Buenavista es un paraíso natural que esconde, en medio de su belleza, algunas de las heridas que ha dejado esta guerra…
La vereda Buenavista del municipio de Mesetas, Meta -epicentro simbólico de la dejación de armas de las Farc-, está enquistada en las profundidades de los Llanos Orientales colombianos, rodeada de inmensos territorios con apenas unas cuantas cabezas de ganado y de pequeñas casas, escondidas y dispersas, que no alcanzan a formar siquiera un caserío.
Para llegar hasta esta zona desde la cabecera municipal, es necesario recorrer una trocha en regular estado por un periodo aproximado de dos horas en carro. Al final del camino, la recompensa para el viajero paciente es un paisaje maravilloso que hace honor al nombre de la vereda y desde el cual se alcanza a divisar el inicio del Parque Nacional Natural Sierra de La Macarena.
Buenavista es un paraíso natural que esconde, en medio de su belleza, algunas de las heridas que ha dejado esta guerra fratricida después de tantos años de sangre y violencia… heridas que aún tardarán muchos años en sanarse.
Antes de llegar a la vereda es posible encontrarse en el camino con alguna organización financiada con recursos internacionales que realiza labores de desminado humanitario en fincas parcialmente abandonadas por sus propietarios, quienes aun no pueden aprovechar este terreno por temor a ser víctimas de alguna de las minas antipersona que aún quedan en el territorio.
Ya en Buenavista, los campesinos reciben visitas de representantes de las instituciones del gobierno nacional encargadas de la sustitución de cultivos, quienes les hablan de la imperiosa necesidad de dejar a un lado los cultivos ilícitos. Sin embargo, después de las reuniones, los labriegos se reúnen a conversar espontáneamente y a hacer cuentas que los llevan a una misma conclusión: la hoja de coca les sigue garantizando más recursos que otros cultivos.
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Por otra parte, una de las disidencias de las Farc, el Frente 1, aún recorre territorios relativamente cercanos a esta vereda, especialmente en las zonas limítrofes entre los departamentos del Meta y el Guaviare. Hombres y armas que aún están preparados para continuar con la guerra y que por más minoritarios que sean, no pueden desconocerse como un factor de riesgo que debe solucionarse prontamente, antes de que pueda desencadenar en hechos graves como la reincorporación de excombatientes a las filas.
Por supuesto que la entrega de 7.132 armas individuales por parte de las Farc representa un hecho histórico para nuestro país. Por supuesto que significa una buena noticia, ya no solo para los colombianos, sino para toda la humanidad que puede decretar el fin de otro conflicto. Sin embargo, el fin de esta guerrilla como organización armada no nos puede distraer de la inmensa responsabilidad que tenemos como ciudadanos en la implementación integral de los acuerdos de paz.
Ahora que la guerrilla ha cumplido con su parte, nos resta a todos los colombianos, especialmente a los que creemos en este proceso, defender y promover el cumplimiento de lo pactado como garantía de la paz estable y duradera que solo será posible si logramos curar heridas como las que se descubren al visitar lugares como Buenavista, en Mesetas: territorios minados, con cultivos ilícitos y que sirven de escondite a organizaciones al margen de la ley que prefirieron el camino de las armas.
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La defensa de este proceso de paz debe continuar con más entusiasmo a partir de ahora y se debe concretar en las elecciones de 2018. Retroceder ahora podría ser catastrófico para nuestro país.