Este lunes explotó un artefacto en un hospital militar de la capital de Tailandia.
Unas 21 personas, incluidos militares retirados, resultaron heridas en un atentado con bomba cometido en un hospital castrense en Bangkok, cuando se cumplen tres años del golpe de Estado que desalojó el último Gobierno civil.
El subcomisario de la Policía Srivara Ransibrahmanakul declaró que la causa de la deflagración en el hospital King Mongkut fue un artefacto explosivo que fue colocado en una sala donde militares retirados reciben sus medicinas.
"Según los últimos datos, hay 21 heridos", señaló Srivara en la entrada principal del hospital, que se encuentra acordonado con efectivos militares y policías.
El subcomisario explicó que la explosión, ocurrida por la mañana, fue de baja intensidad y que 13 heridos fueron dados de alta poco después de la deflagración, mientras que una anciana fue operada de gravedad tras recibir metralla en el rostro.
Srivara indicó, sin precisar el número, que entre los heridos había militares retirados y civiles.
Una enfermera, que prefirió no identificarse, indicó que escuchó un ruido fuerte, pero que entonces no pensó que se trataba de una bomba.
Ningún grupo ha reivindicado aún el ataque y la Policía está investigando las cámaras de seguridad para identificar al autor o autores del atentado.
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Las autoridades han indicado que revelarán más detalles del suceso a medida que avancen las investigaciones en el hospital, situado en el distrito de Phaya Thai en la capital tailandesa.
El ataque se produjo al cumplirse este lunes el tercer aniversario del golpe de Estado militar que derrocó en 2014 al último Ejecutivo civil que ha gobernado en Tailandia.
Hace justo una semana, otro artefacto de escasa potencia explotó cerca del Gran Palacio Real, hiriendo de levedad a dos personas.
Desde la asonada militar, Bangkok ha sido el blanco de varios ataques, el más grave ocurrido en septiembre de 2015, cuando 20 personas, en su mayoría turistas, murieron y otras 120 resultaran heridas al estallar una bomba en un altar hindú.
La Policía detuvo a dos personas, que se encuentran en proceso de juicio, pero las autoridades no han ofrecido una explicación convincente sobre el porqué del atentado en el altar, calificado como el más grave de la historia en Tailandia.
El general Prayut Chan-ocha, actual primer ministro y líder de la junta militar, tomó el poder en la asonada del 22 de mayo 2014 cuando era jefe del Ejército tras meses de protestas antigubernamentales que habían dañado la economía tailandesa.
El golpe derrocó al Gobierno de Yingluck Shinawatra, quien había sido destituida dos semanas antes por decisión del Tribunal Constitucional, que la acusó de abuso de poder.
Prayut prometió que emprendería un proceso de reformas y reconciliación con el objetivo de acabar con la corrupción y con casi una década de crisis política.
También prometió celebrar elecciones democráticas en el periodo de un año, pero la fecha se ha ido retrasando hasta situarse, por último, en el 2018.
En octubre del año pasado, el venerado monarca Bhumibol Adulyadej falleció, tras siete décadas en el trono, y fue sucedido por el príncipe heredero, Vajiralongkorn, quien retrasó su proclamación casi dos meses.
Vajiralongkorn sancionó el pasado abril la nueva Constitución, redactada por los militares y que contempla que los miembros del Senado sean nombrados a dedo para compensar el poder de los diputados de la Cámara baja elegidos en las urnas.
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ONGs como Human Rights Watch han criticado a las autoridades tailandesas por perseguir a quienes critican pacíficamente al Gobierno, prohibir actividades políticas, censurar la prensa e impedir la libertad de expresión.
La junta militar también ha sido acusada de juzgar en tribunales castrenses a decenas de personas, muchas acusadas de vulnerar la ley de lesa majestad, que castiga con hasta 15 años de prisión a quienes critican a la monarquía.
Tailandia ha vivido 12 golpes de Estado desde el fin de la monarquía absolutista en 1932.
El penúltimo ocurrió en 2006 contra Thanksin Shinawatra, hermano de Yingluck y quien es considerado el enemigo número uno por las élites cercanas a la jerarquía militar y la casa real.