El nuevo congreso colombiano y el próximo presidente del país pueden mejorar la condición nutricional de la población, especialmente la de la niñez.
Hemos hipotecado nuestro consumo alimenticio al mercado y las consecuencias se revelan en el estado actual de la salud pública. Las cifras muestran con elocuencia crecimiento progresivo en obesidad infantil, multiplicación de la diabetes y aumento de enfermedades producto de la malnutrición.
La base de este fenómeno está en el interés empresarial por los resultados económicos evidenciados en el desarrollo de cuantiosos productos de buen sabor, contrarios a la buena nutrición y fuente de supuesta felicidad como los preparados con alto contenido de azúcar, harina o grasa. Los consumidores interesados en el disfrute y poco informados, fueron cayendo, poco a poco, inconscientemente, en esa trampa.
Aunque el estadounidense Clarence Saunders creo las tiendas de autoservicio en 1916 su éxito y proliferación sólo ocurrió tras la II Guerra Mundial. Cuando los supermercados llegaron a nuestros países, con la novelería que nos caracteriza los recibimos como propios; crecieron, se multiplicaron y parte de su función fue hacerse cargo de la oferta alimentaria, principalmente en las ciudades.
Esas son las vitrinas donde las familias, incluyendo niños, son inducidas a la adquisición de productos cuyas consecuencias de consumo conocen poco y menos miden. Los compradores ingresan al establecimiento, aprecian complacidos la publicidad, el anuncio de ofertas o promociones y sucumben ante aquellos ganchos de eficaz mercadeo. Aunque los supermercados portan el grueso de la oferta alimentaria, las tiendas de barrio y de cualquier esquina urbana complementan la estrategia.
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Intentando controlar tal avalancha, organizaciones de ciudadanos y movimientos políticos promueven desde hace años la inclusión -en el diseño de los empaques- de íconos informativos destinados a advertir sobre el contenido de esos productos: Grasa, azúcar y sodio; alto, medio o bajo. Y con colores de fácil identificación: Rojo, pare, amarillo, precaución y verde, adelante.
Un movimiento de ciudadanos argentinos al solicitar al gobierno el uso del semáforo nutricional decía que el etiquetado en Gran Bretaña, país que dio una gran batalla para lograrlo en 2013, es “intuitivo, sencillo, riguroso y práctico; avalado científicamente, aplaudido por los consumidores y rechazado por la industria.” Más claro que agua de manantial. Ecuador, nuestro país vecino, utiliza el semáforo desde 2014, útil referencia para Perú y Colombia.
Los esfuerzos en favor del uso de etiquetas como los semáforos u octógonos en los productos alimenticios, chocan con dos trabas opuestas a su colocación: el lobby empresarial y la complicidad de los legislativos con los intereses de ellas.
Un caso emblemático reciente es el peruano. Aprobó la Ley de Promoción de Alimentación Saludable para Niños, Niñas y Adolescentes el 17 de mayo de 2013, debió ser reglamentada en 60 días para entrar en vigor luego de otros 120. Pasados cinco años la Ley aún no se pone en práctica. Responsables: el empresariado de la gran industria de alimentos ultra procesados y la bancada fujimorista mayoritaria en el congreso peruano.
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La Plataforma por la alimentación saludable formada por respetables y reconocidas organizaciones de la sociedad civil peruana le dijeron recientemente al presidente del Congreso que “esa demora es inaceptable porque en estos cinco años los índices de sobrepeso y obesidad infantil (5 a 9 años) han crecido de 24% a 32%, lo cual no ha ocurrido jamás en la historia de nuestro país. A eso se suman las enfermedades crónicas que se derivan de ellas, entre ellas la diabetes y la hipertensión”. El nuevo gobierno del Perú, preso aún del predominio fujimorista, no ha conseguido darle luz verde a una iniciativa ahora respaldada por 17 exministros de Salud que abogan, junto con la Plataforma ciudadana, por el uso de un símbolo octogonal de fácil comprensión.
No sólo que Perú salga de esta larga mora con sus ciudadanos, sino que el nuevo congreso colombiano y el próximo presidente del país, que será elegido el próximo domingo, tomen cartas en el asunto de inmediato, protejan a la población, especialmente la niñez, y vean cómo la inclusión de advertencias sencillas y de fácil identificación de los alimentos constituye una pieza importante de cualquier política de salud pública, tan intensamente discutida a lo largo de la campaña presidencial a punto de concluir.