“Ver y no tocar”: la revolución obligada

Autor: Jorge Alberto Velásquez Betancur
13 marzo de 2020 - 12:00 AM

Tuvo que aparecer el coronavirus (fortuito o deliberado, accidente o conspiración) para que la sociedad se diera cuenta que era posible –y necesario- hacer las cosas de otra manera.

Medellín

No es humano ironizar ni minimizar el dolor cuando hay gente sufriendo. Estas líneas guardan total respeto por todas las personas fallecidas a causa de esta epidemia. Ellos y ellas le han puesto rostro y nombre a un fenómeno trágico que también marca un aporte social: el impulso a un cambio de mentalidad y un salto en la organización del trabajo y de las relaciones sociales.  

Como no cambiamos voluntariamente, las circunstancias nos obligan a cambiar. Una revolución es un cambio brusco en la estructura social, económica o cultural. La globalización se dio gracias a la revolución digital, pero se quedó a medio camino en cuanto a prácticas sociales y laborales.

¿El coronavirus, bautizado Covid 19, es la contra de la globalización o es la entrada a un estadio superior de la misma?

La globalización abrió las fronteras al libre flujo de mercancías, capitales y personas, favoreciendo el comercio internacional y el turismo. El temor al Covid 19 frenó en seco el turismo, del cual los asiáticos eran los mejores clientes en el mundo, y redujo el flujo de mercancías, porque los centros de producción en China, Corea e Italia cerraron abruptamente. El único que no encuentra obstáculos ahora es el capital, aunque las bolsas de valores arrastran grandes pérdidas. Estos hechos quizás expliquen que ingresamos a una etapa superior de la globalización, dominada por la libre circulación de capitales y por la inteligencia artificial, que se prepara rápidamente para reemplazar o suplantar a las personas en sus puestos de trabajo.

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En el plano socioeconómico, vivimos en medio de enormes dificultades para conciliar dignidad, salud, trabajo, convivencia y productividad, mientras la violencia, la contaminación asesina, las congestiones viales y las plagas afectan las tareas laborales y la vida social. Y como si fuera poco, la falta de voluntad política, la ceguera empresarial y la terquedad del ser humano impedían adaptar los hábitos a la realidad de los nuevos tiempos, dominados por la tecnología y la urgencia de combatir el calentamiento global.

Tuvo que aparecer el coronavirus (fortuito o deliberado, accidente o conspiración) para que la sociedad se diera cuenta que era posible –y necesario- hacer las cosas de otra manera.

El coronavirus pasará a la historia como el factor clave en la adaptación de la cultura organizacional a los avances tecnológicos, además de recuperar los buenos hábitos de aseo.

A raíz de la crisis mundial desatada por el pánico al Covid 19, se han empezado a aplicar las siguientes soluciones en la vida cotidiana de empresas y personas:

  • La primera es el teletrabajo, al que se acude no por la urgencia de no contaminar más las ciudades o de reducir las congestiones de tránsito, sino para impedir el contagio de los trabajadores y de los usuarios. Las empresas tuvieron que improvisar sobre la marcha, a pesar de levar tanto tiempo hablando de sus beneficios.
  • Las ferias comerciales, los congresos profesionales, el lanzamiento de productos y los desfiles de modas se hacen de manera virtual. Esta es una transformación muy grande en la industria de congresos y eventos. El primer paso lo dio el Salón del Automóvil de Ginebra. Esto permitirá a las empresas ahorrar mucho dinero en transporte y viáticos y exigirá nuevos desarrollos tecnológicos y más creatividad. (Economía naranja). 
  • La gestión comercial y las ventas se generalizan a través de teléfonos.
  • Las consultas médicas se realizan a través de streaming o video-conferencias.
  • Colegios y universidades enfatizan en las clases virtuales.
  • Se incentiva la entrega de informes médicos, clínicos y empresariales por medio del correo electrónico o de una determinada aplicación.
  • Se promueven las transacciones bancarias desde la casa a través de computador o el teléfono, como lo piden a gritos los bancos para poder reducir el personal de las oficinas.
  • Se compran el mercado, la comida preparada y otros productos a domicilio.
  • Se pagan las facturas de servicios públicos y otros ítems mediante el computador o el teléfono.
  • La Iglesia decidió acabar con los depósitos de agua bendita en los templos.
  • Las audiencias papales, y muy pronto las misas, se hacen vía online.
  • Se acaban los besamanos y los besapiés en las ceremonias religiosas y, de paso, los sobasacos y demás formas de lambonería social tocan retirada, porque es necesario evitar el contacto físico.
  • Los oficios religiosos masivos se reducen y el culto religioso pasa a ser un acto individual e íntimo. (La ideología, la religión y el sexo pertenecen a la esfera íntima de las personas).
  • Los partidos de fútbol se juegan a puerta cerrada y los demás eventos deportivos y conciertos se suspenden hasta nueva orden.
  • Se hacen necesarios nuevos protocolos de atención en guarderías, escuelas, hospitales, asilos y cárceles, focos primarios del virus.
  • Se pone de presente que la “reunionitis” era una costumbre innecesaria en la era de la comunicación virtual.
  • Presumiblemente haya menos visitas a los prostíbulos. A los clientes no les hará mucha gracia que los dejen allí en cuarentena o tengan que admitir en público cómo y dónde se contagiaron.

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Lo negativo: la virtual desaparición del espacio público como lo entendemos ahora, de la calle y los parques como punto de encuentro para las manifestaciones, las celebraciones o las protestas, algo que también es de interés de quienes mueven los hilos del poder.

La epidemia es la oportunidad de hacer un llamado para recuperar los buenos hábitos de higiene (como lavarse las manos con más frecuencia o no toser delante de otros), lo cual tendría que parecer algo innecesario a estas alturas. 

También es la oportunidad para apelar a la solidaridad entre países, a buscar acuerdos de gobernanza internacional y de llamar al orden a los medios de comunicación para informar con responsabilidad y máxima prudencia, para no crear pánico, debiendo encontrar el punto medio entre informar lo necesario para estar bien informados y no incurrir en prácticas sensacionalistas y en desinformación.

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Comentarios:

Hector
Hector
2020-03-13 08:06:30
Buena reflexión Jorge Velasquez, si como es definitivo toda problema conlleva a una solución y a generar la posibilidad de cambiar en la forma de hacer las cosas, esta puede ser una oportunidad para pensar en los negocios del futuro, en la forma que debemos prepararnos para enfrentar los nuevos retos de globalización. Como lo exprese el pasado miércoles 11 dictando una conferencia titulada la Innovación en la 4a. Revolución Industrial dictada de manera virtual a través de la Atlantic International University de USA. desde Colombia y con participantes a través de la Internet de varios continentes, donde entre otras cosas afirme que: La revolución industrial 4.0, es la etapa de desarrollo en la que las tecnologías digitales y los medios de producción se vinculan para formar fábricas inteligentes, con líderes capaces de innovar, para la competitividad del siglo XXI

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