Trump tiene asegurado el apoyo de unos medios de comunicación que se encargarán de pintar a quien sea candidato de los demócratas como alguien radical y peligroso.
La llegada a la Cámara de Representantes de los Estados Unidos de un grupo de congresistas liberales mal llamados ‘’socialistas’’ ha encendido un debate a todas luces necesario y provechoso, pues la desigualdad económica y la concentración de la riqueza ha regresado a niveles nunca vistos desde la década de los años 20 del siglo pasado. De acuerdo con una investigación realizada por Gabriel Zucman, economista de la Universidad de California, el 1 por ciento de los más ricos posee cerca del 40 por ciento de la riqueza de las familias.
Surge entonces la propuesta de unos políticos con ideas progresistas que buscan atacar la creciente desigualdad e inequidad. Sorprende ver cómo un significativo numero de votantes menores de 30 anos se declaran partidarios de un socialismo que en nada se parece a la idea de un gobierno central que controla de los medios de producción, y los servicios. Mas bien, el equivalente sería lo que el resto del mundo llamaría una democracia social. En otras palabras, una economía de mercado con una red de seguridad social fuerte a través de una política tributaria progresiva.
Los jóvenes que votaron recientemente describen el socialismo moderno como ‘’un sistema de gobierno que le brinda a sus ciudadanos acceso a la salud, apoyo a los jubilados y educación superior gratuita’’. Esa fue precisamente la plataforma de gobierno propuesta por el candidato Bernie Sanders en las elecciones primarias de 2016 que le aportaron cerca de 12 millones de votos, en su mayoría provenientes de la población joven y clase media hastiada con la politiquería de los partidos tradicionales.
Quienes en la derecha ven el tránsito de un liberalismo económico hacia un sistema totalitario estilo Unión Soviética de la Guerra Fría, Cuba o la Venezuela de hoy, es simplemente una forma maquiavélica de asustar a la gente. Proponer un aumento de los impuestos a los ricos no es socialismo. Reducir las emisiones de carbono y enfrentar el cambio climático tampoco lo es. Ni mucho menos reformar el sistema de salud de modo que nadie se quede por fuera.
El ejemplo que se quiere emular son los países nórdicos en donde la esperanza de vida es claramente una de las más altas del mundo, los índices de pobreza son menores y los niveles de satisfacción de sus habitantes son la envidia de los norteamericanos. A lo anterior habría que agregar lo que el premio Nobel de economía Paul Krugman acertadamente cita en su columna del New York Times de cómo en Noruega, Dinamarca y Suecia se crean grandes oportunidades para los empresarios por cuenta propia, que no temen correr riesgos sabiendo que no perderán su seguro de salud, ni terminarán pobres.
Esas son las iniciativas que el ala de la izquierda demócrata ha comenzado a ventilar en el Congreso y que han sido blanco de ataque de los republicanos. Si la clase media que ha hecho grande a los Estados Unidos va en descenso pues esta frente a unos empleos que pagan salarios mediocres, que le impide acceder a una vivienda digna, que debe endeudarse para sobrevivir, que los niveles de riqueza de ese 1 por ciento han crecido 9 puntos desde 1989, la conclusión es que el capitalismo requiere de una reforma de fondo.
En su alocución anual del Estado de la Nación, Trump no desaprovechó la oportunidad para referirse a las iniciativas del grupo de progresistas demócratas como una forma de socialismo radical que atenta contra los valores democráticos norteamericanos. De sobra sabe que son los adversarios a vencer en una estrategia que apunta a su reelección utilizando los mismos trucos y mentiras. Trump tiene asegurado el apoyo de unos medios de comunicación que se encargarán de pintar a quien sea candidato de los demócratas como alguien radical y peligroso.