Podemos escribir de diferentes maneras, pero no de cualquier manera.
Primero que todo, diferenciemos dos conceptos: la estilística y el estilo. La primera es la ciencia de los estilos. Hoy, la estilística ha adquirido gran importancia porque relaciona el lenguaje con la psicología, ya que los estados de ánimo sugieren diversas fórmulas expresivas. A partir del análisis lingüístico realizado a un texto, se pasa al comentario de texto y se entra así en el campo de la estilística. No se puede trazar una línea divisoria fija entre el análisis lingüístico y el estilístico, puesto que el segundo tiene como soporte los datos dados por el primero.
En cuanto al segundo, la palabra ‘estilo’ viene del latín stilus, un instrumento usado para escribir en tablillas enceradas. Este estilete o estilo consistía en un pedazo de metal o hueso, uno de cuyos extremos era una aguda punta para trazar las letras; en el otro había un tope o superficie plana para extender la cera y borrar lo escrito. El que usaba ese instrumento con firmeza era un buen estilista. En tiempos de Platón los críticos consideraban el estilo como la cualidad más destacada de una expresión determinada. De acuerdo con ello, había obras que tenían estilo; otras carecían de él. En la época de Aristóteles, los estudiosos consideraban que el estilo era siempre una cualidad propia de toda expresión, y había estilo superior o inferior, estilo fuerte o débil, estilo bueno o malo, etc. Séneca afirmó: “el estilo es el rostro del alma; tal es el estilo en los hombres como en su vida”.
Para tener buen estilo son necesarios el buen gusto, cultura humanística y sensibilidad. El moderno crítico peruano Luis Alberto Sánchez* afirmaba que: “no es escritor todo el que escribe; ni siquiera el que escribe correctamente. Es escritor el que realiza la belleza por medio del lenguaje escrito, y para ello necesita tener su propio modo de ver el mundo, es decir, su estilo”. Y agregaba que frente a una producción literaria, según el ‘qué’, el ‘para qué’ y el ‘cómo’ la obra fue escrita, se puede hacer la siguiente clasificación del estilo:
Realiza períodos amplios y largos en la expresión de la idea. Es lento y solemne; poco usado hoy, a causa de la velocidad de nuestro tiempo. Ejemplo:
“El río Bogotá, después de haber recorrido con paso lento y perezoso la espaciosa llanura de su nombre, vuelve de repente su curso hacia Occidente y comienza a atravesar por entre el cordón de montañas que están al Suroeste de Santafé. Aquí, dejando esa lentitud melancólica, acelera su paso, forma alas, murmullos, espumas; rodando sobre un plano inclinado, aumenta por momentos su velocidad...” (Francisco José de Caldas).
“Aquí estoy en una esquina cualquiera. No importa. Vivo. Vengo de una noche lejana, superada victoriosamente. No me siento cansado. Por el contrario, pleno, rezumando vida por los poros. Como acabado de hacer. Huelo a dril nuevo. A pan salido del horno. La tela de mi piel, templada. Tersa” (Alfonso Bonilla Naar).
Al estudiar los aspectos diversos sobre estilística y crítica, nos encontramos con el pensamiento de Joseph Shipley: “Así como no todo el que lee es lector, no todo lector tiene una ancha sensibilidad receptora. Por ello surge el crítico, que es un lector excepcional, capacitado para una intensa expresión de lo intuido. Las facultades del crítico deben ser: profunda y amplia intuición receptiva como lector, y poderosa intuición expresiva, como transmisor”.
Ejemplo: Dámaso Alonso, poeta y crítico español, nos recuerda que las obras literarias casi siempre tienen un destinatario inocente y muy interesante que es el lector.
“El mar, viejo barítono, ocultaba en su verdeamarillo chaleco de fantasía la moneda de sol, jornal de un día de trémolos guturales. Los buzos, esos esgrimistas con cámara lenta, dejan a bordo su personalidad” (Gilberto Owen).
“El personaje era de una delgadez que daba escalofríos, y hubiese sido más alto si el busto no se hubiera curvado bajo la nuca, formando una joroba, de la cual parecía salir el cuello, como el de un pollo desplumado, con una gran nuez que le iba arriba y abajo” (Luigui Pirandello).
El estilo lírico tiene su plena aplicación en las composiciones poéticas, cuando ellas no son de corte analítico o filosófico, ejemplo:
Soneto a Mozart
Dame asilo en tu reino compasivo,
Príncipe de cristal y de azucena,
Pues vengo fatigado y tengo pena,
Porque soy de la tierra y estoy vivo.
Hazme un sitio de paz en la serena
Soledad de tu mundo sensitivo
Para olvidar que el tiempo fugitivo
Todavía me agobia y me encadena.
Déjame descansar con toda el alma
Desvanecida en luminosa calma
Junto al río de amor de tu armonía,
Escuchando el afán del agua pura
Por infundirle voz a mi alegría
Y silencio sin fin a mi amargura.
(Francisco Luis Bernárdez)
“Cantó un gallo. Era el mismo de todos los días: un gallo arrogante, de plumaje dorado, cuello erguido, grandes espolones y con una gran cresta roja”.
Concisión. Precisión para evitar la redundancia. Conciso no quiere decir lacónico sino denso, que es el estilo en que cada frase y cada palabra están plenas de sentido. De lo contrario, hay vaguedad, imprecisión y retórica.
Sencillez. Huir de lo artificioso, de lo complicado para evitar caer en la expresión barroca.
Naturalidad. “Expresar, decir naturalmente lo natural”, como pide el crítico Martín Vivaldi. Lo natural es lo contrario de lo artificioso, de lo ampuloso, formas abominables en los escritos.
Unidad. Todas las partes de un escrito deben estar tan estrechamente ligadas entre sí, que todas se refieran al pensamiento dominante.
Variedad en las palabras. Cuando ellas se enlazan felizmente, emerge la armonía. Deben estar vivificadas por lo que hay que decir; no abusar de ellas para hacer falsas literaturas, fastidiosas e incansables introducciones, melindrosos juegos verbales sin ingenio, etc.
Originalidad. Radica, de modo casi exclusivo, en la sinceridad. Empezar por ser sinceros es ya ser originales: Huir de las expresiones banales, de las frases hechas, de los rellenos, de las expresiones caracoleantes.
* Tomado del Breve tratado de literatura general y notas sobre la literatura nueva. Nuevos capítulos sobre el futurismo, el surrealismo, el existencialismo, la literatura libre y la literatura comprometida.