Abrazar o demoler la Historia  

Autor: Dirección
23 febrero de 2019 - 09:07 PM

Nuestro clamor es por la preservación de vestigios físicos que acompañados de muy buenos guiones museográficos nos permitan nunca olvidar y menos repetir nuestra dolorosa historia.  

Medellín

Con un golpe de almádana, ampliamente divulgado por los medios masivos pero sin efectos sobre la estructura, el alcalde Federico Gutiérrez notificó el 4 de abril de 2018 su determinación de demoler el edificio Mónaco, obra de la firma Londoño & Vayda, residencia de Pablo Escobar atacada en 1988 por el Cartel de Cali que mató a tres personas y marcó la agudización de las guerras del mafioso contra el Estado, la ciudad de Medellín y otras organizaciones criminales. En esa confrontación, el capo sacrificó, como hoy lo hacen sus émulos, a una generación de jóvenes carentes de oportunidades y sueños. Diez meses después de la notificación, Gutiérrez presidió la implosión de la antigua vivienda del mafioso. Esta fue presenciada desde un palco, localizado en el Club Campestre, por unos 800 de los 1700 invitados especiales. Al evento en torno a la demolición, que han titulado Medellín abraza su historia, contribuyeron varias empresas. Las voces disidentes de importantes y serios grupos de opinión fueron desestimadas y la implosión es un hecho cumplido, pero mucho tendremos que reflexionar los antioqueños y los colombianos sobre la forma como debemos enfrentar un pasado lleno de vergüenza y horror y el valor histórico y pedagógico de los hitos físicos que son su huella y evidencia.  En un mundo donde las fake news y las teorías revisionistas y de complot se hacen tan sofisticadas como para convencer a millones de la “inexistencia” del Holocausto, el ataque a las Torres Gemelas o la llegada a la Luna, nuestro clamor es por la preservación de vestigios físicos que acompañados de muy buenos guiones museográficos nos permitan nunca olvidar y menos repetir nuestra dolorosa historia.  

Lea también: La implosión del Mónaco

En el plan de desarrollo de Medellín 2016-2019 Medellín cuenta con vos no hay referencias al edificio Mónaco. En cuanto al narcotráfico, sólo en la página 117 se afirma que “la violencia homicida en Medellín ha estado relacionada de manera inequívoca a actividades propias del crimen organizado, ya que ésta ha sido instrumentalizada de forma sistemática para el ejercicio del control social y territorial que tiene como fin el acceso y control de rentas criminales como el narcotráfico...” No obstante la ausencia de proyecto estratégico contra ese delito, en 2018 Federico Gutiérrez ordenó implosionar el edificio señalando que “símbolos de ilegalidad como el edificio Mónaco deben demolerse, pues fueron construidos a través del dolor y la violencia” -¿repetirá este acto con el edificio Dallas, el Ovni, la tumba de Escobar y otros símbolos del narco-urbanismo que marcó a Medellín en los años 70 y 80?-. Esta decisión considerada apresurada y sin suficiente debate contrasta con el esfuerzo que hacen distintas sociedades (ver gráfico de contraportada) para honrar a la verdad y las víctimas conservando y adecuando memoriales que no permitan el olvido.

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La implosión del edificio anuló el proyecto inicial (al que se opusieron organizaciones de habitantes de El Poblado) de reformarlo para que fuera usado como sede del 1,2,3, la central de inteligencia de la Policía y la Secretaría de Seguridad, organismos esenciales para las estrategias de defensa de la vida y la seguridad en Medellín, que todavía necesitan de una sede digna y para la cual se habían reservado $10.000 millones del Fondo Medellín Ciudad para la Vida. También se descartó la idea de tornar el edificio en institución educativa o segunda etapa del Museo de la Memoria, institución en la que se han dado pasos importantes para exponer un relato contextual en busca de la verdad de la historia de los crímenes del narcotráfico y el narcoterrorismo en Medellín.

En cambio, el edificio Mónaco ya fue derribado y la actual administración destinará varios miles de millones de pesos a la construcción de un parque, obra que no va a evitar los narcotours que contienen las visitas al sitio de turistas atraídos por la leyenda negra de Pablo Escobar y la oferta de drogas en la ciudad; menos va a investigar hasta nombrar a las víctimas de esa violencia; tampoco va a construir un proyecto que recoja los saberes del gran proyecto Medellín, memorias de una guerra urbana, de la Alcaldía y el Centro de Memoria Histórica, para avanzar en el reconocimiento y dignificación de una sociedad dañada por la inicial connivencia de muchos sectores con los “nuevos ricos” que emergieron en los años setenta repartiendo dineros, y afectada por la huella de dolor y muerte sembrada por ellos, cuando su riqueza no les sirvió para comprar las instituciones y a valerosos ciudadanos que se les resistieron en la política, la justicia, la arquitectura, el arte y el empresarismo.

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La Alcaldía le entregó a la Policía bienes por $40.000 millones para compensar la entrega del lote y la edificación. Además, tuvo que poner los recursos de una implosión (y su efímero show mediático adjunto) semejante a las ejecutadas en edificios que representaban riesgo para la vida humana, las cuales sí se cobran a los constructores. Al basurero se fue el estudio de la Universidad Nacional que determinó que la adecuación del edificio, o sea su remodelación y adecuación tecnológica, costaría $35.000 millones; valor muy inferior al invertido en el canje más la implosión (más lo que costarán las sedes referidas). Pero la vanidad suele ser costosa, pues necesita de derroche y parafernalia para exhibirse. Esta de demoler el edificio Mónaco fue onerosa por el malgasto de los recursos de la Administración Municipal, tan necesarios para cuidar y dar dignidad a las vidas de los medellinenses. Y lo va a seguir siendo cuando no alcance los propósitos de recuperar el vitalismo del ser antioqueño, su amor al trabajo, la austeridad de su ser campesino, así como lograr forjar una sólida cultura de la legalidad y la construcción de una fuerte ética pública, así como verdaderas capacidades para enfrentar integralmente las secuelas del narcotráfico y el narcoterrorismo en las violencias de la primera década de este siglo, y la actual que hasta el viernes 22 de febrero había cobrado 94 vidas, sin que se hayan encontrado razones, estrategias y formas de contenerla cuidando vidas, la mayoría de ellas jóvenes.

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