También la indiferencia de tantos intelectuales y su dedicación a la vida contemplativa ha permitido esta monstruosidad de una nación hundiéndose a la deriva mientras el presidente nuestro rasga la guitarra y el dictador de al lado baila.
Alguna tradición pinta a Nerón tocando el arpa mientras Roma arde. No hay mucha seguridad en la anécdota, los que sí festejan son los contratistas de la guerra, los que se lucran de su comienzo y su final, pero no van a ella. El punto es qué hacer frente al desastre. Algún amigo con quien he compartido lecturas y poemas me ha dicho con sorna tierna que parezco haberme embelesado con el tema moral. Quisiera responder a lo que me sonó como una fraternal objeción.
Quién se interesa por conocer los asuntos relacionadas con el ser humano rápidamente se da cuenta que la ciencia social no es el dominio en el cual su preocupación se pueda desplegar completamente. Lo que ahora denominamos ciencias de la conducta o del ser humano tuvieron su comienzo como filosofía moral y varios en la modernidad quisieron emular a Galileo, pero el destino de esas disciplinas no ha sido tan rutilante como el de las ciencias exactas.
No es posible estudiar los asuntos humanos y eludir la cuestión moral, de allí que llamamos moralistas a quienes criticamos el destino de los asuntos humanos y tratamos de entenderlos objetivamente. Quiero decir que algunos no pensamos como hace seis siglos, el desastre como pérdida de conjunción en la alineación de las estrellas. Las causas del desastre no son astrales.
Los moralistas están mal vistos en un país que lo tolera todo, por ello tiene tan mala prensa el caso paradigmático de Marx quién se interesó por la génesis del capital a base de la apropiación descarada de toda la plusvalía. Terminó construyendo una ideología de la historia para alejarse de la filosofía moral y asumir el peligro de profundizar en un punto de vista que desborda lo moral y abre una opción ciega. Riesgos de la dialéctica hegeliana. El problema del sentido no está resuelto.
Antes de la revolución cubana el punto fue abordado por el grupo de Orígenes, Lezama Lima objetaba a Carpentier y su Revista de Avance el compromiso con la realidad social. El “etrusco” de La Habana evocaba al Perugino: “Mientras el hormiguero se agita voy a pintar un ángel más”. También el planteamiento lo encontramos en Nietzsche cuando afirma que ningún acontecimiento político resolverá el asunto del sentido de la vida.
Ambas anotaciones entregan una mutilación; las cosas se pueden poner tan duras que dedicarse a observar las rosas entraña un olvido, el del ser. Esto no puede ser ignorado. Tal vez en Colombia estamos necesitando menos versificadores y sí mejores científicos sociales, interesados genuinamente en el destino y la historia. Un país que ha sido dirigido por presidentes retóricos y gramáticos quizás debería repensar su destino y no seguir cantando en medio del fuego cruzado. Si la política ha sido tomada por ladrones, payasos y farsantes habrá que llamarles la atención a los mochuelos cantantes, que en los Montes de María la cosa está peluda. También la indiferencia de tantos intelectuales y su dedicación a la vida contemplativa ha permitido esta monstruosidad de una nación hundiéndose a la deriva mientras el presidente nuestro rasga la guitarra y el dictador de al lado baila.
Tanto mejor que poetizar en medio del desastre, hay que entender que la realidad existe y no depende de nuestros vaivenes íntimos y la verdad objetiva es diferente a nuestra exaltada subjetividad, que canta para espantar las penas, pero estas requieren nuestra más decidida acción intelectual para intentar explicar y comprender esta tragedia.