Una incursión de su parte y de sus entregados discípulos en las ciencias y en las artes podría enriquecer – incluso actualizar – algunas de sus convicciones sin alterar sustancialmente la fe
Con el debido respeto a su sabiduría y al alto cargo que hoy ocupa como gran rabino de Israel me permito enhebrar algunas palabras en torno a sus recientes declaraciones respecto a los inmigrantes -hoy ciudadanos- que llegaron al país desde la fenecida URSS y, más tarde, desde algunos países de Europa oriental.
Sus conocimientos de los textos talmúdicos son en verdad amplios y valiosos, y con gran devoción acierta usted a difundir ideas y lecciones que tienen validez incluso en estos tiempos en los que todo se reconsidera y se renueva. No obstante- y sin lastimar el respeto que le debo- me atrevo a pensar que una incursión de su parte y de sus entregados discípulos en las ciencias y en las artes podría enriquecer – incluso actualizar – algunas de sus convicciones sin alterar sustancialmente la fe y los principios que norman su vida y explican su alto cargo.
Y en particular le agradeceré atender y tolerar algunas de mis reflexiones en torno a sus recientes palabras respecto a los inmigrantes que llegaron a Israel en el legítimo marco de la Ley del Retorno. Lamenta usted que no se efectuaron en años idos ni hoy prolijas investigaciones para determinar si ellos eran o son hijos legítimos de una madre judía considerando que sólo ella -que no el varón– sella la identidad.
En cualquier caso y en su opinión, estos contingentes representan una masa pecaminosa en el país, radicalmente alejada de los nobles principios que usted difunde. Olvida que ellos apreciablemente contribuyen y defienden al país en grados absolutamente ignorados por usted y por sus fieles seguidores.
Y bien sabe que no pocos de estos ciudadanos se dedican a profesiones –desde la medicina a las ciencias sociales- que usted y no pocos de sus seguidores ignoran, circunstancia que no les impide recurrir a ellos conforme a vuestras necesidades. Más aún: este pecaminoso público contribuye a la defensa, a la prosperidad y al prestigio del país en dimensiones que usted e incluso el ministro del interior Arieh Deri han ignorado desde la temprana juventud. Sin embargo, ustedes esconden estas ausencias con altisonantes prédicas financiadas en gran medida por ciudadanos que pública o secretamente ambos desprecian.
En este contexto me permito preguntar qué les habría ocurrido a no pocos nacidos de madre judía si en los países a los cuales emigraron en difíciles circunstancias -y en donde hoy viven y prosperan- se les hubiera negado el ingreso y la ciudadanía por no adherir a las enseñanzas de Cristo o de Allah.
Conforme a su lógica y postura respecto a los inmigrantes que llegaron a Israel desde Europa oriental –casi medio millón según las estimaciones de su fiel discípulo ministro del interior– múltiples países en el mundo debieron haber negado el ingreso y la activa presencia de los judíos puesto que no eran ni son impecables seguidores del Uno o del Otro.
Afortunadamente, el gobierno no atenderá su prédica ni cambiará sus actitudes y proceder respecto a las diásporas judías que- en su opinión- tienen un origen y una lealtad que suscitan graves preguntas. Supongo que sabrá que un lamentable evento de esta índole ya ocurrió en algún país de Europa. Cambiando actores y víctimas, ¿debe repetirse en Israel?
Por estas consideraciones y sin adelgazar el respeto que le debo le agradeceré corregir sus palabras. Al menos por bien calculadas razones y considerando el presente periodo electoral que abruma al país.