La curadora Melissa Aguilar comparte el texto curatorial con las reflexiones necesarias para recorrer la exposición Del indicio, la tierra. De la tierra, el fuego del artista Juan David Henao, que estará abierta al público hasta el próximo 17 de junio en la Galería Lokkus de El Poblado.
"Tierra desnuda, tierra despierta […] tierra maicera bañada por ríos de agua hedionda de tanto estar despierta, de agua verde en el desvelo de las selvas sacrificadas por el maíz hecho hombre sembrador de maíz”. Miguel Ángel Asturias, Hombres de maíz.
El uso del medio cerámico en el ámbito artístico, a diferencia de lo ocurrido con la cerámica artesanal con fines utilitarios, ha sido no solo esporádico, sino de un desarrollo casi marginal en el arte antioqueño. No obstante, su difícil recorrido ha devenido en la contemporaneidad, en un singular interés por integrarlo a prácticas que desbordan los cuestionamientos frente a sus posibilidades técnicas y formales, propiciando reflexiones desde su propio contexto social e histórico, lo que le ha permitido hoy ocupar y recuperar espacios en el campo del arte.
Tal es el caso de la obra de Juan David Henao, quien desde los inicios de su producción artística hacia comienzos de la segunda década del dos mil, ha enfocado en gran medida su trabajo al desarrollo de lenguajes contemporáneos en la cerámica escultórica. Luego de haber llevado a cabo una larga investigación alrededor de la cerámica del Carmen de Viboral, la pregunta por la tierra –componente primordial del milenario quehacer–, el paisaje –en relación con los cultivos de maíz que por las regiones del oriente antioqueño se apoderan meticulosa y geométricamente de las voluptuosas montañas–, y la cultura material que en torno a estos elementos se construye, ha definido el centro de sus reflexiones.
En el conjunto de obras que en esta ocasión se expone, Henao recurre a la tierra en sus diferentes posibilidades y soluciones plásticas. Cerámica, arcilla y pañete le permiten especular técnica y formalmente lo que suponemos asimilado estética e históricamente. En el maíz –”planta que sostiene la vida”–, por su parte, el artista encuentra un detonante para develar superposiciones de identidades que problematizan tanto los saberes como la memoria, y reivindican el lugar de la resistencia cultural como espacio para el reconocimiento individual y territorial. Este no solo ha definido las condiciones productivas de la región, sus dinámicas económicas y el comportamiento gastronómico de sus habitantes, sino, además, gran parte de la configuración estética del paisaje rural en distintas zonas antioqueñas.
El trabajo de Henao se presenta, entonces, ante nuestros ojos como evidencia incuestionable de la estrecha y entrañable relación entre el cultivo, el maíz y lo humano. La cultura –en sus orígenes más remotos solo posible por el cultivo– sobreviene práctica naturalizada, es decir, experiencia en la que el hombre ha hecho de la cultura su naturaleza; de ahí que cuidar, labrar, plantar, criar, repoblar, atender, mantener y nutrir busquen constantemente restituir el sentido de la existencia humana en las eternas potencias universales.