El Manifiesto

Autor: Guillermo Maya Muñoz
7 agosto de 2017 - 12:08 AM

Prebisch entendía la combinación del capitalismo con reformas sociales. El mercado bajo la guía de la política, pero democrática

En la historia moderna algunos movimientos políticos, ideológicos y hasta artísticos han suscrito manifiestos que son una declaración de principios que resumen su visión económica, política, artística o ideológica, y que se convierten en instrumentos pedagógicos y medios difusores de sus ideas.

El Manifiesto Comunista es el más conocido de todos. Publicado en 1848 por Carlos Marx y Federico Engels se convirtió en el catecismo de los marxistas. Si bien éste puede ser interpretado como un elogio al papel transformador del capitalismo como fuerza global que derrumbó no solo las barreras nacionales sino todos los sistemas opresores del pasado, para instalar su hegemonía económica y política, con su sistema de instituciones políticas liberales, también ha creado al proletariado, productor del excedente económico o plusvalía, que se convertirá, por la fuerza de su destino y de la historia en el sepulturero del capitalismo para dar a luz a un nuevo amanecer socialista. Muchas revoluciones se realizaron en su nombre, como la Revolución Bolchevique de 1917, pero ninguna se mantiene vigente, a pesar de los sacrificios que demandaron en vidas y en sufrimiento, como sucedió con la Revolución Francesa, con la diferencia de que esta última sigue siendo faro que alumbra los valores más preciados de la humanidad, como la libertad, la igualdad y la solidaridad: Todos los hombres nacemos libres e iguales.

Por otro lado, El Manifiesto es el nombre dado al informe El desarrollo económico de América Latina y sus principales problemas, presentado por Raúl Prebisch en la Conferencia de la Cepal en la Habana, en junio de 1949. Albert Hirschman lo llamó Manifiesto de la Cepal.

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La idea central es que la periferia en su relación con el centro está determinada a producir materias primas y a importar manufacturas, pero que este intercambio genera una relación negativa en perjuicio de la periferia, debido a que la demanda por estas materias es decreciente respecto al crecimiento del ingreso, y otras razones. Por lo tanto, Latinoamérica debería emprender un proceso de industrialización para sustituir importaciones mediante aranceles y otras medidas que protegieran e impulsaran las manufacturas y el empleo.

Sin embargo, la ONU, de la cual hacía parte la Cepal, tomó distancia de sus conclusiones que entraban en conflicto con los poderes hegemónicos en la organización y con los planteamientos de los economistas ortodoxos de los países desarrollados. En este sentido, el informe se publica con la autoría de Raúl Prebisch, aunque era común práctica en la ONU que se publicara sin el nombre del autor.

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El manifiesto fue recibido con muchas alabanzas, especialmente por los gobiernos latinoamericanos, debido a que los proveía con “una prescripción no revolucionaria, no comunista para el cambio, que todos los gobiernos en la región, sin importar la orientación ideológica, podían aplaudir”, en palabras del economista Edgar Dosman (York Univesity). Por otro lado, El manifiesto dotó a la CEPAL con una “gran idea y una causa”, y demostró, que habiendo sido elaborado por latinoamericanos, era un texto excepcional.

Sin embargo, El manifiesto provocó consternación en los círculos directivos de la ONU en New York y Washington que entendían el poder del texto, en tanto que “el enfoque estructural de Prebisch ofrecía un nueva visión para el desarrollo internacional; se había pronunciado a favor de un Estado activista y de la industrialización en un nuevo lenguaje que desafiaba la vieja doctrina de la ventaja comparativa. La idea de que los países agrícolas de América Latina podrían prosperar en el futuro como productores de productos básicos se vio socavada, y todos los expertos en desarrollo, ya fueran de los países industriales o en desarrollo, sabían que se había iniciado un nuevo debate”.

La reacción de los economistas ortodoxos neoclásicos, que todavía predominan en las universidades y en los medios de opinión pública, fue muy negativa, pues ponía en cuestión la sabiduría convencional. El economista Jacob Viner, principalmente, le puso el tono a las críticas, calificando “El manifiesto como un conjunto de ‘fantasías malignas, conjeturas históricas distorsionadas y hipótesis simplistas’“, mientras en Brasil dijo en una conferencia que no se dejaran seducir por ”las sirenas que promueven la diversificación económica; que se dedicaran a la agricultura y el control de la natalidad”.

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Pero, ¿esa dependencia de la periferia es causante de la pobreza? Responde Prebisch que “los centros y sus relaciones de dependencia no crean la pobreza, pero sí contribuyen a hacerla perdurar, debido a la índole centrípeta del capitalismo” (Hacia una teoría de la transformación). Es decir, el origen de la pobreza hay que buscarlo en las relaciones de poder y de propiedad que determinan la estructura de los países de la periferia, que se niega a transformarse para compartir los frutos del progreso de la productividad, mientras crece el déficit democrático.

¿Prebisch respalda las tesis marxistas? No. Prebisch señalaba que el marxismo leninismo tampoco es la solución porque sus consecuencias “no se concilian con las aspiraciones del liberalismo democrático y sus valores inherentes, y tiene esto para mí una significación definitiva. Me aparto de este sistema por consideraciones políticas además de otras de índole económica (…). No basta que un sistema permita la equidad social y el vigor del desarrollo; tiene asimismo que ser compatible con la vigencia de ciertos principios que se han ido cristalizando en el curso accidentado del liberalismo democrático”, que Prebisch entendía como la combinación del capitalismo con reformas sociales. El mercado bajo la guía de la política, pero democrática.

Es decir, El manifiesto latinoamericano era una propuesta de desarrollo democrática, que fue reemplazada, a pesar de sus logros sobresalientes, antes y después, por el “Manifiesto” neoliberal del Consenso de Washington, inspirado en Federico Hayek y Milton Friedman, porque las élites gobernantes supusieron que El Manifiesto Comunista estaba derrotado, pero todavía es muy temprano para darlo por cierto, sobre todo cuando están haciendo el trabajo de reducir a los trabajadores al desempleo, la inequidad, la pobreza y los bajos salarios, caminando sobre la cuerda floja del recurso de la fuerza.

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