Claro que los triunfos de Caterine se deben a sus condiciones físicas, pero ante todo a un excepcional dominio de su mente. Sensata y con los pies en la tierra
Nada me complace más que escribir sobre los triunfos de nuestros deportistas colombianos. Lo he hecho sobre ciclistas -mi deporte preferido- y también sobre futbolistas y practicantes de otros deportes que no solo le lavan la cara a Colombia que suena como lastimero, sino que se la muestran al mundo, que descubren ante el planeta este país hermoso en geografía, vida y humanidad.
Hoy es nuestra Caterine Ibuargüen que luego de una sesuda y difícil elección fue escogida el martes anterior por la Federación Internacional de Atletismo como la mejor atleta del mundo de este año 2018. La mejor exponente mundial del deporte base, del rey de todos los deportes. Caterine es la reina del rey de los deportes, digamos que es la reina de la reina de todas las actividades deportivas que me suena mejor.
Nuestra Caterine, la de la sonrisa más sonrisa y respuesta fácil, la hija del viento y de la arena. La hija de nuestra Urabá que tanto nos ha dado, región que Colombia aún se niega a comprender pese a que está llena de realidades y posibilidades cegadas por la pobreza mental de la dirigencia nacional nacida del afán de crecer y centrar más el centro frente a territorios periféricos.
Nuestra mujer de ébano y de tagua, inteligente, hermosa, esbelta, maciza y persistente. Nuestra mujer como tantas, miles de mujeres colombianas que en las más diversas actividades, oficios y roles se han echado este país al hombro y han remendado con fuertes hilos de amor los jirones en que los hombres lo hemos convertido con nuestro machismo de violencias.
Claro que los triunfos de Caterine se deben a sus condiciones físicas, pero ante todo a un excepcional dominio de su mente. Sensata y con los pies en la tierra (quien creyera, si su gloria se la han dado sus pies en el aire…), que no hace alarde ni se duele de nada, que solo corre, salta y vuela quizá pensando más en su superación personal que en los centímetros que miden su esfuerzo.
“Yo soy la atleta que soy porque todo, desde pequeña, ha influenciado para ser quien soy. Fue mi alimentación, fue mi educación, fue mi preparación”, dijo en entrevista de 2014 (Revista Bocas, edición 34, Mauricio Silva).
Todos sabemos que muchos de nuestros deportistas triunfadores han sido muy pobres, que fueron víctimas de la violencia, de esa como marca de país que aunque cierta no puede convertirse tampoco en una condición para triunfar porque sería una condena nacional absurda e injusta. En Colombia no queda más remedio que triunfar o no triunfar o simplemente vivir que también es ganar en medio de las desventajas y adversidades de un país signado por la pobreza y las guerras de todo tipo. Pero aquí nos tocó vivir, aquí hacemos la vida que en otros países del mundo hacen en mejores o peores condiciones. Y la hacemos bien la mayoría, unos mejor que otros. Morimos de todo, sobrevivimos, vivimos, triunfamos o perdemos. Es nuestra Colombia.
Precisamente, ante una pregunta sobre su supuesta o real difícil niñez así respondió la centrada Caterine en la misma entrevista:
“Que fui una persona pobre y que le saqué el mejor provecho a eso, sí, pero no tengo por qué estar diciendo: “¡Ay, yo soy pobre!” o “¡por favor ayúdenme!”. No, señor, lo que yo soy me lo gané en la pista. Y lastimosamente, sí, en mi país hay mucho conflicto, pero no puedo decir que a mí me afectó de cerca, o que me mataron a un tío, o que a mi papá me lo mataron. Solo puedo decir que nacimos con pocas posibilidades y que mis papás tuvieron que salir a trabajar. Pero tampoco puedo decir que un día me acosté sin comer”.
Y le pregunta luego el periodista: “Regla Sandrino [su entrenadora cubana cuando iniciaba] cuenta, además, que usted siempre le decía: “Yo nunca me he robado una sola abdominal””.
Y lean la respuesta de Caterine: “Es que yo no le robo nada a nadie, ni a mi entrenador ni a nadie. Si me la robo, pues me la robo a mí. Y si lo hago, no tengo mi mente tranquila. Entonces, cuando me vaya mal en la competencia, que me digan que fue otra cosa y no esa abdominal que me robé”. ¿Qué tal la lección de honestidad y ética que contrasta en la Colombia de hoy?
Sí. Por encima de este país de hoy, de este lodazal que hiede, una mujer valiente salta y avanza rompiendo el viento con la mirada decidida al frente y su sonrisa generosa al aire. ¡Gracias Caterine, gracias Urabá, gracias mujer colombiana! Tú sí representas la Colombia que queremos y por eso te queremos.