La celebración de los 35 años de la Filarmónica de Medellín será la oportunidad de ver en escena al director antioqueño que acaba de ser nombrado en la Sinfónica de Viena, una de las más importantes del mundo.
Fundada en 1900, la Orquesta Sinfónica de Viena es una de las más prestigiosas del mundo. En la dirección, como en cada uno de los instrumentos, ha tenido por más de un siglo a los más experimentados e importantes músicos del momento. Ese es el tamaño del compromiso que asumirá próximamente el joven antioqueño Andrés Orozco-Estrada, quien acaba de ser designado como su director, el número 15 en toda su historia y el primero no europeo.
Hace una década nos enorgullecíamos con la presencia del maestro Alejandro Posada en el concierto de aniversario del Teatro Metropolitano, cuando aún era el director de la Orquesta de Castilla y León, fue el primer colombiano en dirigir como titular una orquesta europea, y no solo por eso marcó el sendero de Orozco-Estrada, sino porque fue su maestro en Medellín, junto con la maestra Cecilia Espinoza.
En 2012, fue Andrés Lopera quien nos hizo hinchar el corazón al ser escogido como director de la Metropolitan Youth Symphony de Oregón, Estados Unidos. Para ellos, la Red de Escuelas de Música fue el primer escenario y el impulso para saber que más allá de las fronteras hay un mundo sonoro por afrontar y que el hecho de haber nacido en estas breñas antioqueñas no significa una condena a otras actividades ni a otros ritmos, ni un veto para los más exigentes escenarios mundiales.
En 1982, cuando tantos muchachos de su edad y de su entorno escuchaban los cantos de sirena del dinero rápido y otra adrenalina, Andrés Orozco – Estrada encontró su destino en la música: su mamá lo matriculó en el Instituto Musical Diego Echavarría Misas, una década después obtuvo su título de bachiller con especialidad en música. Así comenzó el recorrido que lo llevó luego a la Javeriana en Bogotá y como su maestro Posada, después a Austria. Como él, ahora marca otro hito en el pentagrama en el que se escribe la historia musical del país.
El último domingo de este mes dirigirá el concierto con el que se conmemoran los 35 años de la Orquesta Filarmónica de Medellín. Imposible pensar en esa conmemoración sin mencionar al cardiólogo Alberto Correa Cadavid, fundador y director por tantos años de esa Orquesta y del Estudio Polifónico de Medellín. Él, le puso el corazón a esa empresa y nunca dejó que el ruido de la violencia o el silencio del abandono fueran más fuertes que las notas que agrupadas marcaban el ritmo y el futuro de varias generaciones. Esa orquesta que nos ha permitido compartir la música universal ha sido también el escenario y la inspiración de jóvenes talentosos y disciplinados como Orozco – Estrada quien dirigirá El Réquiem Alemán de Brahms, una pieza del romanticismo que entiende como un canto a la reconciliación.
Seguro el Teatro Metropolitano estará lleno. Será el reencuentro del gran músico con su ciudad y su gente, la ocasión para felicitarlo por su designación en el atril en el que se inmortalizaron directores como Herbert von Karajan, Hans Swarowsky y Wolfgang Sawallisch; pero también ha dicho él que será su turno de agradecer a los músicos y a las instituciones que aportaron a su formación y lo impulsaron a los grandes escenarios.
Qué mejor ocasión que los siete lustros de una institución como la Filarmónica y qué mejor época para plantear momentos de reflexión y reconciliación que ésta. Claro, oportunidad también para reclamar un mayor compromiso del Estado y de las empresas privadas con la cultura y con las entidades que con creces han demostrado que el arte es una alternativa real para nuestros jóvenes.
Un inmenso orgullo para todos los colombianos, pero en especial para los chicos de las barriadas de Medellín que podrán contarlo entre sus referentes y sus ídolos, porque él fue uno de quienes deambuló por las calles del barrio Manrique en búsqueda de las emociones que le aportaba la música. Porque su imagen al frente de la gran Sinfónica de Viena tal vez sirva de inspiración a muchos, así como la del maestro Von Karajan en ese mismo atril lo inspiró a él cuando veía los videos en el Diego Echavarría y lo ayudó a entender que la batuta le gustaba más que el violín.
Ojalá su imagen, como la de los futbolistas o los cantantes urbanos, cunda entre los jóvenes de Medellín y el país, que los invite a buscar la adrenalina en las partituras de la música universal para que tengamos muchos más como Orozco-Estrada, Posada, Lopera, Cadavid, y la gran Cecilia Espinoza a quien tanto le debemos. Por lo pronto para él, para todos ellos, ovación de pie y muchas partituras por delante.