Este giro en la estructura gubernamental de Israel revela, por un lado, la ascendente inquietud por la difusión del virus, y, por otro, la flaqueza de las promesas electorales.
Lo que menos imaginaba la ciudadanía israelí ha ocurrido: Benny Ganz, líder de la coalición partidaria que obtuvo un amplio número de electores que exigieron la destitución de Bibi, ingratamente sorprendió a sus partidarios al suscribir en principio un acuerdo con el actual Primer Ministro israelí. Ganz ofreció como explicación de su inesperada conducta el número y la suerte de los afectados por el corona-virus que en los últimos días suman más de tres mil, un tercio de ellos en grave estado.
El resultado inmediato de su decisión es la ruptura de su partido Azul y Blanco que en la última jornada electoral obtuvo 32 escaños de los 120 que se alojan en el Parlamento. La decepción del público que lo apoyó en el curso de tres torneos electorales es amplia; centenares de ciudadanos han salido a las calles desafiando las severas disposiciones establecidas desde ayer por el ministerio de salud que prohíben cualquier aglomeración.
A pesar de que la fracción que Ganz encabeza suma menos de 20 miembros – en contraste con la coalición de centroderecha que llega a 58- logró convenir con Netanyahu que importantes carteras ministeriales – desde defensa a relaciones exteriores y justicia – le serán confiadas. El cargo de Primer Ministro será desempeñado por Bibi durante un año y medio en la inteligencia de que Ganz lo reemplazará ulteriormente por similar periodo. No pocos ya manifiestan dudas sobre la solidez de este acuerdo considerando los cargos delictivos a los cuales Netanyahu deberá responder ante los tribunales en fecha aún no acordada.
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Cabe anticipar que las manifestaciones en contra de ambas figuras se multiplicarán en los próximos días, especialmente si Yuri Edelshtein – que ayer fue obligado a renunciar como coordinador del Parlamento con arreglo a la sentencia de la Suprema Corte de Justicia – retornará sin objeción alguna a su puesto. Un hecho que será considerado por no pocos como una burla al reparto constitucional de los poderes y a las promesas emitidas por la oposición.
Este giro en la estructura gubernamental de Israel revela, por un lado, la ascendente inquietud por la difusión del virus, y, por otro, la flaqueza de las promesas electorales. Los días que vienen revelarán cuál de estas dos circunstancias determinará al cabo la fisonomía política de este país.