Que Cristo José vuelva a su “brinqui brinqui” y ningún niño, en Colombia ni en el mundo, vuelva a pronunciar las estremecedoras palabras: “Me robaron”
De la consternación y la indignación por el secuestro del niño Cristo José, pasamos al júbilo colectivo por su liberación. Pero ¿cuáles son las reflexiones que nos dejan el secuestro de este pequeño y su hallazgo por parte de las autoridades?
La primera: Colombia sigue siendo un país solidario y orante en su gran mayoría. Basta que un medio de comunicación enfoque los reflectores en la infamia que significa secuestrar un menor de 5 años, para que se contagie la condena, se multiplique la compasión, la ciudadanía se empodere y tienda un cerco mediático sobre los secuestradores, que finalmente se sintieron acorralados y abandonaron al niño en un paraje selvático.
Ya no estamos en los años noventa. Nadie quiere retornar al imperio del secuestro como instrumento de sometimiento de un país por el miedo. Colombia estuvo tan doblegada por este sentimiento que propagaron guerrilleros y paramilitares, que la única manera que idearon los gobiernos para detener la barbarie fue sentarse en las mesas de diálogo, a las que llegaba ya debilitado por el sufrimiento extremo de la sociedad, que suplicaba detener el horror que vivían las familias. La ecuación era simple: A más terror, más posibilidad de negociación.
Aparentemente, fue la delincuencia común la responsable del secuestro del menor, sinembargo la reacción del país, les envió un mensaje contundente a los grupos armados que siguen haciendo del secuestro un negocio político y de los seres humanos una mercancía: unidos somos más y ahora es la sociedad la que ejerce presión y los acorrala.
Los medios de comunicación ejercieron un verdadero liderazgo humanitario. En especial RCN TV, con la visibilidad que le dio a este caso, hizo que todos nos sintiéramos corresponsables de su retorno a casa. La reacción de la ciudadanía muestra lo difícil que resultaría hoy intentar justificar lo injustificable amparándose en la ideologización, como sucedió durante los últimos ocho años, donde el secuestro dejó ser secuestro y se volvió “retención”, la violación de menores en las filas de la Farc pasó de largo, el narcotráfico se volvió delito político y en aras de “la paz”, los delitos de lesa humanidad dejaron de serlo, a los ojos de muchos líderes de opinión.
Esta liberación también se convierte en una bocanada de aire fresco para el Presidente Duque, quien manejó la situación con diligencia, compasión y mucha empatía. La visita a los padres del menor durante el cautiverio, el liderazgo que ejerció en el terreno militar, minuto a minuto, y la sintonía religiosa que tuvo con un país que oraba por la liberación del menor, le dan su primer respiro. La manera tan natural como narró que oraba en la iglesia de Lourdes cuando recibió la buena noticia de la liberación de Cristo José, nos deja ver un líder que no esconde sus creencias y se deja contar entre las mayorías católicas colombianas.
La serenidad y dignidad de la madre, también fueron ejemplo de entereza en un país acostumbrado a los sobresaltos emocionales, producidos por la violencia.
Que Cristo José vuelva a su “brinqui brinqui” y ningún niño, en Colombia ni en el mundo, vuelva a pronunciar las estremecedoras palabras: “Me robaron”