En 2017, Medellín presentó la cifra de embarazo adolescente más baja en los últimos 19 años: 5.699 casos. La educación sexual de calidad y el papel activo de los padres de familia es vital para continuar con la reducción de casos.
Cuando Yeraldín Pérez tuvo a su primer hijo, tenía 17 años recién cumplidos. Ella, quien ahora tiene 27 años, recuerda que a los 15 conoció al padre del niño, “me ilusioné con cualquier bobada” y, al escondido de sus padres, mantuvo una relación secreta que dio como resultado su primer y único embarazo.
Yeraldín también recuerda los conflictos que esa situación le trajo a su vida: primero, porque sus padres no aceptaron su embarazo y la echaron de su casa y segundo, porque tuvo que abandonar sus estudios y, con ellos, su sueño de ser actriz de teatro.
“Fueron momentos duros, porque cuando uno está tan joven e inmaduro, el rol de mamá le queda pesado”, comenta Yeraldín, cuyo hijo, Juan José, tiene ahora 10 años y una hipoacusia bilateral, es decir, tiene baja audición en ambos oídos.
Como ella, cerca de 5.699 adolescentes entre los 10 y los 19 años, quedaron embarazadas en la ciudad de Medellín en 2017. Pese a que la cifra representa una reducción de 3.033 embarazos con respecto a 2006, año en el que se registró el pico más alto con 8.732 casos, la cifra sigue siendo alarmante.
Pero en otras subregiones del departamento la situación es más seria. Según cifras de la Secretaría Seccional de Salud y Protección Social de Antioquia, el Bajo Cauca es la zona donde hubo más embarazos en jóvenes de 15 a 19 años en 2017, con una tasa por 1000 mujeres de 8,5, seguido por Urabá, con 6,3, y el Nordeste, con 5,1.
Estas cifras son, según expertos consultados por el EL MUNDO, el resultado de una suma de causas: educación sexual de baja calidad, las violencias de género, y la falta de acompañamiento y confianza entre padres e hijos.
Antes de que Yeraldín quedara embarazada, hablar de sexo y métodos anticonceptivos en su casa era impensado: “Mi mamá es muy templada, entonces tampoco le podía contar que a mí me gustaba un muchacho porque me lo iba a prohibir”, puntualiza. Después, cuando quedó embarazada y sus padres la echaron de casa, Yeraldín tuvo que vivir con su pareja y sentir su desconfianza y sus celos, pues a él no le gustaba que trabajara y tuviera amigos.
Para el profesor Luis Miguel Bermúdez, nominado al Global Teacher Prize y Gran Maestro Compartir 2017, estas situaciones que se expresan desde lo sutil, como impedir que la hija tenga acceso a la educación sexual o relegarla solo a las labores del hogar, son violencia de género.
El docente Bermúdez sabe de lo que habla: ostenta el honor de haber reducido los embarazos, de 70 anuales a cero, en la Institución Educativa Gerardo Paredes en Bogotá. Él fue invitado por la Secretaría de Educación de Medellín para dictar unos foros a maestros y personal del área de la educación, para prevenir los embarazos a edades tempranas.
Las violencias de género, según Bermúdez, son todas aquellas acciones simbólicas, psicológicas y físicas que afectan un género particular. El docente pone siempre este ejemplo: “si yo le digo a un hombre que es un perro, eso puede ser un halago a su masculinidad. Pero si yo le digo a una mujer lo mismo, ella se va a sentir ofendida”.
Estas violencias son el detonante de la maternidad y paternidad temprana pues generan presión en el núcleo cercano de los jóvenes: los hombres querrán tener novia y relaciones sexuales para demostrar que son “varones”, y a las mujeres se les restringirá el acceso a la educación sexual para “protegerlas”.
Sin embargo, para Luis Miguel Bermúdez esta problemática no solo afecta a las mujeres, pues los hombres también son violentados cuando no les permiten exteriorizar sus emociones y “los presionan para que se comporten como ‘varones’”.
Entonces, ¿cómo se ataca la cultura machista y la violencia de género que se expresa en lo sutil? Bermúdez es claro: a través de una educación que les ayude a visibilizar esas situaciones en la cotidianidad, y que utilice las herramientas tecnológicas y los lenguajes cotidianos de los jóvenes, como los memes, los videos y las plataformas digitales.
“Hay que combatir el machismo incluso en lo que nos puede parecer inofensivo, como darle la mano a la mujer cuando se baja del bus, o que dos mujeres critiquen a una compañera de su curso”, manifiesta el experto, así como señala que la educación contra las violencias de género los hace empoderarse para que no se repitan.
Pero este trabajo pierde efectividad si no se involucran los padres dentro de la educación sexual pues, en palabras de Bermúdez, “Colombia padece un analfabetismo sexual intergeneracional”, que perpetúa los problemas. A este respecto, el docente enfatiza que es vital que los papás no tengan temas tabú y que asistan a las escuelas de padres, pues esos espacios están hechos para educar.
El Bagre, ubicado en la subregión del Bajo Cauca, es uno de los municipios con más casos de adolescentes embarazadas: 658 jóvenes entre los 15 y los 19 años se convirtieron en madres en 2017.
Para Juan David Giraldo Rojas, jefe del pregrado de Psicología de la Universidad de Medellín y experto en embarazos adolescentes, señala que esta situación se presenta, en la mayoría de los casos, en las áreas rurales, pues el acceso a educación sexual de calidad es limitado.
Por esto, el experto señala que la educación sexual no debe dejarse solo para cuando los adolescentes alcancen su maduración sexual, sino a partir de los 8 años: “esta situación no solo se debe abordar desde la explicación de los órganos reproductivos y los métodos de anticoncepción, sino también desde lo biopsicosocial, estimulando en los niños y preadolescentes la inteligencia emocional y social, y fortaleciendo su capacidad para enfrentarse a problemas morales”, enfatiza Giraldo Rojas.
Así, el psicólogo aboga por una sociedad alentadora que, desde la educación, “promueva la maduración sana de la sexualidad en los jóvenes”, donde los padres no teman conversar con sus hijos sobre el tema sino que, por el contrario, ayuden a responder sus dudas.
Por su parte, el secretario de Educación de Medellín, Luis Guillermo Patiño, subraya que el apoyo de los padres es vital a la hora de fortalecer los proyectos de vida de sus hijos y así evitar que tomen responsabilidades antes de tiempo: “debe existir una corresponsabilidad entre las instituciones y los padres, que estos entiendan que juegan un papel fundamental y que la escuela no es la única que debe educarlos”.
Yeraldín, por su parte, sabe bien que su vida cambió. Después de varios años de maltrato verbal y desatenciones de su pareja, decidió volver a la casa de sus padres y construir un proyecto de vida donde Juan José es el eje principal: “Ahora trabajo como operaria de confecciones y con lo que gano sostengo a mis padres y a mi hijo, que es mi fuerza y mi despertar”, enfatiza.
Y mientras ve crecer a Juan José, Yeraldín sigue alimentado su sueño de convertirse en actriz. Hace un año la invitaron a participar de una obra de teatro y este año la volverán a llamar: “eso me hace sentir que mi vida aún no se ha acabado, que puedo luchar por lo que quiero y que, si yo salgo adelante, mi hijo también lo hará”.