Pese al mejoramiento de los indicadores económicos en las últimas décadas, aún mueren cientos de niños cada año en Colombia por causas asociadas a la desnutrición. La meta del Gobierno es que para 2030 la tasa de niños menores de cinco años muertos por desnutrición sea de cinco por cada 100.000.
Entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible a 2030 de Naciones Unidas se encuentra la erradicación del hambre y la desnutrición en el mundo. Colombia también planteó sus propias metas, pero en lugar de buscar el fin de la desnutrición como hizo la ONU, el objetivo de Colombia es lograr que la tasa de muertes por desnutrición infantil sea de cinco por cada 100.000 niños menores de cinco años.
Esto significa que en 2030, si se alcanza la meta, cerca de 100 niños en ese rango de edad morirán por desnutrición en territorio colombiano, una disminución de más del 50% si se compara con los 239 niños muertos en 2018 por desnutrición, según los boletines epidemiológicos del Instituto Nacional de Salud (INS), que pueden ser más según denuncian diferentes entidades. Aun así es un objetivo poco ambicioso si se compara con la meta de erradicación total global propuesta por la ONU.
En Colombia, uno de cada diez niños entre 0 y 5 años sufre de desnutrición crónica, según cifras de la Ensin 2015 (Encuesta Nacional de Situación Nutricional), un 10,8% para ser exactos.
Cuando estas cifras fueron presentadas por el Gobierno en 2017, las mostraron como un logro frente a las cifras arrojadas por la Ensin 2010. Los datos recopilados mostraban que 13.2% de los niños en el mismo rango de edad sufrían de desnutrición crónica. También en su momento esa fue una cifra positiva, pues en 2005 la desnutrición crónica en la primera infancia estaba en 15.9%.
En 1990 uno de cada cuatro niños en Colombia sufrían de desnutrición crónica, para 2015, era uno de cada diez. Se puede ver una disminución constante y sólida, pero el sufrimiento de los niños va más allá de las cifras y las consecuencias de la desnutrición crónica en la primera infancia son graves y para toda la vida.
La desnutrición crónica impacta de manera prolongada la salud general y el desarrollo de los niños, principalmente el crecimiento cerebral y, por ende, su capacidad cognitiva y de aprendizaje, lo cual se traduce en más pobreza a largo plazo, lo que lo vuelve un problema cíclico, según información de la Sociedad Colombiana de Pediatría (SCP).
De acuerdo con Unicef, la desnutrición crónica, que se diagnostica cuando la talla y el peso no corresponden a la edad de la persona, está asociada a situaciones de pobreza, y tiene un enorme impacto en el desarrollo.
Según el Reporte Gen Cero de la Fundación Éxito, los municipios que tienen menor pobreza monetaria, mejores capacidades institucionales y mayores resultados en el Índice de Desempeño Municipal tienen menores tasas de desnutrición crónica. Estos municipios, que son el 40%, son clasificados por Gen Cero en las categorías satisfactorio y sobresaliente.
El 34% de los municipios se ubica en la categoría media. Los análisis muestran que estos municipios tienen mayor riesgo de bajar de categoría que de subir. El 26% de los municipios se clasifican en las categorías bajo y crítico. Son territorios con altas tasas de pobreza, PIB per cápita bajo y altos índices de desigualdad. Cuentan con población con pertenencia étnica, un entorno natural de difícil acceso, presencia de grupos armados, zonas de fronteras, economía extractiva y de cultivos ilícitos. En estos territorios hay falencias de cobertura, infraestructura y acceso a educación y servicios de salud adecuados, así como escasa presencia de programas estatales.
En Antioquia hay municipios como Envigado, ubicado en la categoría sobresaliente y también Murindó, en la categoría crítico.
Según la Ensin, 15.600 niños sufren desnutrición aguda severa en Colombia, de estos niños, cientos mueren cada año. El boletín epidemiológico del INS indica que en la semana 44, entre el 27 de octubre y el 2 de noviembre de 2019, la desnutrición aguda en Colombia alcanzó 14.867 casos, un aumento considerable respecto a la misma época de 2018, en la que se registraban 13.032 casos, casi 2.000 niños más. Además por departamentos, solo cinco no presentan un aumento respecto al año anterior.
En este mismo periodo de tiempo, han muerto 184 menores de cinco años por desnutrición aguda, una cifra ligeramente inferior a la de la misma semana en 2018, 199 niños habían muertos para entonces.
La Guajira, el departamento más visible por el número de casos, pasó de 43 niños menores de cinco años muertos a 25, aunque sigue siendo el primero en esta funesta lista, seguido por Vichada con 17. Si bien hubo una disminución en este departamento, en otros hubo aumento por lo que por fuera de La Guajira ha habido más muertes en 2019 que en la misma época de 2018.
Y aunque las cifras parezcan muy altas, puede que haya un subregistro y las muertes por desnutrición sean más que las que cuenta el Estado. La SCP denuncia que muchos de los decesos de niños en donde la desnutrición es determinante quedan bajo otro diagnóstico: neumonías, diarreas y otro tipo de infecciones graves.
Esto concuerda con la denuncia presentada por Eduard Álvarez, asesor de Derechos Humanos y Territoriales de la a comunidad indígena Yukpa en el Cesar, según la cual esta comunidad registró 42 niños menores de cinco años fallecidos desde el 7 de agosto de 2018 hasta el 7 de agosto de 2019 en Colombia. No obstante, ante el INS están reportados apenas 14 fallecimientos. Denuncias similares se han presentado en otras comunidades del Cesar y La Guajira.
De las muertes de niños en la Guajira, la mayoría son indígenas wayúu. Precisamente la Ensin 2015 indica que las poblaciones con mayor desnutrición son las indígenas, las afrodescendientes y las ubicadas en los niveles socioeconómicos más bajos.
Por el alto número de niños muertos en La Guajira y por su pertenencia a grupos vulnerables la Corte Constitucional profirió en 2018 la Sentencia T302: “La situación actual sigue siendo crítica y han seguido ocurriendo nuevos hechos. Fundamentalmente, han ocurrido nuevas vulneraciones absolutas y definitivas del derecho a la vida de niños y niñas, a pesar de las distintas órdenes que han proferido la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la Corte Constitucional y la Corte Suprema de Justicia, de los distintos planes, programas, iniciativas, alianzas y acciones del Gobierno Nacional, de la acción constante de los órganos de control y de la Superintendencia Nacional de Salud para llamar la atención sobre las irregularidades que dan lugar a desnutrición y en últimas a la muerte de niños, y a pesar de los recursos presupuestales asignados para la atención de los niños wayúu y a pesar de la movilización de las comunidades y de la sociedad civil para superar esta situación”.
Cuando se dio a conocer este documento la Corte calificó de barbarie la muerte de 4.470 niños en la Guajira en ocho años y responsabilizó al Estado por ello. Según lo afirmó la Corte en esa sentencia, las estadísticas de niños muertos por desnutrición “confirman una verdad conocida desde hace varios años por los órganos de control, instituciones internacionales y organismos de la sociedad civil, y es que los niños y niñas wayúu todos los meses mueren de hambre”.
Pero aunque el drama de la desnutrición de los niños wayúu ha sido el más visible, no es único, en Colombia existen regiones en Vichada, Chocó, Vaupés y otros departamentos con altos índices de desnutrición y muertes en la primera infancia.
Desde hace décadas el Gobierno ha invertido en la erradicación de la desnutrición en el territorio nacional, y si bien ha habido resultados, no son los esperados, como lo ha reiterado en diferentes ocasiones la SCP.
Este año, el Ministerio de Salud y el Icbf expusieron un plan en el que trabajan desde noviembre pasado y que contiene cinco líneas de acción: intensificación de la vigilancia epidemiológica, fortalecimiento de la captación de casos para rescatar niños afectados, desarrollo de capacidades para atender mejor los casos desde los servicios de salud y garantizar que cuando el infante retorne a su casa esté mejor nutrido y fuera de riesgo, mantener el monitoreo sobre la atención de los menores en todos sus ámbitos y abordaje intersectorial de la problemática.
Juliana Pungiluppi, directora del Icbf, informó que el plan se va a focalizar en siete departamentos (La Guajira, Chocó, Vichada, Guainía, César, Norte de Santander y Risaralda), donde se concentra el mayor número de casos de muertes por causas asociadas a la desnutrición infantil.
De acuerdo con cifras de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en América Latina y el Caribe se estiman niveles de pérdida y desperdicio cercanos al 34% de los alimentos producidos, lo que representa 127 millones de toneladas de desperdicios al año, equivalentes a un promedio de 223 kilogramos por persona.
En Colombia el panorama es muy similar. Según el Departamento de Planeación Nacional, en el país se desperdician anualmente 9.76 millones de toneladas de alimentos, lo que equivale al 34% de la producción total.
Concepción Galdón, subdirectora de innovación social en la Universidad IE, España, aseguró que materialmente es posible eliminar el hambre actualmente, lo que se necesita es enfocar los esfuerzos de manera adecuada. Ya que se desperdicia mucho más de lo que se requiere para suplir las necesidades alimenticias de los más necesitados. El reto es logístico, para evitar esos desperdicios y repartirlos adecuadamente. Precisamente la tecnología logística es una de la que más se ha desarrollado en las últimas décadas. Para ella acabar con el hambre y la desnutrición es una cuestión de voluntad y trabajo conjunto entre la sociedad, el Gobierno y la empresa privada.