Somos los colombianos, campeones en las reformas a la Constitución y por lo tanto campeones en la inseguridad jurídica
El gobierno del doctor Iván Duque en sus primeros días de mandato ha presentado cinco proyectos de reforma constitucional (secuestro y narcotráfico no serán conexos a delitos políticos, obligación de los servidores públicos de revelar su patrimonio, limitar a tres períodos la elección a corporaciones públicas, reforma política y los delitos contra la administración pública no prescriben).
Desde esta columna he cuestionado la terrible manía que tienen nuestros gobernantes de estar proponiendo cambios a la Constitución, creando con ello inseguridad jurídica y pesimismo en los inversionistas. Ya lo he afirmado, pareciera que el fútbol, el ciclismo y las reformas constitucionales fueran nuestros deportes insignias. Con esa vieja manía desvían la atención de los ciudadanos de los verdaderos problemas del país y las soluciones a esos problemas nunca se buscan y presentan. Le hacen creer a los electores que con las propuestas de reforma, cosméticas casi todas, viviremos en un mundo mejor. Meros distractores.
Está probado que los países industrializados cumplen con el principio de que las constituciones son normas llamadas a perdurar y que por lo tanto lo excepcional es reformarlas. Los Estados Unidos tienen la primera constitución escrita del mundo, expedida en 1787, es decir que tiene doscientos treinta y un años y escasamente tiene algo menos de treinta enmiendas. Bélgica, con una constitución que cuenta con ciento ochenta y siete años de existencia, tiene apenas trece reformas. La Constitución Española, expedida en 1978, tiene solamente dos reformas.
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Contrario a lo que sucede en Estados Unidos, Bélgica y España, para no citar sino unos pocos casos, somos los colombianos, campeones en las reformas a la Constitución y por lo tanto campeones en la inseguridad jurídica. En el transcurso de su existencia como Estado independiente, Colombia ha tenido diez constituciones (1811, 1821, 1830, 1832, 1843, 1853, 1858, 1863, 1886 y 1991), sin contar con que entre 1853 y 1856 tuvimos sesenta y una constituciones provinciales. Si bien la constitución de 1886 fue la que más perduró en el tiempo (ciento cinco años) ha sido la más reformada de todas, pues tuvo sesenta y ocho enmiendas.
¿Sabe usted amable lector que nuestra actual Constitución, expedida en 1991 y con 27 años de vigencia, ya lleva a la fecha cuarenta y cuatro reformas? No hay derecho.
Es posible que se requieran reformas constitucionales, es posible que algunos cambios sean urgentes, pero muchas de las propuestas se deberían evaluar para sopesar su trascendencia. Estoy seguro de que el Gobierno que comienza no se va a quedar allí y que serán muchas más las reformas que se van a proponer, sin contar con los cambios en este sentido que presenten los partidos políticos, que ya han realizado anuncios en este sentido y con la iniciativa que al respecto tengan los propios legisladores, que para el caso son constituyentes.
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¡Que alguien se apiade de nosotros, tristes mortales que clamamos inútilmente por moderación y respeto frente a las normas constitucionales!