Hace 52 días que salió de su casa en el barrio Castilla y hoy sus hijos, hermana, amigos y vecinos ruegan por su regreso.
Ya regreso”. Fue lo último que escucharon de los labios de Luz Leidy, aquella tarde del pasado 1° de enero. Desde entonces no se sabe nada de ella. 52 días de incertidumbre, angustia, preocupación, tristeza, lágrimas y un dolor interior que lastima el más profundo aliento de su familia, amigos y vecinos.
Caía la tarde de aquel primer día del nuevo año, y ofuscada tras una acalorada discusión con su compañero, decidió salir de la casa, en el barrio Castilla. Cogió su billetera, nada más, y se fue. “Desde ese momento no sabemos nada de ella”, cuenta Yesenia, su hija mayor, y quien en ese momento no estaba en casa. Se lo narró su único hermano, un adolescente de 16 años que se quedó esperando el regreso de su mamá.
Lea: Reclutamiento y utilización asechan a la niñez
“Esa noche fue más larga que ninguna, porque no era normal que ella no regresara, o que no dijera para dónde iba. Siempre nos contamos dónde estamos”, relata Yesenia, advirtiendo que “la convivencia en casa ha sido buena, normal, sin que alguna otra situación permitiera pensar que algo así pudiera pasar”.
Y por la forma de ser de Luz Leidy tampoco tiene enemistades, por el contrario, “es más solidaria de lo normal y servicial con esas personas a las que puede ayudar. Tampoco es una situación de dinero, es ama de casa y no maneja tarjetas, ni le debe a nadie”, situaciones que causan mayor confusión en sus dos hijos y su hermana Diana, quienes desde entonces no han tenido un minuto de sosiego.
“La hemos buscado día y noche, en Medicina Legal, hospital, cárceles, quebradas, puentes, Centro Día, en las calles, donde amigos, familiares, y en todos los rincones posibles de la ciudad, pero no hay rastro. Nadie la ha visto, nadie sabe de ella”, cuenta Yesenia, sin poder evitar que su alegre y juvenil voz deje entrever la angustia que le arrebata el sueño y la tranquilidad.
Tampoco es problema que Luz Leidy haya dejado el celular en casa: “Ella se sabe de memoria los números de todos en la familia, y en el momento en que quisiera y pudiera llamar lo haría sin inconveniente”.
Luz Leidy Vanegas Orozco es una mujer joven, de 44 años, de contextura gruesa y tez blanca, cabello negro crespo, y ese día que salió de casa llevaba puesta una blusa blanca, jean azul y sandalias.
Plantón
La ausencia de Luz Leidy la han sentido familiares, amigos y vecinos. Por eso el pasado 9 de este mes, un nutrido grupo de personas se unió para realizar un plantón en el “cuadrito”, esa pequeña cancha de cemento ubicada en la calle 68, frente al Hospital La María, referente del barrio Castilla.
Allí se pidió por su regreso, se inició una cadena de oración y los asistentes acordaron portar una manilla que simboliza su búsqueda y su espera.
“Mi mamá hace manualidades en mostacilla, collares, aretes, gargantillas, y el grupo de amigas que comparte esas actividades con ella tomó la iniciativa de elaborar una manilla para expresar que mi mamá está con nosotros en todo momento, y la vamos a llevar hasta el día que regrese”, relató Yesenia.
No dejes pasar el tiempo
La desaparición de personas no es un tema nuevo para Medellín, es una crueldad con un pasado doloroso que, por infortunio, sigue haciendo daño y lastimando a la sociedad. Madres, padres, hijos, hermanos viven en la angustia, muchos desde hace años, por no saber de un ser querido. Y esa situación tiene que seguir preocupando, porque este 2020 inicia con incremento de desapariciones.
Según cifras de la Fiscalía, en 2016 se reportaron en Medellín 264 casos de desaparición, 13 de ellos aparecieron muertos, 173 vivos y 78 continúan desaparecidos. En 2017 se reportaron 297, 23 muertos, 187 vivos y 87 siguen desaparecidos. En 2018 se repitió la cifra, 297, de ellos 23 muertos, 213 encontrados vivos y 61 siguen desaparecidos. Y en 2019, la cifra fue de 400 desaparecidos, de ellos 18 muertos, 266 vivos y 116 continúan desaparecidos.
Y hay que tener en cuenta que nadie está exento, le pasa a cualquiera, desde un niño de meses hasta un adulto mayor, hombre o mujer, policía, militar, líder social, guerrillero o simplemente un ciudadano de a pie. Y en cualquier estrato, porque el monstruo no tiene apellido.
Ante este panorama, la Secretaría de Inclusión Social, Familia y Derechos Humanos de la Alcaldía de Medellín, la Mesa por la Vida, Redepaz Antioquia y la Fiscalía realizaron el foro: No dejes pasar 72 horas, enfocado a desmitificar un tiempo de espera que no puede existir para reportar la desaparición de una persona y aclarar la ruta de atención a la ciudadanía.
“El supuesto tiempo de espera es un mito que se ha creado a través del tiempo, pero la verdad es que no existe un plazo determinado, ni 72 horas, ni 48, ni 24, para reportar la desaparición de una persona. Lo puede hacer de inmediato un familiar, amigo, conocido o alguien que tenga información de la persona que se busca”, explicó Génida Monsalve Jaramillo, coordinadora del Grupo de Búsqueda de Desaparecidos de la Fiscalía, seccional Medellín. Y agregó que “eso lo que ha causado es problemas, miedos y rechazos de la comunidad que no sabe qué hacer frente a una situación de esas”.
“Ese supuesto filtro de las 72 horas, que no es una ley y nunca ha existido, no es más que una tragedia que incluso ha contribuido a consolidar desapariciones forzadas en todo el país”, argumentó Adriana Arboleda, de la Corporación Jurídica Libertad, refiriéndose a que “las primeras horas tras un episodio de esos son vitales para la búsqueda y el encuentro de personas”, por lo que, además, invita a la ciudadanía a “activar el mecanismo de búsqueda lo más rápido posible”.
El otro punto a tener en cuenta, es la ruta de atención. Quien vaya a reportar la desaparición de una persona debe empezar por acudir al Búnker de la Fiscalía, con una información mínima de quien se busca: nombre completo, documento de identidad, fecha y lugar de desaparición, características físicas. De ahí en adelante la autoridad que recibe el evento debe guiarlo en el proceso, según las circunstancias de lo sucedido, pues hace años las desapariciones sólo se clasificaban como forzadas, asociadas incluso al conflicto armado, pero hoy esas desapariciones también pueden ser voluntarias, involuntarias, bien sea por situaciones amorosas o económicas, conflictos familiares o enfermedades mentales. Por eso nadie puede sentirse exento de estar frente a uno de esos hechos.