Entre Papas

Autor: Lázaro Tobón Vallejo
7 septiembre de 2017 - 12:03 AM

Se encuentra SS Francisco con una Colombia desesperanzada, dividida y llena de odios.

En 1986, SS Juan Pablo II visitó las tierras colombianas, justamente en el año del centenario de la anterior Constitución, cuando Colombia era un país confesional y consagrado Sagrado Corazón de Jesús.

En el año anterior a su visita, dos eventos habían convulsionado los cimientos de la sociedad de aquel entonces, uno el 6 de noviembre, la toma del Palacio de Justicia a manos del M-19 siendo financiado por el narcotráfico, asunto que aún no se ha terminado de esclarecer y el otro acontecimiento doloroso para el país, una semana después, con la erupción del volcán Nevado del Ruíz se borraba del mapa la ciudad de Armero. Dos escenas de la vida que serán imborrables en la memoria colectiva de quienes de manera indirecta o directa presenciaron ambas hecatombes. Aparte de lo anterior, el poder corruptor del narcotráfico había permeado las instituciones legítimamente constituidas.

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La visita de SS Juan Pablo II, le dio un respiro y una voz de aliento a un país que había perdido su norte, pero que no fue capaz de reaccionar frente al embate de las fuerzas oscuras que tuvieron arrinconado los estamentos democráticos de la sociedad, con asesinatos de líderes políticos de izquierda y derecha, negociaciones fallidas con la insurgencia.

En 1991, buscando una tabla salvadora, el Presidente Gaviria convoca la Constituyente para reformar la Carta Magna, el país deja de ser confesional, e incorpora como punto de partida el Estado Social de Derecho para la transformación del país, apareciendo allí figuras novedosas como la tutela. Pero finalizando la década del siglo XX el manto del oscurantismo terminó de cubrir las pocas esperanzas que quedaban y el país era completamente inviable, éramos una sociedad paria frente a la comunidad internacional.

En los albores del siglo XXI llega el gobierno de la Seguridad Democrática, logrando recuperar la confianza de los colombianos en el país, un nuevo sol brillaba en el horizonte colombiano, pero, las triquiñuelas llevadas a cabo para entronizarse en el poder, manchó las ejecutorias del primer período. Y el manto de la duda, de los escándalos de corrupción, chuzadas y falsos positivos cubren de nuevo el escenario colombiano.

El gobierno uribista deja sembradas las bases para dar el siguiente paso, buscar la integración de los dos grupos insurgentes más fuertes a la vida civil y política, dejando de lado la carrera armamentista, procesos que, en vez de unir a los colombianos sobre una causa común, lo metió a otra guerra, no de las armas sino de los ataques verbales y radicalizaciones que en el hoy parecen ser irreconciliables.

Además: Cierre de telones

31 años después los colombianos recibimos la visita de SS Francisco, con unas condiciones de dinámica social diferente, pero, no mejor. La Colombia de hoy, al igual que la de hace tres décadas se encuentra sumida en uno de los peores escenarios, el de la corrupción, no solo en la contratación estatal, sino en los entornos políticos y judiciales. Los últimos acontecimientos de escándalos en uno de los pilares sagrados de la democracia, como son las altas cortes, derrumban cualquier esperanza y confianza, porque es justamente la justicia como gestora “de instituciones sociales justas, equitativas y eficientes” (Nelson Cuchumbé Holguín). Ni que hablar de los otros dos pilares el legislativo, que lleva décadas de descrédito y el ejecutivo nadando en una “agua de bollos”.

Se encuentra SS Francisco con una Colombia desesperanzada, dividida y llena de odios. Dar el primer paso para que realmente la nación encuentre el norte, es una labor que todos debemos dar, sino estos días de vista del máximo jerarca de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, habrían sido en vano.

Amigo lector, ¿cuál será la dirección de su primer paso? Sin importar cual credo profesa o sí es ateo, a la nación le urge recuperar la fe en sí misma para gestar los grandes cambios que se requieren para hacer una verdadera revolución pacífica conducente a mejores escenarios de justicia y equidad, para que Colombia regrese al sendero de la viabilidad.

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