los puños y suben la voz y amenazan, porque ellos no están dispuestos a que la sociedad, sus hijos, la patria, sean víctimas de la ideología de género. ¡Primero muertos que despeinados!
Los meros machos suponen, sin inocencia, que el cuento de la supremacía masculina es solo una manifestación del orden natural, una “norma” que ha existido desde siempre, un axioma que ha de reconocerse porque si y sobre el que no vale la pena pensar.
Ese es el contraste. La verdad es que toda su histeria se debe realmente a los estragos que a lo largo de los siglos ha hecho la ideología patriarcal en la civilización occidental. Una ideología que promueve, reproduce y consolida en todos los campos, una visión del mundo, una perspectiva de ideales e imágenes, en las que los hombres se auto interpretan y promueven aspiraciones y valores orientadas a consolidar su dominio y la sujeción de la mujer.
La literatura, la plástica, el cine, los medios de comunicación, las conversaciones cotidianas, los comentaristas, las autoridades, los juegos, los oficios, todos y todo se construye y opera en esta lógica y es por ello por lo que a los meros machos esto les parece “natural”.
Mire usted que en las culturas orientales el foco no está en la separación sino en la integración (el yin y el yang) la dualidad.
La muy brillante Coral Herrera sostiene en su página www.mujerpalabra.net que “el patriarcado se funda en un miedo ancestral hacia lo desconocido”. Tiene razón.
Refiere Coral a la feminista Dolors Reguant quien precisa una definición del patriarcado en los términos de que es “una forma de organización política, económica, religiosa y social basada en la autoridad y el liderazgo de unos pocos varones sobre el resto. En este sistema se da predominio de los hombres sobre la naturaleza, del marido sobre la esposa, del padre sobre la madre y los hijos, y de la línea descendente paterna sobre la materna…”
El patriarcado es inseguridad, “masculinidad inmadura”. Lo desconocido es “el otro”. Por eso los meros machos confluyen en ser racistas, homofóbicos, sectarios con la diferencia.
Los meros machos no soportan el desconocimiento que tienen de la mujer, de las otras razas, de las otras culturas, de los otros pensamientos. Los meros machos carecen de curiosidad y de imaginación.
Los otros: las mujeres, los musulmanes, los comunistas, los negros, los amarillos, los ateos, los homosexuales, las lesbianas, los transgénero, los discapacitados, no solo son asumidos como inferiores, sino que no deberían existir, hay que arrasarlos.
Ahh, los meros machos… el miedo los obnubila.