El paisaje es un valor patrimonial en tanto fue construido y determinado por las manos de mujeres, de niños y de hombres que así bautizaron lo que era un confín indeterminado
El campesino sometido a una dura labor en el campo no ve el paisaje, el concepto de paisaje tal como lo señaló en un espléndido ensayo Kenneth Clark sólo se da plenamente en la cultura moderna como vivencia, en el momento en que el campesino es liberado de su alienación, detiene sus pasos y observa las montañas, el celaje hasta entender que este es su verdadero territorio, estas son las imágenes que lo acompañaran toda la vida. A partir del movimiento romántico en Inglaterra, Burke incorpora al concepto clásico de belleza el concepto de lo bello existente en la naturaleza. A Burke se le debe el concepto de panorámica, el ilímite confín que se abre al coronar un alto, la cima de una montaña y concomitante a este concepto el de horizonte tal como lo describe Cano en su célebre cuadro Horizontes. Ese hermosísimo verso de Epifanio Mejía. “Cargadas de silencio llegan las tardes” se puede equiparar al verso inmortal de Guillermo Valencia. “Hay un momento en el crepúsculo en que las cosas parecen brillar más” Esa luz imperceptible que penetra en los espacios propicios a la soledad de las almas en los cuadros de Eladio Vélez: Lo que no está en las imágenes no existe pues carece de ese trasfondo existencial que hasta el más retraído de los seres humanos, los niños, los locos, logran fijar en su retina como referencia necesaria frente al desmedido deterioro del entorno. La selva es la naturaleza y no la cultura, diferencia que establece Kevin Lynch entre paisaje natural y paisaje construido: entre la majestad de las selvas amazónicas y el paisaje construido por los grandes paisajistas de Francia desde el Renacimiento, el Barroco hasta nuestros días. De ahí la declaratoria de Patrimonio de la Humanidad al paisaje construido en la zona cafetera de Caldas, Risaralda, Quindío. Categoría que alcanzó el paisaje construido de la región del Oriente antioqueño hoy arrasado por la vulgaridad de constructores improvisados, por la ausencia de una verdadera planificación del territorio que nos hubiera recordado que el paisaje es un valor patrimonial en tanto fue construido y determinado por las manos de mujeres, de niños y de hombres que así bautizaron lo que era un confín indeterminado, barbecho.
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Recordamos con tristeza la destrucción de la Sabana cundinamarquesa. Pero hoy cuando las gentes se lanzan con el frenesí propio de quienes estuvieron durante décadas confinados a causa de la violencia, a buscar los ríos de los Llanos, de la Sierra de la Macarena, de la geografía de los pueblos de valles y montañas, de nuestros litorales, lo que se está poniendo de presente con esta movilización que propicia el intercambio social es que el derecho al libre desplazamiento por cualquier territorio que los grupos violentos le negaron al ciudadano, enajenando las distintas geografías, destruyéndolas, nos privó de una experiencia cultural fundamental, legado de quienes abrieron caminos, cultivaron la tierra y la bautizaron con su sangre, concepto realmente histórico de patrimonio que fue y debe ser de ahora en adelante el principio jurídico para configurar definitivamente el concepto de territorio, arrebatado por la violencia de los cultivos de coca, por los mineros envenenando los ríos, por quienes hoy quieren absurdamente privatizar el paisaje con fines comerciales o quieren seguir considerándolo como fueros politiqueros. No sólo pues, zonas de reservas ambientales, parques naturales necesarios sino ante todo la defensa del paisaje construido que es un patrimonio inalienable.
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