Hay otros males peores que el coronavirus, pero esos no tienen tanta prensa, tantas medidas, tanta alerta, ni tanta agenda mundial; mientras tanto, los otros males arrasan con la ética, con la gente y hasta con el planeta, sin que nos sintamos aludidos o en peligro alguno.
Hace poco, en un trino realista y cargado de interpelaciones (así lo percibí), nuestro admirado colega periodista Waldir Ochoa, escribió: “Hoy hay 3.160 personas muertas por coronavirus, pero...780.000 mueren al año por falta de agua en el mundo; 3’102.500 niños mueren al año de hambre; 89.000 mueren por conflictos armados; 88.000 mueren por delincuencia y 7 millones por aire contaminado. Nos distraemos de lo esencial”.
Triste realidad la que nos presenta el colega Waldir. Obviamente, no podemos subestimar la coyuntura nefasta del covid-19 (nombre con el cual la OMS ha decidido llamar a la enfermedad causada por el coronavirus) y su impacto letal en la salud de los humanos, sumado al daño colateral a las economías de las naciones, pero ello no puede convertirse en cortina de humo para otras realidades que estremecen, y que muchos de los que ahora tiemblan con la presencia del mal (entre ellos, líderes mundiales y personas responsables de países y comunidades enteras), olvidan, o, simplemente, rehúyen, y excluyen de sus agendas.
Hace muchos años que “otros coronavirus” están socavando los principios éticos, la sobrevivencia humana y hasta la estabilidad del planeta. A más de lo que nos advierte el colega periodista, la revista Dinero, en su edición de enero 15 de 2019, nos presenta unas cifras escalofriantes: en 2017, el número de personas viviendo en la pobreza llegó a 184 millones, representando el 30,2% de la población total de América Latina, de los cuales 62 millones se encontraban en la extrema pobreza.
Según el informe de la FAO, titulado: El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2018, presentado el 11 de septiembre de 2018, en Roma, “821 millones de personas padecen hambre y más de 150 millones de niños sufren retraso del crecimiento, por esta causa”.
Para la ONU, “el hambre en América Latina y el Caribe se incrementó de 6,2 % en 2013 a 6,5 % en 2018”. A Dios gracias, según el reporte, “en Colombia el hambre pasó de afectar a 4,2 millones de personas (9,7 %) en el periodo 2004-2006, a 2,4 millones de personas (4,8 %) en el trienio 2016 – 2018”.
Según el índice de pobreza extrema del Banco Mundial, Colombia ocupa el puesto 70 entre 164 países del mundo, y 2,2 millones de colombianos viven con menos de dos dólares al día; es decir, con menos de 7 mil pesos.
Acorde al informe de la revista Semana, en su edición digital del 7 de marzo de 2020, “padecemos enfermedades peores que el coronavirus: El 81 por ciento de los casos de contagio de coronavirus son leves; el 14, moderados y sólo 5 por ciento, graves. Del total de contagiados en el mundo, que hoy se acercan a 81.000, sólo el 2 por ciento tendrá un desenlace fatal y casi todos estarán en China. También vale la pena recordar que hay otras enfermedades más peligrosas: el coronavirus mató el 10 de febrero de 2020 a 108 personas, pero ese mismo día 26.283 murieron por cáncer; 24.641, por enfermedades del corazón y 4.300, por diabetes”.
Y así podríamos citar males como la contaminación ambiental (que nos tiene con pico y placa las 24 horas en Medellín, con graves consecuencias en aspectos como la salud, la economía y el bienestar de la población). Los protocolos del orden mundial en esta materia abundan, pero los países más contaminantes del mundo, sencillamente, no los cumplen.
El calentamiento global, se manifiesta de forma angustiosa en campos y ciudades. Según Noticias ONU (news.un.org), “la epidemia mortal de dengue que azota a Colombia, Brasil, México y Nicaragua; la pérdida de hasta el 70% de cultivos en el Corredor Seco de Centroamérica; las inundaciones en Argentina y Uruguay; los incendios en Brasil, Bolivia y Venezuela; y los huracanes de fuerza sin precedentes en el Caribe, son sólo algunas de las demostraciones de la fuerza del cambio climático”.
Así pues, mi querido Waldir, usted tiene razón: hay otros males peores que el coronavirus, pero esos no tienen tanta prensa, tantas medidas, tanta alerta, ni tanta agenda mundial; mientras tanto, los otros males arrasan con la ética, con la gente y hsata con el planeta, sin que nos sintamos aludidos o en peligro alguno. Con justa razón, alguien dijo alguna vez: “Si tengo que escoger entre la enseñanza del dolor y la insensibilidad, prefiero lo primero”.