Se volvió de moda, como ocurre cada cierto tiempo, hablar de reformas estructurales del Estado. Está muy bien que quienes administran lo nuestro se preocupen de mantener actualizadas de acuerdo con lo que pasa en el mundo, nuestras instituciones. Pero no es copiando sino adecuando lo nuestro a los nuevos tiempos como se logra la esencia del buen gobierno que es el medio eficiente para llegar al culmen de nuestras aspiraciones ciudadanas, que es el bienestar y la felicidad generalizada, pasando por el respeto y garantía de los derechos, y los medios para la convivencia pacífica de los ciudadanos.

Lea también: Que nos dirijan los mejores

Acabamos los colombianos de pasar por una elección de Contralor General, por decir lo menos, angustiante. El procedimiento tiene aspectos que, aunque amerita algunos ajustes, resulta interesante como lo es el hecho de ser una universidad prestigiosa la que haga de caza talentos para conformar el grupo de finalistas de entre los que por su propia iniciativa se inscriban para la selección. Sin embargo, la intervención de los apetitos de los congresistas no permite la total transparencia del trámite, pues los candidatos, sin contar sus aptitudes, quedan al total albedrío de los partidos, grupos y sectas políticas.

Los organismos de control del Estado deben ser dirigidos y conformados por personas de probidad comprobada, libres de toda sospecha y, sobre todo, sin relación alguna con las personas del presidente y de los miembros del partido de gobierno. Ya nuestro Ordenamiento deja prescrito que no pueden los funcionarios tener relación con los miembros de la corporación que los elige o postula, pero esto tendría que extenderse hasta los funcionarios subalternos o meros empleados de esos organismos. El ideal sería que en entidades como el Congreso no haya causales de impedimento o recusaciones de sus miembros, en estos casos.

Estuvimos a punto de ver elegido Contralor General a un personaje muy polémico que, para colmo de males tiene sociedad conyugal vigente con una miembro del Senado. Pero no se trata de cualquier senadora, es una de las mujeres más agresivas de nuestra vida publica y miembro del partido en que milita el actual presidente. Afortunadamente el director del CD, en un rapto de lucidez, entregó la candidatura, evitando las sospechas sobre los controles del organismo a los actos del Gobierno y amainando la soberbia con que la dicha senadora asume su papel de gran influenciadora de Colombia.

Lea además: Rodear las instituciones ¿cuáles?

Tampoco debe haber relaciones de amistad o intimidad entre los poderes del Estado y sus organismos de control, pues el Gobierno o la Administración deben ser vigilados con total independencia. Tampoco se trata de atajar o perseguir. El control se tendrá que hacer mirando siempre los fines del Estado, con total transparencia y ecuanimidad. Quienes ejerzan el control deberán estar en posición de garantizar su buen comportamiento. Que no nos vuelva a pasar lo que en Antioquia, donde vimos con asombro como el Contralor se aferra a su puesto a pesar de todos los horrores que le comprobaron.