Durante 59 años, los papas estuvieron en cautiverio voluntario en el Vaticano. Apenas en 1945 un papa salió de ese territorio, pero fue Pablo VI el primero en visitar otros continentes.
El 11 de septiembre de 1870, el ejército del papa que constaba de sólo 10.000 hombres se enfrentó a una fuerza de 60.000 tropas al mando del general Raffaele Cadorna que seguía órdenes del rey Víctor Manuel II, en una localidad de los Estados Pontificios llamada Civitá Castellana. El número superior de las tropas del rey hizo que este diezmado ejército pontificio se retirara a Civita Vechia, un puerto sobre el mediterráneo en donde las tropas del papa finalmente se rindieron el 15 del mismo mes. Aun el 20 de septiembre todavía hubo escaramuzas, pero el general Cadorna entró victorioso a Roma por la brecha abierta por la artillería en las murallas entre la Porta Salara y la Porta Pía.
Ese mismo día de la entrada en Roma de las tropas unificadoras del rey Víctor Manuel II, el papa Pio IX, delante del cuerpo diplomático acreditado ante los Estados Pontificios, se declaró prisionero del rey. El 2 de octubre siguiente, la población de Roma y de las provincias pertenecientes a los Estados Pontificios, convocada a un plebiscito, votó su anexión al Reino de Italia. El 4 de octubre el rey promulgó el decreto que anexaba definitivamente los Estados Pontificios al reino de Italia y estos dejaron de existir.
¿Y por qué el papa mandaba sobre una muy buena parte de la actual Italia?: Porque desde la época del emperador Constantino, la Iglesia ostentaba un poder temporal otorgado por éste, una vez se convirtió al cristianismo luego de la batalla del Puente Milvio en donde venció a Magencio que pretendía arrebatarle el trono. Dice la leyenda que las oraciones de su madre, la emperatriz Santa Elena, para que este saliera de la idolatría y se convirtiera a la religión de Cristo, hicieron el milagro de su conversión que se logró luego de un acontecimiento que comienza con un sueño del emperador en el que una voz le muestra una cruz y le dice que con ese signo vencerá: in hoc signo vincis. Manda, entonces, el emperador cambiar el lábaro en donde tradicionalmente iba el águila imperial y colocar en su lugar una cruz. Efectivamente en esa batalla del Puente Milvio, sobre el rio Tíber, 28 de octubre del 312, un ejército de 40.000 hombres de Constantino, vence a Majencio que estaba al mando de 100.000, éste muere en la batalla y Constantino queda como único emperador romano
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La donación de Constantino, a juicio de algunos historiadores y teólogos, entre ellos el brasilero Leonardo Boff, surge de un documento apócrifo atribuido al emperador Constantino y dirigido al papa Silvestre I, fechado el 30 de marzo del año 315, en el cual se enumeraban los regalos del emperador converso al obispo de Roma. La primera donación consistía en otorgarle una preeminencia a este obispo sobre los demás de otras diócesis del Imperio Romano, incluida Constantinopla. De esta fecha del documento se pegan los historiadores para asegurar que es falso pues Constantinopla solo fue fundada hasta el año 330. La otra donación fue el palacio donde vivía el mismo emperador, llamado el palacio de Letrán, que aún hoy se conserva y es considerado patrimonio cultural de la humanidad. Pero la donación o regalo de Constantino que aparece en el documento y que, desde luego es considerada la más importante, fue el traslado de todos los poderes imperiales a dicho obispo de Roma sobre la ciudad, Italia y todas las provincias occidentales del Imperio. Constantino trasladaría la capital a Constantinopla, que lleva su nombre, y que en adelante sería el centro del poder imperial.
A medida que declinaba el imperio romano de occidente por las invasiones bárbaras de Atila primero y luego los godos, ostrogodos, visigodos, burgundios, francos y hérulos entre otros y se fortalecía el imperio romano de oriente, los papas adquirieron una importancia temporal, aunque no espiritual, a pesar de que se encuentran papas de vida ejemplar, que llenaban el espacio dejado por los emperadores, que mandaban en Constantinopla, pero que decaían en occidente. Llegaron inclusive a imitar las mismas vestimentas y ceremoniales imperiales, que se convertirían en la liturgia oficial de la Iglesia, inclusive un aditamento, usado más adelante, que se conoció como la tiara papal, o triple corona, utilizado desde el siglo VIII hasta el papa Pablo VI (de 1143 a 1963) y que simbolizaba el triple poder papal como i) padre de los reyes, ii) rector del mundo y iii) vicario de Cristo. Afortunadamente Pablo VI abolió su uso que constituía una anacrónica manifestación de un poder temporal que ya no ostentaban los pontífices romanos. Lo mismo sucedió con la silla gestatoria, cambiada por Juán Pablo II por el papamóvil, que era además ofensiva, por llevar en hombros, a una persona viva, que aunque ostentara tan importante dignidad, no reflejaba para nada la humildad predicaba por Jesús que entró en un burro, o pollino como dice el Evangelio, a Jerusalén el domingo anterior a su crucifixión y que en su vida privada fue un obrero, seguramente tallador de piedra; no carpintero, por la ausencia de madera en esa región desértica.
Vale decir que durante 1.555 años la Iglesia ostentó un poder temporal que terminó en 1870 con la reunificación de Italia y que según algunos críticos, entre ellos el mismo Boff, citado antes, le hizo mucho daño a la Iglesia.
Siglos antes, dos teólogos católicos españoles, el padre Francisco de Vitoria, de la orden de predicadores, y el padre Francisco Suárez, Jesuita, valientemente cuestionaron la autoridad secular del papa aunque reconocían su autoridad moral y en cierto modo la de los reyes absolutistas. Vitoria reconocía el poder papal in ordine ad finem spiritualem, en orden a un fin espiritual, pero le negaba el orbis dominus o señor del orbe, especialmente para dar órdenes a los príncipes. Por su parte, Suárez comienza a hablar del ius gentium como el derecho entre los poderes de la época (hoy sería un derecho interestatal). Este filósofo español distingue claramente entre la ley natural y la ley positiva e insiste en que esta última sea la que rija la relación entre “Estados” asociados, aunque el término aun estaba incipiente.
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La decisión del papa Pio IX de declararse prisionero del Rey Víctor Manuel el mismo día de la toma de Roma en septiembre de 1870, fue acogida por sus seguidores León XIII (Joaquín Pecci, 1878-1903); Pio X (José Sarto,1903-1914); Benedicto XV (Giacomo de la Chiesa,1914-1922) y Pio XI (Ambrosio Damián Aquiles Ratti,1922-1939).
Después de un encierro voluntario de los papas por 59 años, que incluyó la ausencia de ellos inclusive en la residencia veraniega de Castelgandolfo, tiempo durante el cual los distintos gobiernos de Italia trataron de otorgar unas garantías unilaterales no aceptadas por la Iglesia y sin que se pudiera lograr un acuerdo bilateral, aceptable para las dos partes, la Iglesia y el Estado Italiano, sobre lo que conoce la diplomacia internacional como la “Cuestión Romana”, la llegada al papado de Pio XI abrió la puerta a nuevas esperanzas y fue así como luego de unas largas negociaciones entre el representante del papa, el abogado Francisco Pacelli, hermano del futuro papa Pio XII y el consejero de Estado Francisco Barone, que se iniciaron oficialmente el 31 de diciembre de 1926, autorizadas por el Rey Víctor Manuel III, se logró un acuerdo.
Finalmente el 7 de febrero de 1929 el cardenal Gasparri, Secretario de Estado, convocó en el Vaticano a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede para comunicarles que se había logrado una solución con el Gobierno Italiano presidido por Benito Mussolini. Efectivamente el 11 del mismo mes, en el Palacio de Letrán, se firmó el histórico tratado mediante el cual el gobierno italiano reconoce, en el artículo 3 del documento, la naturaleza de Estado soberano de la Ciudad del Vaticano que comprende un territorio de 44 hectáreas donde se encuentra ubicada la Basílica de San Pedro y la columnata de Bernini, el Palacio del Vaticano, con todos los museos anexos, galerías, biblioteca y jardines, el cuartel de la Guardia Suiza y todos los edificios ubicados detrás de la basílica. Concede, además, la inviolabilidad del papa y el reconocimiento como Jefe de Estado. Otras disposiciones del tratado se refieren a la vigilancia de la policía italiana sobre dichas instalaciones, con excepción de la Plaza de San Pedro que tiene un régimen especial. Italia, además, reconoce la propiedad de la Iglesia sobre un gran número de templos de Roma y de Italia y les concede un régimen de extraterritorialidad y de exención de impuestos. El tratado, además, concede una serie de garantías y reconocimientos que se haría bastante prolijo su enumeración.
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Fue finalmente el papa Pio XI, quien suscribió el Tratado de Letrán, el que salió primero de los muros de la Ciudad del Vaticano y regresó a Castelgandolfo, un palacio situado a 43 kilómetros de Roma, deshabitado desde 1870, visitas que también hizo Pio XII. Comenzaba así a romperse el cautiverio voluntario de 59 años pero las salidas de los papas hacia otras regiones de Italia y aun de la misma Roma, que se sepa, solo vino a darse en 1945, durante los bombardeos norteamericanos sobre Roma, que hizo el papa Pio XII, cuando salió de los muros vaticanos y recorrió la ciudad en auxilio de las personas heridas.
Vino luego la visita que hizo el Papa Juán XXIII a una prisión romana, recién elegido papa, y otra a Asís, la tierra de San Francisco, el 4 de octubre de 1962, día del santo, en un tren suministrado por el gobierno italiano, localidad a la que no llegaba un papa desde el año 1857 cuando fue visitada por Pio IX, en la última que hizo el pontífice a sus antiguos Estados Pontificios.
Luego los pontífices siguientes Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco rompieron los records de viajes y la antigua prisión voluntaria es ahora tema del pasado.
Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco han promovido un espíritu viajero. Sus visitas apostólicas han aumentado su popularidad entre los feligreses. Tres de ellos han tenido a Colombia en su agenda:
Pablo VI: Hizo 10 viajes. Visitó Australia, Indonesia, India, Pakistán, Irán, Turquía, Italia, Suiza, Francia, Portugal, Estados Unidos y Colombia en agosto de 1968.
Juan Pablo II: Realizó 104 viajes. Visitó 129 países, entre ellos la mayoría de países de América, África y Europa. Pisó tierra colombiana del 1 al 7 de julio de 1986.
Francisco: Durante su pontificado ha visitado a Filipinas, Corea del Sur, Sri Lanka, Kenia, Uganda, República Centroafricana, Egipto, Palestina, Turquía, Armenia, Azerbaiyán, Georgia, Grecia, Bosnia–Herzegovina, Polonia, Suecia, Francia, Portugal, Brasil, Bolivia, Paraguay, Ecuador, Cuba, México y Estados Unidos. Llegará a Colombia este miércoles.
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Guillermo Mejía Mejía es expresidente del Consejo Nacional Electoral, exrector del Politécnico Jaime Isaza Cadavid, miembro de los concejos directivos del Ceipa, Universidad Luis Amigó y Jaime Isaza Cadavid. Estudioso y apasionado por la historia de las religiones.