Ante un incumplimiento aceptado

Autor: José Alvear Sanín
8 julio de 2020 - 12:00 AM

Tres años de incumplimiento y mamadera de gallo (pidiendo perdón por esta vulgar pero precisa expresión) son más que suficientes para que el gobierno se emancipe de la coyunda fatal que lo está asfixiando.

Medellín

Desde luego, el Acuerdo Final entre Timochenko y Santos carece de validez…, pero fue reconocido como supraconstitución por un congreso embadurnado, unas altas cortes prevaricadoras y dos gobiernos, el de Santos (alborozado como firmante), y el actual, resignado ante hechos cumplidos…

Sé que para muchos amigos lo que acabo de afirmar es doloroso, pero si el país sigue sometido al tal AF y tutelado a través del CSIVI,  formado entre Farc y el gobierno nacional, que debe dar visto bueno previo a los actos del ejecutivo  colombiano y donde participan  dos gobiernos enemigos como Cuba y Venezuela, y Noruega, “neutral” (¿contra quién?, como  diría Churchill), la democracia colombiana, agonizante, iría inevitablemente hacia el abismo.

El dilema es entre el ejercicio de la soberanía por un gobierno que actúe dentro de la Constitución y la ley, y el sometimiento del mismo a un convenio ilegítimo y a la supervisión inadmisible de la tal CSIVI.

Mientras continúe esa situación, en Colombia cogobierna Cuba, y si triunfan las izquierdas en el 2022, nuestro país pasará a ser manejado únicamente por los agentes de La Habana, como en Venezuela. No reconocer esto equivale a tapar el sol con un dedo.

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Nunca antes la política fue más sencilla. Si consiste en escoger opciones, debe limitarse a la preservación de la democracia, porque si esta se pierde definitivamente, las libertades ciudadanas y el progreso económico y social desaparecerán, arrastradas por la barbarie castro-chavo-comunista.

No hay opción distinta a resistir o dejarse llevar por la pendiente facilista…

Aparentemente es imposible zafarse del AF, porque dizque está bien blindado por congreso, altas cortes, medios y la complicidad de varios partidos y tres expresidentes tan perjudiciales como poderosos. Pero, si una parte no cumple, la otra queda desligada absolutamente del convenio.

Hace pocos días, la bancada del CD en el Senado demostró con cifras indiscutibles el absoluto incumplimiento de las Farc: no han entregado los niños reclutados ni han reparado a sus víctimas, ni revelado las rutas de narcotráfico, ni repudiado a sus “disidencias”, no han consignado las sumas ofrecidas ni los bienes inventariados, ni reconocido sus delitos, ni, ni, ni…, mientras sus voceros vociferan una y otra vez que no se les viene cumpliendo…

En cambio, el gobierno se ufana de “honrar” el AF. Acude ante la CSIVI y los demás mecanismos dizque de verificación, sostiene millares de “desmovilizados”; a las “disidencias” las llama “grupos armados residuales”; entrega emisoras, paga miles de escoltas y suministra numerosos vehículos blindados a los “comandantes”; gira partidas para “proyectos productivos”; aprueba programas billonarios para cumplir el tal acuerdo… y a través de sus “altos” consejeros se inclina ante el gobierno cubano, indiscutible cabeza de las Farc.

En fin, triste es decirlo, pero el gobierno, en vez de reconocer el incumplimiento de la contraparte, lo tolera y disimula, y además, paga espléndidamente los informes de un dizque Instituto Kroc, escogido por las Farc y Santos para dar cuenta del cumplimiento del AF y el “ritmo de la implementación de la paz” que, según esos afortunados gringos, se ha hecho más lento bajo Duque, aunque subió de 68 % en 2018 a 74 % en 2019. Un resumen de ese sesgado mamotreto puede leerse en El Tiempo del pasado 17 de junio.

Tres años de incumplimiento y mamadera de gallo (pidiendo perdón por esta vulgar pero precisa expresión) son más que suficientes para que el gobierno se emancipe de la coyunda fatal que lo está asfixiando.

De esta pandemia, que el presidente ha sabido manejar (a pesar del saboteo por parte de la señora alcalde de Bogotá), el país saldrá arruinado y endeudado hasta niveles astronómicos y la población quedará hambrienta y desempleada.

En consecuencia, la situación  económica y fiscal, la peor en la historia de Colombia, exigirá austeridad, recortes y atención a las prioridades. Lo más equivocado sería suspender gastos urgentes e imprescindibles en la recuperación de la economía nacional, con el fin de cumplirles a las Farc con los 39 billones previstos en el actual Plan de Desarrollo, para implementar un AF que no ha traído la menor paz y que puede arruinar definitivamente el campo colombiano y encender la violencia más atroz.

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Esa suma gigantesca se necesita, en cambio, para atender las situaciones más apremiantes de la población, como ha indicado el doctor Luis Alfonso García Carmona,  dirigente de la Alianza para la Reconstrucción de Colombia —ARCO—, en la reciente reunión  de precandidatos presidenciales del Foro Atenas. No se podrá endeudar todavía más al país para que las Farc gasten, despilfarren y hagan política a costa del bienestar de los colombianos.

En nombre de ese grupúsculo, de apenas 50.000 votantes, el señor Estrada, de la CSIVI, que ahora posa de jurista, invoca estentóreamente desde Cuba la máxima Pacta sunt servanda, para que el país se les acabe de doblegar mientras ellos siguen burlándose de 50 millones.

 

                                                                       ***

Bienaventurada vejez, de Robert Radeker _ La edición colombiana de este libro (Bogotá: FCE; 2017, 150 pag.), apareció dos años después de la primera francesa. Su título es irónico, porque trata precisamente de lo contrario, el desprecio en que ha caído la ancianidad. Su autor es un filósofo nacido en 1954, gravemente amenazado por islamistas, que obviamente se acerca a la temida vejez en medio de una sociedad “jovenista”, donde los mayores son vistos como desechos cuya vida cuesta mucho dinero a los gobiernos, porque ya no existe la solidaridad familiar, que a lo largo de la historia de todos los pueblos hacía posible la natural convivencia de las edades en la familia.

Este profundo ensayo, filosófico, sociológico y antropológico, se asoma a la aterradora perspectiva del gerontocidio en el que puede desembocar la sociedad actual, porque ya el feticidio masivo ha sido aceptado en tantos países cuyos gobiernos lo promueven y lo financian, y cuyas “altas cortes” lo han convertido en “derecho fundamental”.

Sin hijos ni abuelos, el jovenismo se ha vuelto una como religión actual. Las gentes prolongan la juventud con actitudes, comportamientos, tratamientos, vestimenta y fármacos como el viagra, temerosas del momento fatal en que se los confine en los geriátricos (en Francia los EPHAD), abandonados por todos y en espera de triste y solitaria muerte. Ningún libro más actual y sobrecogedor que este, cuando los primeros gerontocidios masivos —acoto— se vienen realizando sigilosamente en Europa y los Estados Unidos por cuenta del covid.

                                                                       ***

¡Y el colmo de los colmos, el prevaricato descarado e impune del Tribunal Superior de Cundinamarca, que elimina las facultades del presidente de la república como director de las relaciones exteriores y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas!

De esta pandemia, que el presidente ha sabido manejar, el país saldrá arruinado y endeudado hasta niveles astronómicos y la población quedará hambrienta y desempleada.

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