Constituyente y elecciones

Autor: Alejandro Cortés Arbeláez
1 marzo de 2018 - 12:07 AM

Pero convocar a una constituyente en este momento es una idea no solamente mala, sino peligrosa.

Varios candidatos y precandidatos presidenciales, entre los cuales se cuentan Gustavo Petro, Alejandro Ordóñez, Humberto de La Calle y Viviane Morales, han propuesto la convocatoria a una asamblea nacional constituyente. No todos están planteando lo mismo: Petro ha hablado de una “constituyente territorializada y pluralista que haga las reformas que no hizo la Constitución del 91: la del territorio, la reforma a la salud, la educación, la Justicia, la Política y el tránsito hacia una economía productiva”, de La Calle señaló que está dispuesto a convocar a una constituyente limitada para promover una reforma a la justicia, Ordóñez ha hablado de la necesidad de una constituyente “para restaurar la institucionalidad” y Morales viene insistiendo en una constituyente desde que en el Congreso se hundió un proyecto de su autoría para sacar adelante un referendo constitucional en contra de la adopción por parte de parejas del mismo sexo. 
No es descabellado sostener que es precisamente por las elecciones que viene cogiendo fuerza la propuesta de convocar a una constituyente. En el actual ambiente de desconfianza y desprestigio institucional, es apenas natural que se vean favorecidos los discursos fundacionales que proponen hacer borrón y cuenta nueva, en vez de fortalecer la institucionalidad existente. Pero convocar a una constituyente en este momento es una idea no solamente mala, sino peligrosa. Una constitución es, o al menos debe aspirar a ser, un compromiso institucional estable y de largo aliento en el que se plasmen los intereses de diversos sectores políticos, económicos y sociales. Y es difícil pensar con una mentalidad de largo plazo cuando se está en medio del afán que representan las elecciones legislativas y presidenciales, en las que priman los intereses de corto plazo, de los cuales el más evidente es el de, precisamente, ganar las elecciones. Así, a pesar de su potencial atractivo, esta propuesta es problemática y cuestionable por varias razones. 

Lea también:

En primer lugar, porque tal como está siendo planteada, no es una propuesta realista y seria. El argumento central de quienes defienden la necesidad de convocar a una constituyente parte de señalar que las instituciones existentes son un obstáculo para tramitar las reformas que requiere el país. El problema es que esta argumentación parece dejar de lado una consideración de importancia central: una constituyente tendría que convocarse a través de una ley de convocatoria, aprobada por el Congreso y posteriormente revisada por la Corte Constitucional, instituciones que para algunos candidatos no parecen ser más que un estorbo. Sería bueno que los candidatos que tienen un discurso anti-institucional explicaran, más allá de la retórica demagógica, cuál es su plan para convocar a una constituyente: ¿cómo van a lograr que se apruebe la ley de convocatoria en el Congreso? ¿van a presionar indebidamente a la Corte Constitucional para que le dé el visto bueno a una iniciativa de este tipo? ¿están dispuestos a respetar la separación de poderes en caso de que su proyecto llegue a no tener éxito? Ojalá estos interrogantes fueran aclarados. 
En segundo lugar, porque incluso suponiendo que no existieran obstáculos técnicos para la convocatoria de una constituyente, este no es un buen momento para hacerlo. La idea central detrás de la redacción de una nueva constitución es que esta se convierta en la representación escrita de un pacto político en el que se garantice el respeto a las visiones y aspiraciones de múltiples sectores políticos, sociales y económicos. El problema es que en la actual coyuntura de polarización, lo anterior parece una tarea imposible. Varios candidatos proponen una constituyente, pero una hecha de acuerdo a sus intereses políticos particulares. En este contexto, corremos el riesgo de que si se llegara a convocar una constituyente, se termine aprobando una constitución política excluyente, que deje a buena parte de la sociedad insatisfecha y que, en consecuencia, termine siendo fuente de descontento social e inestabilidad. 

Además:

La convocatoria a una asamblea nacional constituyente no es per se una idea cuestionable. El problema es que una iniciativa de semejante magnitud debería analizarse con mucho cuidado y adoptando una mirada prudente y fría, algo que es sumamente difícil de hacer en plena época electoral. Por ello, lo ideal sería aplazar el debate sobre esta propuesta para después de las elecciones, cuando los ánimos estén menos caldeados y haya una mayor disposición para el debate razonable y basado en argumentos. 

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Comentarios:

augusto
augusto
2018-03-01 12:29:32
Con seguridad propuestas a la constituyente las hay desde todas las vertientes, pero estamos en un tiempo definitivo en que las señales nos muestran el camino correcto, y como por arte de gracia será revelado lo que hay que hacer.

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