No es posible que a un niño de escasos seis añitos se le secuestre y se le marque con un dolor en su corazoncito para toda la vida
Estupor y tristeza es el sentimiento que embarga a la inmensa mayoría del pueblo colombiano, que unido rechaza la muerte y la violación sexual de nuestros niños. Nada nuevo está pasando debajo de este inmenso cielo azul que nos arropa, salvo que ahora los hechos son más recurrentes y todos los días más violentos. Indudablemente que estamos frente a una parte de nuestra sociedad que está enferma y que perdió todos los valores que antaño conocimos entre nuestros abuelos.
No es posible que a un niño de escasos seis añitos se le secuestre y se le marque con un dolor en su corazoncito para toda la vida. Cristo José debería estar a estas horas jugando con sus pares, disfrutando la vida, recibiendo el amor y el cariño de su familia, correteando por las calles de su barrio. Quienes tenemos el privilegio de contar cerca de nosotros con una criaturita de la misma edad de Cristo José, sabemos la ternura, el amor, la bondad y la alegría que irradian a quienes tocan con ellos. Desalmados sus secuestradores, bandidos irredentos. Los sueños, las esperanzas y la sonrisa de un niño son sagrados, no se pueden perturbar con nada en la vida y menos con algo tan violento y cruel como es el secuestro.
Génesis Rúa, otro ser indefenso que ya no está entre nosotros, con escasos nueve añitos, fue violada, asfixiada mecánicamente y luego quemada en una hoguera por un monstruo que no merece ni que aquí citemos su nombre. Génesis aún estaba para jugar con muñecas, apenas asistía a la escuela para consolidar el aprendizaje de sus primeras frases. Era una niña que irradiaba alegría entre quienes tuvieron el privilegio de tenerla cerca. Su vida y su integridad merecían todo el respeto. Increíble saber que quien cometió tan horrendo crimen sea un padre de familia, un hombre con hijos. Desalmado que derramó lágrimas de cinismo y no de real arrepentimiento cuando fue capturado. Lo dicho, parte de nuestra sociedad está enferma.
Me volvería fatigoso para mis lectores si continuara recordando los dolores que a diario los malos hijos de esta nación nos producen maltratando, violentando o asesinando a nuestros niños.
Con todo y esto, sigo convencido de que la necesidad apremiante de nuestra Justicia es dar con los responsables de todos los crímenes contra nuestros niños y también contra nuestras mujeres. Que amenazar con cadena perpetua o con pena de muerte no pasa de ser una idea populista, pues a esas penas someteremos a unos pocos que son los capturados y condenados, pues la impunidad en Colombia llega a niveles extravagantes e injustos. Los delincuentes saben que sus fechorías no serán conocidas o investigadas pues los datos de impunidad son escalofriantes. Primero hay que ser efectivo en la persecución al delito y luego si podemos pensar que las penas altas atemorizarán al posible delincuente. Por ahora es todo lo contrario.
A defender la sonrisa de nuestros niños. Nos hace felices.