Debemos mantener viva la importancia clave que para Colombia tuvo y tiene, no solo la figura de Luis
Carlos Galán, sino su asesinato y los hechos que dieron lugar al mismo
Hoy hace 29 años, el 18 de agosto de 1989, asesinaron a Luis Carlos Galán.
Una gran cantidad de colombianos, seguidores y no seguidores suyos, nos estremecimos con este suceso ocurrido en una manifestación en Soacha cuando apenas iniciaba la noche, una noche que no ha cesado... Lloramos a lo largo y ancho y por fuera del país.
Como su amigo y seguidor, y cofundador muy joven del Nuevo Liberalismo de Antioquia, no puedo ser ajeno a la conmemoración de esta fecha nefasta para la historia de Colombia. Sobre todo ahora que ha pasado tanto tiempo, las nuevas y menos nuevas generaciones debemos mantener viva la importancia clave que para Colombia tuvo y tiene, no solo la figura de Luis Carlos Galán, sino su asesinato y los hechos que dieron lugar al mismo porque, además -y es desesperanzador decirlo- siguen latiendo bajo otros nombres y aconteceres.
Colombia, sus violencias, amenazas y muertes siguen vigentes con otros actores y ropajes. La gran pregunta es, ¿somos un mejor país, diferente al de la época del asesinato de Galán? Quizá en ciertos aspectos un poco mejor, quizá en ciertos aspectos un poco peor, pero siempre un poco, muy poco.
Solo baste recordar las pasadas elecciones, cuando el candidato Humberto De la Calle fue malogrado por las miserias clientelistas de la dirigencia del Partido Liberal, el mismo partido al que Galán llegó en 1989 como candidato presidencial poco antes de su muerte, luego de haber dado una cruenta lucha en disidencia contra las mismas prácticas corruptas que le entorpecieron el paso a De la Calle porque éste prefirió seguir en su colectividad. Eran otros tiempos, circunstancias y personajes, pero similares los hechos.
Es que luego de 29 años sigue sucediendo en casi todos los partidos, con honrosas excepciones: El clientelismo y la corrupción continúan manejando los hilos del poder, sean cuales fueren las ideologías y los términos para denominar dichas prácticas: mermeladas, fanatismos, mentiras, trampas, amenazas, miedos, delitos.
Y ni se diga del narcotráfico, directo asesino de Galán aunque no el único determinador por acción y omisión. Sigue operando bajo otras formas pero todavía guarda vínculos con poderes nacionales y regionales que le ayudan a mantenerse fuerte. Contra todo eso luchó Galán. ¿Hemos cambiado?
He repetido que me chocan tantos políticos que al otro día del crimen y aún hoy lloran a Galán pero que no lo acompañaron en esa lucha contra enemigos tan poderosos de todas las raleas, con excepción, obvio, de quienes no tenían edad ni condiciones para hacerlo. Me refiero a quienes en esa época, siendo políticos, no lucharon con nosotros pero hoy se duelen de la muerte de Galán y hasta pregonan algunas de sus ideas. Claro, no estaban ni están obligados, critico es ese galanismo tardío. Claro, nunca es tarde, uno puede cambiar cuando se le abren los ojos -o se le cierran- pero ¡qué falta nos hizo a nosotros y a Colombia que no hubieran acompañado esa lucha política! ¿Dónde estaban? ¿A quién acompañaban? ¿Qué negocios tenían?: ¿Complicidad? ¿Vista gorda? ¿Temor? ¿Indiferencia? Creo que hubo de todo.
En fin, eso ya pasó, lo inaudito es que digan luchar por esas ideas de hace 29 años siendo claro que no lo hacen por convicción sino por oportunismo. Uno lo sabe, muchos lo saben. Es común en Colombia tomar banderas, tirarlas, izar otras, rasgarlas y enarbolar unas diferentes según el momento.
Pero repito, nunca es tarde y, en especial a los jóvenes, los invito a conocer y a estudiar el ideario de Galán para que sepan que no es un mito. Para que comprendan por qué su lucha y sus ideas aún pueden sacar a Colombia adelante.
Por ejemplo, quizá muchos no saben aún que en las pasadas elecciones para Congreso salió elegido un senador que fue amigo y compañero de Galán en el Senado, que fundó el Nuevo Liberalismo con él y que hoy sigue defendiendo esas ideas renovadas y enriquecidas: Iván Marulanda. Eso da esperanzas.
También estamos otros pocos compañeros de Galán por ahí en otros espacios donde intentamos mantener esa llama viva con oxígeno y combustibles nuevos, pero con la misma esencia, amor y lágrimas que teníamos y derramamos hace 29 años y desde antes durante la lucha con Galán. Siempre adelante, ni un paso atrás dimos ni daremos jamás.
¡Cómo no llorar oyendo y viendo “El guerrero”, de Yuri Buenaventura!
¡Ay Colombia!