El 7 de agosto se conmemora los 200 años de la Batalla de Boyacá, la cual selló la independencia de la Nueva Granada de España. Han pasado dos siglos, pero la mayoría de ciudadanos colombianos no son conscientes de lo sucedido en ese extenso periodo de tiempo y cómo eso ha configurado lo que es Colombia hoy.
Si a un estudiante de secundaria se le pregunta quién fue Tomás Cipriano de Mosquera probablemente no tendrá una respuesta. Quizá nunca haya escuchado ese nombre o quizá lo mencionaron en una clase de ciencias sociales y lo olvidó después de un examen. Los historiadores coinciden en que los colombianos no conocen su historia.
El historiador Luis Fernando Múnera considera que es de vital importancia “que la sociedad se pregunte por qué hoy es como es, por qué hoy las cosas están como están. Un instrumento para saber quién soy es la historia, ya que me explica los procesos económicos, sociales, políticos que se han generado en el medio en que yo vivo, en mi país, en mi ciudad, para llegar a que hoy seamos como somos”.
“Si nuestros niños y jóvenes no conocen la historia, es imposible que proyectemos un presente, un futuro. No tenemos los elementos fundamentales que nos da el pasado para construir lo que viene. Es absolutamente necesario conocer la historia, el viejo adagio es muy claro: quien no conoce la historia está condenado repetirla”, complementa el historiador Iván Guzmán.
“Desafortunadamente hemos olvidado nuestra historia y por una causa muy concreta. Hace más de 30 años, el gobierno suprimió la cátedra formal de historia en los colegios, historia patria y universal no se volvieron a dictar”, explica Múnera.
En 1984, en el gobierno de Belisario Betancur, se impuso un currículo oficial escolar que estipuló la fusión de diversas disciplinas, entre ellas la historia, en lo que se denominó área de ciencias sociales.
Guzmán indica que “eso ha hecho que dentro del pensum escolar se dé un vacío horroroso, un desconocimiento absolutamente espantoso de la historia que nos ha llevado simplemente a que los sentimientos patrios se expresan a través de una competencia, de un logro deportivo, pero no se da a partir de cómo se ha venido construyendo la vida de Colombia, cómo ha sido su devenir, y a partir de ahí cuál es el país que nos soñamos”.
Pero no todos en la academia comparten la postura de que el problema fundamental es la falta de una cátedra específica de historia. Contrario a la mirada de los historiadores, el estudio Identificación con la nación propia en jóvenes universitarios, maestros en formación. Imaginarios sociales de nación y escuela, del profesor Diego Arias, realizado en 2014, señala que los estudiantes recién egresados de la educación media evocan, de sus clases de ciencias sociales, fundamentalmente datos históricos: fechas insignes, personajes destacados, datos emblemáticos, acontecimientos políticos y militares relevantes, y recortes de períodos históricos instaurados por esta disciplina, entre otros.
El problema para este experto no está en que no se dicte una cátedra, sino en que el proceso educativo no genera ciudadanos críticos, cosa que los datos históricos por sí no consiguen.
“Creemos que es indispensable volver a instituir esa cátedra, a los estudiantes así como se les enseña lenguaje, matemáticas hay que enseñarles qué pasó en el país a lo largo de la historia”, opina Múnera.
“En este momento no sólo hay muy buen ambiente, sino que es obligación, y eso lo ha entendido un gran número de senadores y representantes. Hay muy buen ambiente para volver a épocas en que se tenía una educación integral”, indica Guzmán.
El 27 de diciembre de 2017 se sancionó la Ley 1874, que tiene por objeto “restablecer la enseñanza obligatoria de la historia de Colombia como una disciplina integrada en los lineamientos curriculares de las ciencias sociales en la educación básica y media”. Si bien no significa el restablecimiento de la cátedra de historia, ya que la enseñanza de esta disciplina sigue enmarcada en el área de ciencias sociales, es un primer paso en esa dirección.
Mapa de la Gran Colombia.
Lo que había antes
“Antes de los ochenta había más conciencia histórica en el país, debido a que había formación formal en los colegios en historia”, comenta Múnera, quien asegura que la cátedra de historia en ese entonces era una delicia.
Pero cuando la cátedra se dictaba en los colegios había cuestionamientos desde la academia: estaba centrada en memorizar fechas, datos, batallas y nombres de próceres de la independencia o presidentes; las clases carecían de profundidad y contexto, excluyendo aspectos económicos y sociales.
En el artículo La enseñanza de las ciencias sociales en Colombia: lugar de las disciplinas y disputa por la hegemonía de un saber, Arias afirma que hasta finales del siglo XX, “la historia escolar se preocupó por insuflar en la mente y en el corazón de los escolares profundos sentimientos de adhesión a la nación propia, y transmitir fragmentos amorfos y acríticos sobre hechos de pasado para darle forma a una identidad nacional”.
Arias considera que el interés para volver a la vieja cátedra de historia es una puja por el “retorno a la historia de siempre, el regreso al viejo canon de historia escolar fundado en una renacionalización del pasado y en un afianzamiento de los esquemas cronológicos y conceptuales de siempre”.
“El asunto no es de más o menos historia, sino de responder al para qué de aquellos conocimientos que se desea introducir en la escuela, en aquella área preocupada por el devenir del sujeto, las sociedades y los grupos humanos, llámese historia, ciencias sociales o estudios sociales. Ni cuando existía la enseñanza ‘pura’ de la historia en la escuela, ni cuando se actualiza esta área del conocimiento en un esquema interdisciplinar devienen automáticamente sujetos políticos”, asevera Arias.
Los historiadores aseguran que si bien se pretende revivir lo bueno de la cátedra de historia, también se quiere corregir los defectos que tenía. Guzmán afirma que hay “que retomar una historia más crítica, más centrada en lo que ha sido el devenir de Colombia, una historia menos historiográfica, menos de farándula y que sea más contadora de los hechos reales, que sea más afincada a nuestra circunstancia social”.
El historiador concuerda con Arias en que “necesariamente tenemos que formar a la gente para una historia más crítica, una historia más constructiva, una historia que delinee caminos, delinee rutas y, sobre todo, corrija los malos comportamientos, los hábitos horrorosos de una clase en Colombia que en vez de construir ha venido destruyendo nuestra nacionalidad”.
La Batalla de Boyacá, por Andrés de Santa María. Colección del Museo Nacional, Bogotá.
Los expertos coinciden en que el desconocimiento de la historia es un problema. Arias apunta que varios estudios sobre la historia de la enseñanza de las ciencias sociales en el país “acotan como una de sus mayores debilidades haber diluido el saber disciplinar en la escuela. La falta de rigor conceptual y metodológico, la carencia de referentes que ubiquen a los escolares respecto al pasado, y por tanto, la ausencia de la conciencia crítica que el saber histórico proporcionaría, se señalan como las principales causas, no sólo de la debilidad de la amorfa asignatura de ciencias sociales integradas, sino de la apatía y el desinterés de los estudiantes por cuestiones que atañen a la política y a los deseos de transformación social.
Pero, Arias considera que la solución al problema no es una cátedra: “Se asume ingenuamente que el retorno a la enseñanza de la historia mejoraría ostensiblemente la calidad de la enseñanza y generaría ciudadanos beligerantes, críticos y propositivos”.
No obstante, para Arias el interés de restablecer la cátedra de historia sólo es un intento de volver a las clases memorísticas, para otros expertos como Múnera y Guzmán es la oportunidad de crear ciudadanos críticos conscientes de su pasado.
En 1911, la Academia Colombiana de Historia, ente encargado de divulgar la memoria oficial del país, avaló con motivo de la conmemoración del primer centenario de la independencia un manual de historia escrito por Jesús María Henao y Gerardo Arrubla. Se trataba del Compendio de la Historia de Colombia, documento que se convirtió en el núcleo conceptual de la mayoría de textos escolares de historia por siete décadas.
El artículo de Alexis Pinilla, en 2003, El Compendio de historia de Colombia de Henao y Arrubla y la difusión del imaginario nacional a comienzos del siglo XX, caracteriza a sus autores como “herederos de la tradición ideológica del período de la Regeneración y, como tales, perpetuadores de las ideas conservadoras”.
El Compendio materializó un proyecto político que buscaba imponer un orden social caracterizado por el “retorno a concepciones medievales sobre subordinación del poder temporal al poder espiritual, la Iglesia como elemento cohesionador de la sociedad, la supeditación de la ley a la moral y el cambio del ciudadano burgués al ciudadano católico virtuoso”.