Podemos afirmar que ahora nuestra ignorancia es mayor pues el dinamismo social y cultural crea formas nuevas de manera vertiginosa y las categorías y los conceptos se deslizan.
La investigación social ha entrado en una encrucijada compleja y autores importantes hablan de abandonar las nociones centrales como las de cultura, sociedad, progreso o ciencia social. El problema es más bien de lenguaje y de imposibilidades y retos. Aunque no con el rigor y precisión de la matemática, el ser humano puede y debe expresarse sobre sus problemas más profundos mediante las diversas formas de comunicación que posee, la narración, el arte y el juego.
Bueno es que aceptemos desde un principio la existencia de lo no matematizable, lo incondicionado. De este modo no caeremos en la ceguera hacia otros aspectos tan ricos del universo como la vida y los valores del espíritu humano. Se piensa que para cada situación real la matemática tiene un modelo adecuado, sin tener en cuenta que la matematización comporta necesariamente una cierta amputación de la realidad, y que los elementos, de los que en este proceso se hace caso omiso, pueden resultar enormemente importantes y su omisión lamentable. Sería bueno recordar que el matemático, y el científico en general, fuera de su propia esfera de especialización suele ser parcial y limitado.
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Al observar el destino desigual del esfuerzo por conocer lo humano desde la escala, la perspectiva o los índices debemos aceptar el regreso de la incertidumbre y la importancia de esfuerzos más cercanos a la literatura y las narrativas. Ha llegado a su final una cierta concepción de la investigación social y su capacidad de ofrecer explicaciones elegantes y suficientes. Enfrentamos la era de la incertidumbre dura en el centro de los conocimientos sobre lo humano y lo social. En dominios como la naturaleza es obvio que avanzamos pero aún esos conocimientos deberán pasar por una discusión participativa y por la toma de decisiones más democráticas y abiertas a los reconocimientos de los intereses humanos. Una vez más la inestabilidad, la poca predictibilidad y la incertidumbre en materia económica nos llevarán aún más a un talante escéptico. Hemos entrado en un terreno en el cual ya es el cálculo del riesgo, el cual no se ajusta a grandes teorías ni modelos, sino que entraña un estudio de las condiciones reales de nuestras acciones. Ya no es tan posible la utópica sociedad del conocimiento pues la idea de ciencia social y del saber se ha transformado y debemos ahora aprender a convivir con la inseguridad, los bajos niveles de verosimilitud, el aumento creciente del riesgo y una incertidumbre generalizada.
Podemos afirmar que ahora nuestra ignorancia es mayor pues el dinamismo social y cultural crea formas nuevas de manera vertiginosa y las categorías y los conceptos se deslizan. Esto quiere decir que ahora es imprescindible invertir muchos más dineros en la investigación social y que el impulso a buscar conocimientos confiables se hace más urgente. El orden de los problemas han cambiado y solo ver nuestra sociedad colombiana nos pone frente al tamaño del reto. Ahora ni siquiera el reto es encontrar acuerdos de paz, ahora el reto es esa multiplicación de la violencia y la informalidad.
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Retos mundiales están detrás de la necesidad de regular los mercados o mitigar el cambio climático. En las cuestiones más palpitantes nos enfrentamos a riesgos en relación con los cuales la investigación de ningún tipo proporciona ninguna fórmula de solución segura. Ni la ciencia política, ni la historia están en condiciones de liberar a la actividad política de la responsabilidad de tener que tomar decisiones bajo condiciones de riesgo e inseguridad crecientes. Ha llegado la hora para una nueva pregunta por la pertinencia ya que la objetividad es reducida.