Apología de la gordura

Autor: Ricardo Ernesto Torres Castro
23 junio de 2019 - 10:02 PM

Información banal versus pensamiento ilustrado; alfabetización funcional versus alfabetización crítico-creativa. En la cultura Light esto es lo que más prospera.

Medellín

Ricardo Ernesto Torres Castro

POR: Un Gordo

 

“Mi campo –dice Goethe– es el tiempo”. He aquí la palabra absurda. ¿Qué es, en efecto, el hombre absurdo? El que, sin negarlo, no hace nada por lo eterno, por trascender. “Mi debilidad”, probablemente la comida, no es la sensación mediocre de llenar la panza, es más un acto sublime: el de hacer encontrar los sentidos. El tacto que se encuentra con la vista y el olfato con el gusto. La comprensión tradicional de lo que es el ser humano se funda en su convicción que, a pesar de su fragilidad, la existencia humana tiene un valor absoluto. No importa ser altos o bajos, ser rubios o negros, ser robustos o enclenques, ser flacos o ser gordos…. La teoría estética, recupera la cultura del Juicio, tan importante en una cultura racionalista y universalizante como es la cultura moderna ilustrada y deja de lado el parapeto ridiculizante de quienes en su subconsciente no desean sino mostrar sus pérfidas pasiones. Soy amigo, por si las dudas, de quienes no comparten esta idea, no me interesa en todo caso el juicio que se haga de ella, solo espero serle fiel, ser algo así como su discípulo, aunque a ratos me burle de ella, en todo caso, lo evidente es que quienes no me creen y yo, sostenemos como un primer principio que el hombre es centro del universo, el cual es alimento para su conciencia, como para mí es alimento un buen postre de natas. Emocional es mi método. Comprender las cosas es conmoverse; hasta que uno logre la emoción intensa, como dice Aristóteles: “hasta comprender un objeto; mientras más unificados con él, más lo habremos comprendido”. De ahí que sea tan viva la definición de la belleza cuando se hace vivir en la cualidad de los objetos que nos incita a poseerlos. El amor es la tendencia a la unificación. El supremo sentimiento místico es la concentración de la conciencia en Dios: una unificación tan completa, que llega a producir el éxtasis.

Comer para algunos de nosotros “Gorditos”, significa lo anterior y algo más. Esta es la razón de mi juicio, no pretendo hacer defensa de la ansiedad que pueda despertar la comida, o mejor aún, como decía Gorgias: “lo que intento es destruir la injusticia de un reproche y la ignorancia de una opinión.” Por tanto, si se ha de asignar la causa a la fortuna o a la desgracia de ser gordo, hay que limpiar las malas famas. Demuestro que es así para ponerlo en la opinión de los que me escuchan. La opinión manda infortunios frágiles e inciertos, por tanto, ¿que puede impedir de forma tajante el no ser gordos? Así pues, he probado que con la palabra anotada hemos tenido suerte, por ser diferentes. Atravesados por un analfabetismo cultural, poseemos un esquema deseante muy "ligero", con altos porcentajes de consumo, lo que nos lleva a la banalización del gusto y de los discursos cotidianos. Discursos que se sitúan hoy por hoy en un ambiente de llenura informática contra el conocimiento, la reflexión. La figura del pensador de Rodin ha sido cambiada por la de Homero Simpson. Información banal versus pensamiento ilustrado; alfabetización funcional versus alfabetización crítico-creativa. En la cultura Light esto es lo que más prospera. Se exhiben e imponen la sociedad del espectáculo, la moda, el individualismo, la incapacidad para establecer compromisos con el futuro, el facilismo, el paradigma del atajo, la pasión desmesurada por las nuevas tecnologías de la cibercultura: las realidades virtuales, la Internet, la estética del video-clip, lo tecno-imaginativo, el síndrome del programador; se reivindica el estereotipo estético, ese reencauche híbrido y nostálgico por las producciones del pasado; se impulsa la simulación de arrogancia y la salud corporal de pasarela, la falsa erudición ante el juego de cámaras; la poesía fácil, llevadera, superficial, realizada por los ritmos urbanos, el compromiso con una ecología frívola y capitalista.

Lea también: Del arte del paladar y el disfrute de la vida

Por lo tanto, lo Light es ante todo llenura. Promueve un mercado de deseos frágiles y múltiples. Cultura polifónica y extravagante, cuya cualidad es la copia y la parodia. El joven consume sin conocer, conoce sin preguntar. De tal manera que se asume el saber como lo difícil y el desconocimiento como lo mejor, actitud que conduce a la trivialización de la lucidez y del pensamiento. La consigna Light entonces se anuncia en estos términos: "abajo la superioridad de los inteligentes, viva la dicha de consumir sin tener que pensar" (To munch Light. Alberto Saldarriaga Roa). Se legitiman la estupidez, la tontería, el ademán ridículo. Se margina y se expulsa hacia la intemperie toda vitalidad reflexiva. La duda y el cuestionamiento se sitúan en un paréntesis denigrante. La cultura, al decir del escritor Oscar Collazos se rebaja a "segmento superficial o en últimas espectacular, incorporada a un más vasto segmento: el de la información o el entretenimiento... donde se construye el edificio del facilismo y la banalidad con el pedestre argumento de que hay que 'darle al público lo que le gusta'..." que estupidez. El individuo Light "tiende a encerrarse en sí mismo, en su micromundo aunque éste se conecte con el cosmos. La televisión que lo fascina, el equipo de sonido que lo aturde, los audífonos que lo encierra, constituyen la tecnología del ensimismamiento". Sólo le queda el goce inmediatista, el asistir a una plena cartografía del placer sin preocupación del futuro. Mi opinión es clara, hablo de quienes no tienen una delgadez mental. Hablo de quienes tienen ideas gordas y pueden hacer encontrar puntos convergentes entre lo que son y lo que piensan. Y para rematar, puede que “Mi debilidad”, sea la comida, recuerden, no es la sensación mediocre de llenar la panza, es más un acto sublime: el de hacer encontrar los sentidos. El tacto que se encuentra con la vista y el olfato con el gusto. Sensaciones que le dan gusto al paladar.

 

“Lo que intento es destruir la injusticia de un reproche y la ignorancia de una opinión.

 

(Gorgias de Leontini)

 

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