El libre ejercicio del periodismo y la existencia de opinión pública que pueda expresarse sin interferencias, es un factor que define si un Estado es democrático o no.
“El periodista vive la mayor parte del tiempo tropezando en la oscuridad”. En primera plana, 2015.
El periodismo satisface una de las necesidades básicas del ser humano: estar suficiente y oportunamente informado para tener noción del entorno y un contexto adecuado, de modo que pueda tomar decisiones positivas para su vida. Algo en apariencia tan sencillo tardó siglos en aceptarse como tal.
En primer lugar y con honrosas excepciones, los medios de comunicación surgieron como instrumentos de acción política de partidos, movimientos y candidatos y en su nombre tenían la consigna de orientar a los ciudadanos. A partir de la dinámica surgida de la proclamación de los Derechos Humanos y en nuestro caso de la Constitución Política, los medios de comunicación adquieren el compromiso de informar para la libertad, la convivencia y la democracia con miras a fortalecer los atributos del Estado de Derecho.
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Hoy, el Derecho a la Información veraz e imparcial y la libertad de expresión son derechos humanos ((valores sociales y morales que constituyen un ideal político) reconocidos por todos los instrumentos jurídicos internacionales vigentes, a partir de la Declaración de Derechos Humanos de la ONU de 1948 (Artículo 19) y derechos fundamentales ((bienes jurídicos, cuyo respeto y garantía es obligatorio y cuya vulneración puede acarrear consecuencias jurídicas).
El libre ejercicio del periodismo y la existencia de opinión pública que pueda expresarse sin interferencias, es un factor que define si un Estado es democrático o no. A la reafirmación constante de la democracia, se suma la dificultad de informar en un contexto de globalización sin límites, de constantes avances tecnológicos y de desinformación por exceso de contenidos que no respetan barreras ni éticas ni estéticas.
Es casi un lugar común decir que el periodismo está en crisis. Las coyunturas difíciles, las amenazas, las obstrucciones políticas y económicas son de la esencia del periodismo. Los periodistas verdaderos pasan su vida caminando por la cuerda floja, viven entre la espada y la pared, agobiados por dilemas infinitos, siempre buscando una respuesta acertada, siempre luchando por la supervivencia en un mundo hostil que acude por igual a los halagos y a las amenazas.
El ideal de la sociedad de la información con sus componentes de acceso a la información, liberación de los individuos y mayores posibilidades democráticas, se enfrenta a los riesgos que supone el control de la información, que asumen en nombre de la libertad los medios masivos, los gobiernos y los grupos económicos que presionan las decisiones gubernamentales y participan en la propiedad de los medios.
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La sociedad de la información abre un nuevo campo de batalla en torno al control de la información, en el cual la sociedad civil responde con el control del poder, de los gobernantes y de sus decisiones, mediante el uso de las tecnologías de información y comunicación (Internet y los dispositivos móviles). A su vez, el control de Internet y de las comunicaciones móviles es la respuesta de los gobiernos despóticos a las publicaciones de los medios y a las demandas sociales.
El control económico de los grandes medios por parte de los conglomerados financieros e industriales, la compra de favores informativos mediante el uso de la pauta publicitaria de gobiernos y empresas, el cerco económico a los medios independientes, la fuga de usuarios hacia los medios digitales y hacia las redes sociales y el constante bombardeo de falsas noticias, son elementos que contribuyen hoy a la crisis del periodismo, mientras los periodistas activos lamentan la ausencia del periodismo de investigación (por presiones y por costos) al tiempo que los bajos salarios desmotivan cada vez más a los nuevos profesionales de la comunicación.
Con estos nubarrones en su cielo, el periodismo colombiano acude, un año más, a celebrar por costumbre su Día clásico el 9 de febrero.