Después de 27 años, parece lugar común decir que Colombiamoda es la feria más importante del sistema de moda en América Latina y cada vez tiene mayor preponderancia en el concierto internacional. Así es, y también es una de las ferias empresariales que más miradas atrae y una de las más exitosas desde el punto de vista económico. Sin embargo, como ha ocurrido desde 1990, los desfiles, las citas de negocio, los diseñadores, los lanzamientos y las fiestas, serán solo excusas para procurar mayor dinámica a un sector de la industria del que derivan el sustento miles de familias en el país y en la región.

La aparición de una feria como ésta en la más cruda década de Medellín, representó un grito desesperado de los empresarios que se negaban a sucumbir al caos. Lograr desde el principio que los más importantes diseñadores vinieran y que se concretaran millonarios negocios, es prueba de lo que somos capaces como sociedad cuando tenemos objetivos claros y un empeño común. La feria fue una respuesta a la crisis económica y social que vivíamos; hoy sigue motivando la esperanza de empresarios, modelos, diseñadores y trabajadores de todos los niveles del sistema, quienes aspiran que el encuentro de la semana entrante no solo deje satisfechas a las retinas y los lentes, sino que otra vez se constituya en el motor que revitalice la actividad.

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Aunque en materia social y de seguridad el panorama es distinto al que sirvió de escenario a las primeras versiones de la feria, estamos lejos de ser una pintura perfecta. Según los registros de desempleo aportados por el Dane, en el llamado sector real de la producción, las industrias dedicadas al área textil y de la confección le aportan un altísimo porcentaje a la estadística. Las prendas de vestir han variado la producción negativamente más de 14%, lo que se traduce en una notoria reducción de puestos de trabajo. Si caen las ventas, se disminuye la fabricación y se aumenta el desempleo, así de simple.

Un fenómeno que los líderes sectoriales atribuyen en buena medida al desmonte de los aranceles mixtos que ordenó el año pasado el Gobierno Nacional, como consecuencia de una demanda internacional que impuso Panamá. Algunos empresarios reclaman una actitud de mayor compromiso y menor temor frente a la demanda panameña, que según ellos, termina por favorecer el contrabando y promover el empleo pero en China y otras latitudes y no en el país. De hecho, la Cámara Colombiana de la Confección y Afines, cree que falta coherencia en el gobierno, porque mientras la ministra María Clara Lacouture dice que para superar la crisis económica, Colombia debería producir artículos con mayor valor agregado, el Gobierno no apoya al sector textil y de confección que es uno de los que mayor valor agregado genera y que hace apuestas más arriesgadas en esa dirección. Muestra de ello, hoy como ayer, es la realización de Colombiamoda que apela al viejo dicho de ponerle buena cara a los malos tiempos para ayudarlos a mejorar. Así lo  ha hecho por más de un cuarto de siglo y seguro esta vez no será la excepción.

No es nuevo. Cada año el preámbulo de la feria lo constituyen las declaraciones sectoriales que reclaman más eficacia en la lucha contra el contrabando, mejores condiciones impositivas, mayor estabilidad en materia cambiaria y jurídica, mejores condiciones de seguridad y apoyo real a la industria. Sin embargo, en los últimos cinco años había bajado el tono de esas demandas porque el sector experimentaba una especie de repunte. Pero Edwin Salazar, el presidente de la Cámara Colombiana de la Confección y Afines dice que el sector está en quiebra y tiende a empeorar. El gremio estará presente en Colombiamoda para tratar de revertir esa tendencia y desde ya se advierte que usará la feria como escenario para amplificar sus reclamos al Gobierno Nacional, cuyas políticas considera insuficientes para afrontar las dificultades.

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Asuntos como éstos, que repercuten en el empleo y la economía, deberían ocupar mayor espacio en la agenda informativa que seguramente dará cuenta de las tendencias y los desfiles, del glamur y la belleza; siempre que dejen tiempo las pobres polémicas cotidianas y los escándalos a granel con que vivimos ocupados, sin darnos cuenta de cómo crece, por ejemplo, el número de desocupados en el país.

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