En el marco del partido gobernante Likud se perciben filosas divergencias respecto a la calidad del liderazgo de Netanyahu
La rápida expansión de la segunda ola del covid-19 afila las tensiones en la coalición que hoy gobierna a Israel. Una y otra vez las directrices que el Primer ministro Netanyahu difunde con o sin el apoyo de los miembros de su abultado gabinete suscitan el enojo y las protestas públicas.
Las medidas presumiblemente neokeynesianas que pretendía poner en práctica hace una semana- reparto de diferentes sumas de dinero a todas las capas de la población sin distinguir el monto del ingreso que perciben – encontraron la firme resistencia popular. No les pareció justo ni necesario que sectores apenas afectados por el quiebre económico y financiero merezcan idéntico apoyo que el amplio sector desempleado. Como resultado, en los próximos días se rectificarán sus modalidades.
Por añadidura, el cierre total de restaurantes, playas y salas de deporte tropieza con firmes objeciones. Una razón más de las agitadas manifestaciones que se congregan diariamente frente a la residencia gubernamental exigiendo sustantivos cambios en las directrices oficiales cuando no la renuncia de un líder que debe responder ante los jueces por la comisión de presuntos delitos.
Las tensiones se manifiestan no sólo en la órbita pública. También en el marco del partido gobernante Likud se perciben filosas divergencias respecto a la calidad del liderazgo de Netanyahu y las decisiones que deben adoptarse con el fin de reducir los impactos de corona.
A este agitado escenario cabe agregar misteriosos eventos en Irán y en Siria que afectan la capacidad militar de estos países. No pocas fuentes responsabilizan a Jerusalén indicando que el covid apenas implica una tregua a las tensiones que están remodelando el Medio Oriente.