Los oportunistas son personas calculadoras, hipócritas y mentirosas que viven de las apariencias
Que las oportunidades hay que aprovecharlas, es una lección aprendida de nuestra tradición cultural, pero hacerlo sin prudencia, con codicia, de manera egoísta y sin tener en cuenta las posibles consecuencias para otros, es rebasar el sutil límite entre la oportunidad y el oportunismo.
Se define como oportunismo toda actitud que aprovecha situaciones y oportunidades momentáneas para el interés propio por encima del común. Suena familiar porque el oportunismo se ha convertido en uno de los malos hábitos de la humanidad para el que no importan las diferencias culturales.
En todas partes existen oportunistas que utilizan la manipulación como estrategia y cambian de interés dependiendo de la necesidad que tengan en el momento. Su táctica es egocéntrica, no miden las consecuencias de las artimañas que usan para quedar bien, ni se interesan en las emociones, el bienestar y los sentimientos ajenos. Aunque también son débiles, se enmascaran en acciones ajenas para parecer fuertes y aprovecharse de la vulnerabilidad de otros.
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Los oportunistas son personas calculadoras, hipócritas y mentirosas que viven de las apariencias. Suelen llamar la atención relacionándose con gente influyente y con buena imagen para beneficiarse, mostrarse y ufanarse de tener buenas relaciones y contactos para crearse una imagen pública.
Por su capacidad de manipular y aparentar lo que no son, ni están en capacidad de hacer, los oportunistas se pueden detectar analizando su comportamiento voluble y su falta de coherencia entre lo que dicen y hacen. Cambian de opinión y criterio cada que sus intereses lo requieran. Son inestables emocionalmente y cambian de círculo social constantemente.
Ante circunstancias adversas o confrontaciones, se develan y se confunden. La principal evidencia y consecuencia de un oportunista que no se mide en su ambición, es que después de un tiempo, es descubierto por sus acciones y termina perdiendo credibilidad, confianza e importancia.
El oportunismo no es un comportamiento común sólo en el ámbito de la política, también es más frecuente de lo que se cree en la cotidianidad. Las relaciones interpersonales cada vez están más mediadas por intereses particulares y duran hasta que la necesidad lo exija.
Quienes se han especializado en estas tácticas, suelen despojarse de valores, principios, criterios políticos e ideológicos con el propósito de tener el control y el poder así sea por un tiempo. El oportunista es una especie de traidor y depredador político y social, se involucra en todo y con todos mientras obtiene su propósito, pero al final, termina con un bajo perfil y una no muy confiable reputación. A los oportunistas hay que detectarlos a tiempo porque se cuelan y camuflan habilidosamente en cualquier tipo de grupo.
Conociendo las maneras de actuar de los oportunistas, es casi que inevitable ser víctima de uno o caer en la tentación de transformarse en uno. En los ámbitos social y político de muchos países latinoamericanos como Colombia, a los oportunistas se les conoce como lagartos, la única especie de la fauna social que no está en vía de extinción, sino que por el contrario, se multiplica sin control ante la inconformidad de pocos y la complicidad de millones.