Bush y su generación dejan un legado de grandeza donde sus protagonistas respetaron las diferencias políticas de la oposición sin considerarlos enemigos
Los innumerables relatos sobre la vida y legado de George HW Bush nos hacen recordar que la humildad y el decoro contrastan con lo que tanto norteamericanos como el resto del mundo vivimos con el actual inquilino de la Casa Blanca. Durante la ceremonia religiosa en la catedral de Washington, los oradores escogidos por el propio Bush y la familia, no escatimaron esfuerzos destacando la personalidad y virtudes del mandatario fallecido. Un sentido del humor y optimismo contagiosos. Su disposición a compartir los logros y aceptar los errores. El talento para componer coaliciones internacionales. Su lealtad con los amigos y su desconfianza con el partidismo sectario.
El patriarca, en una muestra de magnanimidad y decencia, pidió que Trump estuviera presente en su funeral, muy a pesar de las diferencias habiendo votado por Hillary Clinton y rompiendo con la tradición de su partido republicano de apoyar al candidato escogido en la Convención republicana. El servicio religioso fue una celebración a la personalidad del difunto cuando una y otra vez los oferentes invocaron las palabras amistad, integridad, dignidad y honor. Sin duda todas ellas cualidades ausentes en el presidente Trump.
Como uno de los pocos sobrevivientes de la Segunda Guerra Mundial, Bush y su generación dejan un legado de grandeza donde sus protagonistas respetaron las diferencias políticas de la oposición sin considerarlos enemigos. Que hay cosas más grandes que el éxito personal. Que la derrota política se acepta con humildad y que el liderazgo norteamericano en el mundo es indispensable. La contracara a la que se enfrentan hoy los Estados Unidos en la era Trump.
La escena que captó a los expresidentes demócratas Carter, Clinton y Obama con sus acompañantes sentados en la primera fila en una amena y respetuosa charla se interrumpió una vez que aparecieron Trump y su esposa. Lo que siguió fueron instantes de incomodidad y frialdad, a pesar de la tregua institucional obligada que exige la ceremonia de despedida de un presidente. La respuesta de Hillary Clinton a los reiterados insultos de Trump, no sorprendió con su negativa al saludo protocolario.
George Bush padre fue un hombre consecuente a quien se le reconocen momentos definitivos que incidieron tanto en su gobierno como en el ámbito global. La política exterior fue su principal fortaleza. La caída del comunismo que llevó al derrumbe del muro de Berlín y la reunificación alemana. El fin de la Guerra Fría. La ratificación del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica y la invasión a Panamá que puso fin al gobierno de Manuel Antonio Noriega.
No menos significativo fue la operación Tormenta del Desierto, la respuesta a la agresión de Irak invadiendo a Kuwait, liderada por los Estados Unidos con participación de tropas de la OTAN y otros países árabes obligando a Sadam Hussein a la retirada. La historia le reconoce a Bush la decisión de no invadir a Irak pues según sus palabras “los costos en vidas humanas y políticas hubieran sido incalculables”. Una lección que su hijo desconoció posteriormente.
Quedan en la memoria su dedicado servicio público y los valores que fortalecen la presidencia. Un hombre de familia ligado a su compañera de 73 años, Bárbara, una autentica matriarca de donde salieron el hijo presidente y Jeb el exgobernador de Florida.