El mundo, un texto

Autor: Laura Wagner
21 enero de 2020 - 09:43 AM

Más allá de las lecturas impuestas y los textos insípidos, desabridos, de paso; el hábito de leer es comparable con el nacimiento de las ideas, el revestimiento de significados, la defensa de lo propio… el reconocimiento del mundo para transformarlo. Según el Dane, en Medellín se leyeron más libros en el 2017 que en el resto del país, pero, aunque los números parezcan bajos, el promedio fue de 6,8 libros leídos por año, no son pocas las iniciativas e instituciones que se apropian positivamente de la lectura. 

Medellín

“No solo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan, sino que pediría un pan y medio libro (…). Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan”, declaró Federico García Lorca, autor de Dime qué lees y te diré quién eres.

El mundo no se encuentra solo en libros y fotocopias. A partir de videos, canciones, imágenes y creaciones artísticas y literarias, las estudiantes de la Institución Educativa Madre María Mazzarello se aventuran a sentir, discutir, contrariarse y enamorarse alrededor de las letras y el significado que les encuentran en relación con sus vidas. Bien puede Gregorio Samsa convertirse eternamente en un insecto y El Quijote perderse en su bruma de locura sin cambiar nada, porque, para ellas, la verdadera magia se encarna cuando dejan de ser sí mismas y vuelven, cuando ya no piensan y sienten como antes lo hacían, cuando leen el mundo y le permiten sacudirlas. 

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Ganador del Reconocimiento Ser Mejor 2019, categoría Ciencias Humanas, el proyecto Leamos el mundo involucra a la comunidad educativa en procesos de enseñanza y aprendizaje alrededor del hábito de leer, y en consideración con las capacidades y necesidades de sus integrantes.

 

“Todo conjuga y encaja”

Dar un paso al interior de la Institución Educativa Madre María Mazzarello, en Buenos Aires, es echar un ojo a la turbulencia de un hormiguero; poco después de las 7:00 de la mañana, antes de iniciar las clases, las niñas impregnan una actividad ansiosa con forma de cuchicheos y miradas curiosas. No hay esquina desde la cual alguna no esté observando o hablando, las instalaciones son tan pequeñas que, inevitablemente, los grupos de estudiantes asemejan bloques, columnas y paredes móviles que cambian de posición con expresión perezosa. 

Mientras, al pie de la portería, contenida por una maestra de hábito blanco y reproches suaves, una fila india culebrea y se resiste a estallar en desorden ante el menor movimiento; a vista de los lentes de sol, las tulitas al hombro, algún que otro flotador inflable a la mano y la palpable excitación en el aire, es fácil adivinar el preludio de un paseo escolar. No obstante, a pesar de la agitación del instante, la institución conserva un sosegado control; característica dada por la administración privada y tranquila de las hermanas de María Auxiliadora.

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“Nosotros podemos ver a las niñas muy homogéneas, pero estamos totalmente errados; es un colegio completamente diverso”, concede Darwin Franco Gallego desde la salita de reuniones del colegio, y explica el actual proyecto que lidera: “Lo que yo intento es verlas como son e impulsar todo lo bueno que tienen, y es que las niñas no se expresan porque no se les da la posibilidad; ellas necesitan un espacio e interlocutor que las escuche y confronte”.

Como un cuerpo que se construye poco a poco, Leamos el mundo inicia su apuesta en el 2011 con la Velada poética, un homenaje y presentación de creaciones literarias en relación con un autor, y el Seminario alemán, un debate al estilo de la Escuela Frankfurt a partir de un libro; ambas actividades se enmarcan en una estrategia mayor, el Taller de Filosofía y Letras. De la mano de este, y con el paso de los años, también se han realizado micro proyectos como la Hora de la lectura, en la que se promueve desde productos artísticos y audiovisuales, y el Café literario, un espacio especial para los abuelos del colegio.

“Nuestras estudiantes logran identificar en las realidades, lugares, cuadros, canciones y programas de televisión una oportunidad de pasar los textos por niveles literarios, inferenciales y de opinión”, Darwin posa sus manos blancas sobre la mesa, deslumbrando un pequeño tatuaje en el dedo anular de la mano izquierda, y concluye: “Todo conjuga y encaja de alguna manera; hay muchas formas de acceder a la literatura y, lo más importante de todo, disfrutarla. Por eso, la vida debe ser entendida como una verdadera obra de arte”.

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Un asunto visceral

Con sus ocho años de docencia en la institución, una camisa de color verde militar y un tono de voz amable; Darwin Valmore Franco Gallego camina entre los bloques móviles de estudiantes con una habilidad aprendida de la experiencia y un tacto suave propio de su carácter. Hay que darse el intento de observarlo para comprender que, detrás de la expresión dubitativa y profesionalismo del maestro, aguarda una cajita de pandora de tacto sensible y relleno fogoso; no es gratuito que las principales demandas a sus alumnas pretendan confrontarlas y agitarlas, pues él mismo se conmueve diariamente con la pasión hacia su profesión.

 “Gracias a este proyecto, me volví más entregado y con más ganas de ver a mis estudiantes diferentes, felices e inconformes”, achica sus ojos como haciendo un guiño, y zanja, a modo de consejo: “A las otras instituciones que quieran participar, les diría que no lo duden nunca; ganar es un valor agregado, el verdadero premio es el sacrificio y el verdadero resultado son los estudiantes. Cuando se trabaja en torno a ellos, todo se hace más simple”.   

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